El sociólogo de Comillas presenta 'La revolución del padre' (Mensajero)

Fernando Vidal: «Que el hombre se hiciese padre nos permitió hacernos seres humanos»

"Lo que más favorece a la conciliación y a la igualdad de la mujer es que el padre se active"

Fernando Vidal: "Que el hombre se hiciese padre nos permitió hacernos seres humanos"

¿Nos comprometemos con nuestros hijos, asumimos nuestra naturaleza, asumimos la responsabilidad y el don que se nos da de paternidad, o promovemos el vaciamiento del padre?

(Jesús Bastante).- Fernando Vidal es uno de nuestros mejores sociólogos. Profesor en Comillas, acaba de publicar ‘La revolución del padre. El padre que nace y crece con los hijos’, editado por Mensajeros en coedición con el Instituto Universitario de la Familia en la Fundación Casa de la Familia. Un libro en el que aborda, sin tapujos, la responsabilidad, y la vocación, de los hombres en la paternidad.

«Queremos un mundo en el cual unas generaciones cuiden de otras«, afirma en esta entrevista Vidal, quien califica de «drama» la relación entre cristianismo y paternidad, entre otras razones «porque al cristianismo mucha gente le reprocha defender el patriarcalismo y ser el bastión del patriarcalismo tradicional».

«El patriarcalismo, tal y como lo conocemos es, en realidad, una operación política del industrialismo, del siglo de la Restauración, el siglo XIX, que lo usó en un momento en el cual las sociedades se hacían más complejas, metropolitanas, industriales», apunta el sociólogo.

 

Le conocen sobradamente, es amigo de esta casa. Un lujo poder contar con Fernando Vidal. Bienvenido.

Es un placer estar aquí.

 

Vienes a presentar una criatura que encierra varias criaturas. Estamos hablando de la savia que trae un libro que habla de vidas y de revoluciones. «La revolución del padre. El padre que nace y crece con los hijos». Es fruto de investigaciones, pero no es un libro de sociología pura y dura, como los que sueles hacer tú. Con él estás dando un salto.

Sí. También es un libro hecho desde la experiencia. Para mí tener a Javier y a Clara, mis hijos, supuso un nacer de nuevo. Ese mismo parto de Javier fue una experiencia casi cósmica de renacer, de que había un mundo que nacía. Y luego te das cuenta de que mientras los chicos van creciendo, también tú vas creciendo con ellos. De que vas aprendiendo de ellos. Y ¿quién te enseña a ser padre?: tus padres, pero también tus hijos. Y por eso creo que es una experiencia muy compartida por todos, que realmente renacemos con nuestros hijos, y vamos creciendo con ellos; que nos hacen crecer.

 

Se habla mucho más, en nuestra sociedad, de la maternidad que de la paternidad. Parece que el hombre no… Hay muchas actitudes machistas en la sociedad lamentablemente, y vamos trabajando para eliminarlas. Pero también se da por hecho que el papel de la cuidadora corresponde más a la madre que al padre, que el del padre es un rol muy poco definido, muy rollo san José; que no sabíamos exactamente qué hizo con Jesús, cuando sí sabemos cuál fue el papel de María.

El libro va por ahí, por la revolución del padre. Estamos volviendo a entender cuál puede ser o debe ser, no solo nuestro rol, sino nuestra pasión.

Sin duda. Y para cualquiera de los que somos padres es lo más importante de tu vida. Es lo prioritario, y el resto de cosas se ordenan en relación a ese ser padre.

En el libro contamos cómo es la figura del padre cuando apareció. Realmente supuso un avance en la evolución del ser humano, que apareció porque el ser humano padre y madre formaron un hogar, un triángulo, una sociabilidad mucho más compleja alrededor del hijo. Y es verdad que es algo singular en la naturaleza que el padre no se vaya, que se comprometa todavía más al tener hijos. Esto es una particularidad del ser humano que llevó a una hipersociabilidad, dicen algunos autores, como Tomasso en Alemania. Y eso es lo que explica que nuestro cerebro creciera, la necesidad de entender esa profundidad en la relaciones. Por lo tanto, el padre es imprescindible para la condición humana.

 

 

Lo que pasa es que en lo físico, cada vez somos menos imprescindibles.

No estoy de acuerdo.

 

Al menos técnicamente, es posible tener hijos sin padre.

