El secretario general del PSOE pide el apoyo de todos los grupos parlamentarios, sin distinción de colores o tonos, pero no tiene garantizado el éxito
Este 25 de mayo de 2018, en la rueda de prensa que se organizó en La Moncloa, una periodista preguntó a Mariano Rajoy si sigue sintiéndose legitimado como gobernante después de que el tribunal de Caso Gürtel cuestionara su credibilidad.
Rajoy, que los tienen cuadrados, ni pestañeó:
«¿Quién reparte los certificados de credibilidad?».
Y tras una pausa escénica, de esas que tan bien controla el veterano líder del PP, se contestó a sí mismo:
«Los reparten los ciudadanos».
A tenor de esa respuesta, cualquiera que no conociera al presidente del Gobierno concluiría que estaba pensando en elecciones, pero nada más lejos de la realidad (Elecciones generales ya y que la ciudadanía española decida quién nos debe gobernar).
Por chocante que parezca y mientras crece la tropa que le considera ya finiquitado, Rajoy se apresta para una ardua, feroz y secreta negociación a múltiples bandas, de la que espera emerger triunfante para seguir como presidente hasta 2020.
Pedro Sánchez sabía que la sentencia del ‘Caso Gürtel‘ le abriría la oportunidad de resarcirse de su investidura fallida en 2016 y convertirse por fin en inquilino del Palacio de La Moncloa. Por eso dio la orden de registrar la moción en el Congreso incluso antes de que se iniciara la reunión de la dirección de su partido.
El secretario general del PSOE lanzó el órdago sin haber hablado previamente con ningún partido político y poniendo al resto de formaciones frente al dilema de mantener a Rajoy o apostar por él.
Dice que su intención es formar un Gobierno en solitario, sin mayor sustento que el de sus 84 diputados, pero no aclara ni cuándo planea que haya nuevas elecciones y ahí es donde el siempre hábil Rajoy cree encontrar brecha.
Para ser aprobada, la moción de censura requiere de mayoría absoluta: 176 diputados. Sánchez parte de salida con el apoyo de Pablo Iglesias y el de los procatalanistas valencianos.
En total, con los 67 votos de Unidos Podemos, los 4 de Compromís y los 85 del PSOE, suma 156 escaños, insufientes para alcanzar la mayoría absoluta necesaria en el Congreso.
El sueño de Sánchez, igual que hace dos años cuando intentó también meterse por la puerta de atras en La Moncloa, es un pacto a tres con Unidos Podemos y Ciudadanos (32 escaños), lo que sumaría 188 escaños, pero Albert Rivera ha dejado ni se le pasa por la cabeza y quiere elecciones generales ya.
Puestas así las cosas, a Pedro Sánchez no le va a aquedar otra que suplicar el apoyo de los independentistas, lo que tiene bemoles en pleno desafío separatista en Cataluña.
El líder del PSOE ha dejado patente que es capaz de cualquier apaño, pero ha ido de la mano del Gobierno en la aplicación del artículo 155 de la Constitución para responder al ‘procés‘, acaba de comparar a Quim Torra con la ultraderechista Le Pen y va a tener que hacer cabriolas para hacerse querer.
Al líder socialista le bastaría con pactar con ERC (9 escaños), PdeCat (8 escaños) y PNV (5). Junto a los diputados socialistas y podemitas sumarían 178 escaños. No serían necesarios los votos de Bildu (2), y tampoco necesitaría a la diputada de Coalición Canaria, socia de investidura de Rajoy.
El diputado de Nueva Canarias ha anunciado que apoyará al PSOE en esta ocasión.
ERC y PdeCat ya se han mostrado favorables a la moción. El PNV ha cpmentado que no tomará su decisión hasta escuchar a Sánchez.
No obstante, los nacionalistas vascos acaban de votar a favor del Gobierno los Presupuestos Generales del Estado y para pegar otro salto mortal tienen que sacar algo más que promesas de financiación o buenas palabras.
Ahí es dónde Rajoy va a jugar a tope, porque los cinco votos del PNV son cruciales para la moción de censura, puesto que sin ellos la suma de PSOE, Unidos Podemos, ERC, PdeCat y Bildu se quedaría con 175, a un escaño de la mayoría.