En pleno siglo XXI, la gran preocupación demográfica ya no es la superpoblación, sino el abrupto descenso de los nacimientos.
La natalidad mundial está cayendo a un ritmo más rápido de lo esperado, tanto en países ricos como pobres, y afecta por igual a sociedades laicas y religiosas.
El último dato global revela una tendencia imparable: la tasa de fertilidad mundial ha pasado de 5,3 hijos por mujer en los años 60 a solo 2,3 en 2023.
No solo no llegamos al famoso “reemplazo generacional” (2,1 hijos por mujer), sino que nuevos estudios señalan que ese umbral ni siquiera sería suficiente para evitar la erosión demográfica a largo plazo; haría falta acercarse a los 2,7 hijos por mujer para asegurar la supervivencia de sociedades enteras.
Esta caída no distingue fronteras ni economías. Las generaciones en edad fértil se enfrentan a salarios precarios, dificultades para acceder a vivienda y una vida cada vez más cara. El resultado: maternidades retrasadas o pospuestas sine die, y muchas personas directamente renuncian a tener descendencia.
España: al borde del abismo demográfico
España es uno de los ejemplos más extremos del llamado «invierno demográfico». La tasa de fecundidad se sitúa en un histórico 1,12 hijos por mujer, con una edad media para el primer hijo que roza los 32 años (y subiendo). En 2023 se registraron solo 320.656 nacimientos, un mínimo no visto desde que existen registros. De hecho, los nacimientos han caído un 25% en la última década y casi uno de cada cuatro bebés ya nace de madre extranjera.
Este retraso en la maternidad tiene consecuencias curiosas: el porcentaje de madres mayores de 40 años ha crecido un 19% en diez años, y las diferencias entre madres españolas y extranjeras son notables; las primeras tienen su primer hijo a una media de 33,1 años frente a los 30,5 años de las extranjeras.
Europa y el fantasma de la extinción blanca
La situación no es muy diferente al cruzar los Pirineos. Europa lleva años encabezando las listas con las tasas de natalidad más bajas del mundo. En algunos países del este y del sur del continente, el panorama es aún más sombrío. Esta situación ha avivado debates tan insólitos como polémicos sobre si los europeos blancos pueden considerarse “especie en peligro de extinción”, o si asistimos al conocido como “gran reemplazo”, una teoría conspirativa sin base científica pero con gran eco mediático.
Más allá de ideas extremistas, lo cierto es que la ONU lleva dos décadas advirtiendo que, sin inmigración masiva y políticas activas, mantener el número suficiente de trabajadores para sostener el estado del bienestar europeo será misión imposible. De hecho, ya hay más visones europeos (uno de los mamíferos más amenazados) que niños nacidos en algunas regiones rurales cada año.
¿Por qué ocurre este desplome?
Los factores detrás del descenso son muchos y variados:
- Acceso universal a métodos anticonceptivos.
- Educación femenina: cuanto mayor es el nivel educativo de la mujer, menos hijos suele tener.
- Urbanización: vivir en ciudad implica menos espacio y recursos para criar hijos.
- Incertidumbre económica: salarios bajos, empleo inestable y precios prohibitivos para vivienda.
- Cambios culturales: nuevas prioridades vitales; muchas parejas prefieren viajar o invertir en formación antes que ampliar la familia.
- Retraso voluntario o involuntario de la maternidad/paternidad.
Por si fuera poco, en países como Japón o Corea del Sur se están dando fenómenos inéditos como el “celibato social” o las “generaciones solitarias”, donde millones de jóvenes ni siquiera contemplan formar pareja estable.
Curiosidades científicas para romper el hielo (demográfico)
- En los años 60 se temía la superpoblación global; hoy, los demógrafos hablan abiertamente del riesgo real de extinción lenta para culturas enteras si no aumentan las tasas de fertilidad.
- Según modelos recientes, una sociedad necesita una media superior a 2,7 hijos por mujer para garantizar su supervivencia intergeneracional; ¡la naturaleza nunca prometió que fuera fácil mantener nuestra especie!
- El récord mundial lo ostenta Níger con más de 45 nacimientos por cada 1.000 habitantes… mientras algunos países europeos apenas superan los siete.
- En España hay más perros que niños menores de cinco años. Y sí, muchos millennials prefieren adoptar un galgo antes que cambiar pañales humanos.
- El invierno demográfico no solo afecta a humanos: el visón europeo ha perdido el 95% de su área original… ¡y aún así hay regiones europeas con menos nacimientos anuales que visones censados!
- Los apellidos tradicionales comienzan a desaparecer silenciosamente porque muchas líneas familiares se extinguen sin descendencia directa.
Así pues, mientras debatimos sobre economía circular o inteligencia artificial, nuestro mayor reto puede ser tan simple –y tan complejo– como volver a llenar parques infantiles… antes de que acaben convertidos en reservas naturales.