Sí, claramente. Pero fíjate que a partir del año 2007 ha empezado a haber investigaciones que demuestran que los padres estamos programados biológicamente para ser padres: cuando uno es padre se disparan los cambios hormonales en nuestro cuerpo. Incluso en la redistribución de nuestra materia gris (se está investigando ahora) en el cerebro. La testosterona se reduce un 30%. La testosterona, esa sustancia que nos lleva a los hombres a tolerar más el riesgo, a salir más a ser más aventureros. Sin embargo, cuando somos padres (y no es un hecho biológico sino relacional) la testosterona se reduce automáticamente para que sientas miedo y el riesgo que corre tu hijo. Eso te lleva a ser más cuidadoso y más protector. Muchos que nos lean compartirán nuestra experiencia de que cuando tienes hijos empiezas a tener más miedo al conducir, al hacer una excursión, al estar en la montaña.

 

Yo sí he comprobado que muchos amigos, en mi ámbito de runner, que cuando son padres, los maratonianos casi siempre tienen un tiempo, de un par de años al menos, en que reducen muchísimo el número de maratones.

Pues no lo sabía, pero coincide con esto. Y, por ejemplo, sube la prolactina, que es la hormona que da leche a las mujeres. Esta es una reacción química que nos lleva a estar más cerca, a sentir corporalmente la necesidad de juntarnos a nuestro hijo. También aumenta la vasopresina, que lo que hace es reducir la testosterona y hacernos soportar mayor presión. Se reduce el cortisol, que nos lleva a ser capaces de soportar más estrés en la tensión. Aumentan, en general, todas las hormonas que tienen que ver con la empatía, como la oxitocina. Esto no es reciente, sino que está en la programación de la biopaternidad desde que apareció el hombre. Por lo tanto existe una paternidad natural.

Por todo ello y contra esta idea de que el padre no es necesario, tenemos un dato real, carnal, natural de que hay una biopaternidad. Además, no es algo que suceda solo a los que son padres biológicos, sucede también a los padres que son adoptivos. Y también estos cambios hormonales se aceleran y son más intensos conforme el padre se acerca más a los hijos. Es prenatal, desde la concepción hasta un año y medio o dos años después.

 

O sea, que en el proceso del embarazo también funciona.

Funciona de una forma bastante radical.

Realmente, lo que hay es un descubrimiento de una paternidad natural que, por tanto, te está llamando a una responsabilidad. Otra cosa es que luego, culturalmente, o de una forma más postmoderna, nos hagamos ilusiones o fantaseemos sobre la paternidad. Pero lo cierto es que hay un hecho natural que sucede y que nos revoluciona como cuerpo y como padres. Por lo tanto, esta revolución como padre se corresponde con una revolución que hay en tu cuerpo.

 

 

 

¿Eso tiene implicaciones sociales? Porque hasta hace veinte o treinta años nuestros padres eran los que ganaban el sustento, los que salían a trabajar, los que se ocupaban menos de la educación en el día a día de los hijos. Las madres eran amas de casa. Había esa ruptura que suponía luego, a nivel de configuración de la sociedad, otro tipo de problemas y de desafíos que, afortunadamente, también estamos cambiando.

Pero, ¿cómo casa esa biología, que existe y que te lleva a pasar más tiempo con tu hijos, con esa situación de hace veinte o treinta años donde los padres estaban fuera y no veían a sus hijos, con ese síndrome de padre ausente?

El padre distante. Eso es algo que se corresponde con una etapa muy concreta de la historia. Es verdad que existe esa figura del padre ausente, o del padre distante.

 

O sea, que no ha sido siempre así.

No. cuando uno estudia las raíces de ese patriarcalismo se pregunta cómo es posible que se diga que hasta ahora la paternidad no ha sido positiva, que no ha sida tierna ni cercana, y que lo va a ser a partir de este momento. Piensas si no estaremos siendo injustos con el conjunto de padres de la historia. Descubrimos que sí, que en realidad esta imagen del padre ausente se produce a partir de 1830. Y se corresponde con un periodo largo que dura prácticamente 120-130 años que nos hace cortar con toda la tradición que nos uniría a los padres anteriores.

