En estos tiempos de confusión moral, donde lo sagrado se tacha de sospechoso y la historia se reescribe al antojo del poder político, uno de los monumentos más grandiosos y maravillosos de Europa, el Valle de los Caídos, inaugurado en 1959, se ha convertido en objetivo de una campaña ideológica que pretende resignificar lo que no necesita reinterpretación.
Nos enfrentamos a una manipulación histórica tan flagrante como absurda que busca despojar a este lugar de su verdadero sentido: un espacio de visita, oración, perdón y reconciliación.
Aunque muchos no lo sepan, o no quieran saberlo, el Valle de los Caídos no fue concebido como mausoleo de Franco ni como apología del franquismo. Allí yacen los restos de más de 30.000 combatientes de ambos bandos de la Guerra Civil Española.
Fue planteado como un monumento a la paz, un centro de oración por todos los caídos, sin distinción de bando.
¿Hay en el mundo un monumento posterior a una guerra civil que reúna, en un mismo lugar, a los muertos de los dos bandos como gesto de reconciliación?
Tampoco hay símbolos franquistas, ni exaltaciones militares, ni frases de victoria. Hay religión, hay arte, hay belleza.
Arquitectura, escultura y paisaje combinados de forma magistral, algo que, maravillosamente, quien haya tenido la suerte de visitarlo, sabe que es indescriptible.
Franco nunca pidió ser enterrado allí. Los benedictinos que lo custodiaban no eran agentes del régimen, sino monjes entregados a su vocación religiosa.
Los obreros que lo construyeron, entre ellos, por supuesto, presos voluntarios, vivían con sus familias, accedían a reducciones de condena, tenían escuelas para sus hijos y condiciones dignas.
Esto no es mito: hay testigos vivos que pueden corroborarlo.
Ahora, según filtraciones del propio gobierno, se pretende destruir la esencia de este lugar, borrando los elementos religiosos, tapando los frescos de la cúpula —auténticas joyas artísticas— y sustituyendo la espiritualidad por ideología.
Quieren transformar una basílica en un museo militante.
¿Y por qué tanto empeño en eliminar lo que representa el Valle de los Caídos?
Porque su mera existencia desmiente el relato oficial de cierta izquierda sobre la Guerra Civil. Ese cuento de una república democrática, entre arcoíris, idílica, aplastada por el mal.
Y porque, al final, lo que realmente molesta es la Cruz.
Porque no pueden quemar iglesias como antaño, ahora se conforman con derribar obras únicas e inigualables, símbolos cristianos.
Con esto, y con lo desarrollado en los anteriores artículos, estamos asistiendo al vaciamiento espiritual de Occidente: se cierran iglesias mientras se abren mezquitas, se cuestiona una moral para importar culturas incompatibles con nuestras raíces.
Y mientras tanto, seguimos siendo tratados como ciudadanos de segunda en nuestra propia tierra.
Estamos frente a unos hechos tan visibles, que institucionalmente, depende qué regiones de España, se celebra antes el Ramadán que cualquier festividad tradicional.
Mientras tanto, nuestros pequeños aprenden tradiciones musulmanas.
