Tras las elecciones celebradas para el Parlamento Europeo, y producida la enésima pérdida electoral del PSOE (o mejor dicho, del Sanchismo), su “amo”, el totalitario Pedro I el Traidor, se siente ofendido (¿que otra cosa podía esperar?) y actúa con cierto desequilibrio y con reacciones muy cercanas al totalitarismo. Se encabritó Sánchez y amenaza con añadir a su dominio de las Instituciones del Estado que ya posee, algunos dominios más, como es el de todos los Medios de Comunicación y, el que más desea, el de la Justicia. Este “fascista” no puede soportar -es superior a sus fuerzas-, que en España haya quién repruebe su proceder y de ahí que quiera tener bajo su control y dominio todos los estamentos sociales, incluso con las amenazas de intimidación. La incapacidad de nuestro Presidente para tener ese puesto, está clarísimo: ¿Cuando un gobierno se dedica a hacer oposición, cómo lo hace el nuestro de forma irrefrenable? No sabe gobernar y su único trabajo se centra en movilizar a toda la tropa gobernante para enfangar a quienes deben ser oposición. Los pobres no saben hacer otra cosa que acusar a la oposición de la culpa de lo que no saben hacer ellos; se moviliza al abundante estrato ministerial para que difunda la consigna que deben airear contra la oposición y todos los que no sean afines.
En España los partidos políticos realizaron un trabajo ejemplar en favor de la democracia y tan ejemplar que en todos los paises extranjeros se elogiaba la actitud de los partidos políticos existentes y del pueblo español. No aparecía ni un solo reproche a la actitud de todos. Lógicamente cada ideología se inclinaba hacia sus ideas, pero con honestidad y sobre todo, con visión de Estado. Lamentablemente, después de cuarenta años progresando de esta forma, apareció el tirano fascista Pedro Sánchez, que jamás consiguió ganar unas elecciones, y que, para conseguir su ambición de poder, no tuvo más remedio que “vender España” a independentistas, terroristas y comunistas procedentes del peor comunismo sudamericano. Sí ha conseguido un notable éxito: Acabar en cinco años con la democracia que habíamos conseguido los españoles durante cuarenta. Se apropió de la militancia de un partido político, hasta entonces honesto y ejemplar, llamado PSOE, al que no quiso cambiar el nombre para denominarle Sanchismo, pues perdería gran cantidad de sus miembros. Este señor, Pedro I el Traidor, se encuentra en su salsa (su mayor gozo y alegría) junto a lo peor de la política española, todos los que quieren acabar con España. Su única ilusión mantenerse indefinidamente en el poder, aun sin ganar una sola de las elecciones. Su pensamiento persistente: “el Estado soy yo”.
Pablo D. Escolar