Pero cuando uno busca documentar historiográficamente, es decir con datos reales, cómo eran los padres antes de 1830 (en el libro incluimos el estudio hasta la Edad Media) lo que descubrimos es, primero que los padres convivían todo el tiempo con los hijos porque había una unidad entre grupo doméstico y grupo laboral: se trabajaba en casa. Segundo, que la relación con los hijos era cooperativa. Y además tiene sentido: nadie está treinta años trabajando con su hijo en una táctica de dominación sino que, al final, tú cooperas con tu hijo para pescar, para guardar el ganado, para cortar leña…
Tercero, que los padres eran muy afectivos. Incluso nos encontramos épocas en que los padres eran melosos. Tremendamente tiernos, incluso. Con una afectividad mucho más intensa que es ahora, incluso. Por ejemplo, en el norte de Europa y en EE. UU. los padres estaban muy dedicados a la educación de sus hijos. El porqué está en que ellos eran responsables de que sus hijos leyeran y comprendieran la Biblia.
Y cuarto, los papeles entre padre y madre eran mucho más intercambiables y mucho más flexibles.
Pero, ¿qué ocurre en la industrialización? Que esas familias rurales o de la costa se van a la zona industrial, y el capital o la factoría escogen al padre y le dedican jornadas de doce y catorce horas en la fábrica. Y la madre se queda en el hogar. Además no se quiere, por parte del capital, que las lógicas del hogar, esas lógicas primarias, solidarias, se trasladen a la industria, porque la industria es capitalista y, por lo tanto, lo que tenemos es que el padre se convierte en ausente porque se le maquiniza. Es más, se vacía de paternidad al hombre porque esos sentimientos que tiene, de aprecio y de proximidad con sus hijos, no los puede realizar. Hay investigaciones muy interesantes que nos muestran el profundo malestar que sentían esos padres industrializados al estar separados de sus hijos.

 

¿Sucede igual en el caso de padres primerizos, o padres de familias numerosas, ese proceso biológico?

Sí, igual.

 

¿En todos los casos?

Sí. en todos. Y hay investigaciones que nos muestran que los cambios endocrinos se aceleran cuando tú duermes cerca de tus hijos. Cuando los dos tenemos la cuna en nuestra habitación, (en nuestro caso fue así, Javier y Clara estaban en nuestra habitación en una cuna) los cambios endocrinos se intensifican. Lo cual también nos habla de una relación muy interesante entre lo biológico y lo cultural, en donde ni lo biológico se impone de una forma determinista a lo cultural, ni lo cultural se impone de una forma determinista a lo biológico; hay un diálogo entre ambos. Es curioso cómo un vínculo es capaz de cambiar nuestra disposición hormonal.

Y lo que también nos trae es una renaturalización de la razón. Hay una razón natural, una razón que busca evidencias en nuestra disposición natural y de lo que nos habla es de que la paternidad, la maternidad, la filiación, posiblemente son los vínculos radicalmente más verdaderos de nuestra condición humana.

 

 

 

La cultura actual está preparada para esta revolución del padre. No me atrevo, casi, a llamarla del padre; es casi más una revolución familiar.

Es una revolución familiar porque, efectivamente, lo que más favorece a la conciliación laboral familiar, y lo que más favorece a la igualdad de la mujer es que el padre se active.

Hoy en día el factor principal para que las mujeres no tengan esos tres hijos que quieren tener, y solo tengan uno, es que no se fían de que el padre se vaya a comprometer. Por lo tanto, el compromiso de los padres es crucial para la liberación de la mujer, para su desarrollo en nuestra sociedad, para establecer relaciones equitativas y relaciones cooperativas entre nosotros.

Pero la situación que tenemos actualmente es una situación complicada: por una parte hay muchos padres que quieren activarse, que están teniendo una experiencia de paternidad llena de ternura, llena de cercanía, de cuidados directos de sus hijos. Que han hecho ese viaje que hizo John Lennon, y que contamos en el libro, desde un padre desimplicado a un padre tremendamente metido en la vida de su hijo.

 

Pesado, incluso.

Sí, sí; insistente. Un padre muy próximo.

Pero, el movimiento que más me preocupa en el mundo es el de esos padres que desertan. Es una tendencia moderna: hay millones de padres que abandonan a sus hijos en el mundo. Hay una monoparentalidad femenina no deseada donde tú has tenido un hijo y el padre, sencillamente, lo que hace es no estar en clave de responsabilidad con los hijos que tiene. Y se va: no quiere asumir la vida adulta; son Peter Panes eternos. No son capaces de asumir esa crianza por miedo, por irresponsabilidad…, por muchas razones. Esto es estructural y se debe al vaciamiento que ha habido del papel del padre, donde se dice que no es necesario, que padre puede serlo cualquiera, sea masculino o sea femenino. Y esto no es así; hay una vinculación entre paternidad y masculinidad. Y es curioso que, en esta época, tengamos que hacer una reivindicación de la materia, la carne y el cuerpo.

