La sierra de la reina Quilama se encuentra a medio camino entre la capital Salmantina y los límites meridionales de la provincia.
En ella, la meseta se quiebra en agrestes riscos y valles, desconocidos para la gran mayoría.
Se trata de la Sierra de Quilamas, un preciado espacio natural donde tesoros naturales como el buitre negro y el águila real conviven con leyendas de cuevas y princesas moras.

Lo primero que sorprende al viajero cuando se acerca a la antaño llamada Sierra Mayor es el perfecto perfil de cumbres que se observa desde cualquiera de las carreteras que le dan acceso.
Si bien nos puede parecer no muy extensa a primera vista, encierra una atípica concentración de paisajes muy contrastados. Para acercarnos a sus enclaves más representativos podemos hacerlo por cualquiera de los pueblos que formarán el futuro Parque Natural: Navarredonda de la Rinconada, Rinconada de la Sierra, La Bastida, Cilleros de la Bastida, Valero, San Esteban de la Sierra, San Miguel de Valero, Linares de Riofrío y Escurial de la Sierra; un amplio territorio que en la propuesta inicial alcanza las 10.000 hectáreas.
Si nos adentramos desde Linares de Riofrío, el alto del pico Cervero resalta sobre el resto, animándonos a su ascensión. Desde sus 1.463 metros podremos ver uno de los más sorpresivos escenarios naturales de la provincia.
Nos sumergiremos más en sus robledales si dejamos en esta población el vehículo y paseamos por las pistas forestales que atraviesan las lomas. Durante el recorrido podremos agotar nuestra sed en cualquiera de sus numerosas fuentes, como Fuente Cerezo, escondida en una leve garganta bajo la agradable sombra de la floresta.
Un poco más arriba, ciclópeas carcasas de castaños guardan el camino, reminiscencias en una madera abatida de la grandiosidad de la que gozaron en vida. La parada obligada en la Honfría nos servirá para poder ver algunos ejemplares aún vivos, los cuales llevan contemplando pastores y visitantes hace tres siglos.

La “fuente fría” hace gala de su nombre, ya que sus aguas salen bien frescas para alivio del que camina. Su vegetación es una de nuestras joyas botánicas, tratando de recordar su pasado de hayedo, tal y como nos cuentan los investigadores.
La biodiversidad de la sierra de Quilama, da a conocer Acebos de relucientes hojas que rodean este escenario, donde a poco que miremos en nuestro derredor, veremos multitud de coloridas plantas: enrojecidas peonías, lúteas primaveras, e incluso orquídeas y azucenas silvestres.
Esta última es la llamada flor de lis, que en sus tiempos cubrió los campos de los escudos nobiliarios. No queda mucho trecho hasta el pico que vamos buscando. Cuando el arbolado empieza a escasear y los breves pastizales dominan nuestra vista estaremos en el último tramo.
Una vez en su cúspide un torreón en piedra nos dará la bienvenida a un paisajístico anfiteatro. El valle del río Quilamas desciende a nuestros pies tomando como fondo escénico la quebrada línea de la sierra de Béjar. El profundo valle que labró el agua es el refugio de la gran diversidad avifaunística de la zona: desde el buitre negro al águila real, pasando por la cigüeña negra o el halcón peregrino.
Al igual que en la comarca de El Rebollar, también campea entre jaras y brezos el lince, nuestra especie más amenazada. No nos debe extrañar esta riqueza zoológica, ya en el año 1340 el rey Alfonso XI cita en su Libro de Montería el cazadero de osos que existió en la zona, ocupando las localidades de Escurial y Navarredonda.

volviendo a nuestra cima y observemos frente a nosotros las pendientes expuestas al norte, que se asemejan de forma extraordinaria a las garras de un felino.
De nuevo el líquido elemento y la vegetación ausente provocan estas caprichosas similitudes que nunca dejan de impresionarnos.
Tras estas garras se encuentra la localidad de Garcibuey, en la que podremos apaciguar el calor en verano bañándonos en su piélago, un descansadero de las aguas del arroyo de la Palla. Un comedero de buitres cercano nos recuerda los escasos y preciados valores de este emplazamiento que sufrió un duro incendio durante el 2005.
La leyenda de la Reina Quilama
Las leyendas de la zona hablan de romances, de reinas moras, castillos, cuevas, tesoros escondidos, interminables túneles… Es un placer escuchar de boca de un lugareño la leyenda de la Cueva de la Mora Quilama, donde dicen que todavía duerme una reina y que cuentan bellas historias como la que cuenta que el Tesoro de Alarico se esconde por estas tierras.

La leyenda cuenta que hay enterradas dos palomas de oro procedentes del tesoro de Don Rodrigo y que su mora amada las custodia. La leyenda tambien cuenta que en las noches claras cercanas a San Juan del fondo de la cueva se oyen ruidos y lamentos procedentes del espíritu de la princesa mora que llora por su amado.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
.-El misterio del Castillo Viejo de Valero. Autor: Domingo Navarro.
.-El rey Don Rodrigo y la Cava en la Sierra de Francia. Autor, Alejandro Lucas Alonso.
.-La Cueva de la Quilama. Autor, Ramón Grnade del Brio.
¿Cómo llegar?
– Desde Salamanca, tomar la CL-512 (Ctra de Salamanca-Coria por Las Hurdes) dirección Vecinos.
– A la salida de Vecinos coger la SA-210 (Ctra a Vecinos) dirección Tamames.
– En Tamames tomar un desvío a la izquierda hacia la CV-25 (Ctra de Tamames) dirección Tejeda.
– En Tejeda tomar un desvío a la derecha hacia la CV-112 dirección La Rinconada de la Sierra.
– Entrar en La Rinconada de la Sierra por la calle Salas Pombo. La casa está en el número 20, justo pasando la iglesia del pueblo.
Fuente. Diputación de Salamanca, Revista Emociones.