Pero lo que decimos, al final, es que el sexo es la primera diversidad de los mamíferos. Y por supuesto la primera diversidad del hombre, del ser humano, es el el sexo. Por tanto, yo creo que cuando difuminamos las relaciones entre sexos, y cuando difuminamos la singularidad de cada sexo, en realidad lo que estamos haciendo es ir contra la diversidad, que es algo clave en el conjunto de valores de esta modernidad.

Estamos ante una encrucijada. Ante una revolución del padre. ¿Nos comprometemos con nuestros hijos, asumimos nuestra naturaleza, asumimos la responsabilidad y el don que se nos da de paternidad, o promovemos el vaciamiento del padre, de su superficialización, la trivialización de ser padre, y aceleramos e intensificamos padres ausentes y que abandonan el hogar? Yo creo que tenemos que ir en la otra línea. Por lo tanto, tenemos que cuidar la paternidad. Y eso nos tiene que implicar a todos a unirnos a esta revolución.

 

¿Esto se arregla con medidas de conciliación, etc, etc.? ¿O va mucho más allá?

Yo creo que va mucho más allá. Es una batalla cultural porque evidentemente la conciliación, al final, lo que te hace es convivir con tus hijos. Y tus hijos te ganan.

Lo que te hace ser padre es el amor que sientes, no es ninguna ideología ni ningún libro, sino el mirar cara a cara a tus hijos y sentir que nunca vas a hacer nada mejor en tu vida. Pero, claramente, requiere reflexión. Vivimos en una modernidad reflexiva y, por lo tanto, los padres hoy en día, para poder serlo también tienen que reflexionar. Tienen que pensar qué son, qué significa esto que están viviendo. Porque cuando uno piensa su paternidad, piensa su vida entera y eso, a su vez, ordena su vida entera.

Para nosotros era importante publicar este libro, para ayudar a la reflexión de los padres y a que no solamente vivan esto en lo privado, sino que hagan de esto una cuestión pública. Porque queremos un mundo en el cual unas generaciones cuiden de otras. Unas generaciones transmitan lo mejor a otro. La paternidad y la filiación es una estructura tan básica en el mundo como la fraternidad, y todos entendemos que este mundo tiene que ser más fraterno. Por todo ello también entendemos que este mundo y la relación entre generaciones tiene que ser más paternal, más maternal y más filial también.

 

El libro, como comentabas, circula por la vida de un personaje que, a los que no lo conocemos demasiado más allá de su arte, no se nos presenta como un ejemplo de padre ni lo contrario. No es lo que más se habla de él. Me refiero a la figura de John Lennon como hijo, y también como padre. ¿Por qué surge esta idea?

A cualquiera que se meta en la música de John Lennon y en la figura de John Lennon, es algo que le sobrecoge. En principio porque es una figura tremendamente alegre, reivindicativa, rebelde. Pero toda su vida llevó la herida del padre que le abandona. Y de la madre que le abandona también. Eso supuso una tragedia en su vida que fue profundizando y que fue hiriéndole cada vez más, hasta el punto de que tiene canciones en las que grita literalmente ¡padre! y ¡madre! Y le llevó a una crisis muy profunda; es lo que estaba detrás de un alcoholismo muy compulsivo, de un consumo de marihuana, de LSD, de heroína, de un sexo muy compulsivo también, muy predatorio que Yoko Ono criticaba mucho. Y todo eso le llevó abandonar a su primer hijo, Julian. No quiso saber de él. Luego se lo llevó; lo secuestró… Bueno, tiene una relación muy complicada.

 

 

 

Y con Sean, por ejemplo, fue distinta.

Pero con Julian es diferente, porque el hijo con Yoko Ono supuso un salto cualitativo para él.

Él decía: «hay gente que me recordará por haber sido una revolución en la música, otros por haber sido una revolución en ámbitos de la paz». Pero realmente, la revolución de John Lennon fue el ser padre. En el año 75 se retira de la música. Y mucha gente le critica, dicen que está enfermo, que está demasiado drogado y no puede componer, que está acabado. Incluso que es perezoso y se pasa todo el día en la cama. Y no es así; estaba cuidando a su hijo. Estuvo cinco años dedicándose exclusivamente a criar a Sean.

Hay muchos detalles en su vida que los que lean esta entrevista reconocerán. Por ejemplo la canción «Strawberry fields», que él canta a un orfanato, que había cerca de su casa, al que solía ir con su tía Mimi y del que siempre se sintió parte. Se sintió huérfano desde pequeño. Su padre era marino, le abandonó; fue una peripecia tremenda. Luego, cuando él se hizo famoso le contó la historia a la prensa. Fue un padre muy decepcionante. Ese padre también tenía una herida, y es que a los seis-siete años fue llevado a un orfanato, porque la madre no podía sostenerle, cuando murió su propio padre. Llevaba esa herida desde pequeño, como John llevaba la suya.

 

También es importante cuidar las relaciones intergeneracionales.

Él lo que hizo fue sanar su árbol familiar. Por eso dedicó esos cinco años intensos a renacer. Y literalmente, porque hizo una terapia primal, como se llamaba en ese momento, donde simbólicamente él y Yoko Ono renacieron. Incluso el terapeuta les hacía que se sintieran de nuevo en el útero de su madre y renacer de la bondad; nacer de nuevo.

Es un ejemplo extraordinario y, además, todo lo que estamos contando viene acompañado por sus canciones; esas canciones en las cuales va mostrando su malestar, su orfandad y, poco a poco, va gritando ayuda. Cuando hace la canción Help!, realmente es un grito. La canción, originalmente, era mucho más desgarrada. Luego el productor la suavizó. Y finalmente tuvo esta ayuda, y la tuvo por su hijo al que se dedicó muchísimo.

Hay una anécdota que que sí quiero compartir, y es que una de sus aficiones más fuertes en esos cinco años fue hacer hogazas de pan para su hijo. Hacía hogazas de pan gallego porque su criada era una señora de Pontevedra y un día él le dijo: «oiga, ¿usted sabe hacer ese pan gallego?» Y ella le contestó: «sí, porque precisamente mis padres tenían un horno».

Ella le enseñó a hacerlas y también unas palabras en castellano. Y él siempre le estuvo agradecido: en cualquier viaje que hacía le enviaba una tarjeta de recordatorio. Por ello, desde aquí un recuerdo para esta mujer que le enseñó a hacer pan para su hijo. Esta fue la gran revolución de John Lennon.

 

Siempre está el pan presente. En el pan que compartimos y también en nuestra fe. Te quería preguntar, para acabar: en el caso de los creyentes, que tenemos una figura de padre en la vida de Jesús completamente desconocida, aunque se empezando a reivindicar la figura de san José, ¿cómo puede encajarse José en esta figura de padre?

Es un drama la relación entre cristianismo y paternidad, porque al cristianismo mucha gente le reprocha defender el patriarcalismo y ser el bastión del patriarcalismo tradicional. Esto no es cierto: si tuviéramos que elegir un momento en la historia en el cual la paternidad dio un gran salto, tendríamos que elegir el momento en que los cristianos tiran abajo la ley del pater familias romano. Un pater familias que tenía derecho a matar a sus hijos sin juicio y sin justificación, y que también a matar a su mujer si podía demostrar que era adúltera. Y el cristiano acaba con esta figura del patriarcalismo.

Pero si vamos más atrás, también está Isaac, a quien Dios le dice que no mate a su hijo. Y si vamos más atrás aún, toda la tradición de Adán es interesantísima porque Dios le dice que no puede castigar a Caín. Es decir, que el poder del padre se ve extraordinariamente limitado. Ese Adán, que en la relación con su mujer, resulta que al final muerde la manzana. Y en relación con su hijo, cuando este mata a su otro hermano, no puede castigarle.

Lo que tenemos es una tradición de padres que lo que hacen es reconocer que hay una ley inscrita en el corazón que es superior al poder que ellos tienen como padres. Y esto se corona cuando vemos san José, porque es la imagen de un hombre tremendamente dulce, tierna, como Richard Albacete dice en otro libro que acaba de salir también y que se puede leer en paralelo con este, «Nuevos hombres buenos». Si uno recuerda a Murillo, o casi cualquier imagen de san José, siempre está en segundo plano, es un hombre afectivo, cuidador.

 

Es lo primero que dice el papa Francisco en su misa de entronización.

Dirige el tema a la ecología y a san José, a la paternidad. Don Bosco, el pintor, le dibuja lavando pañales al fondo de la imagen. Realmente, san José aparece como una figura extraordinariamente moderna del padre, basada en la cercanía, en la humildad, en la presencia en los cuidados directos del hijo, en la afectividad. Y yo creo que precisaría una reivindicación por justicia con la tradición, por lo que el cristianismo y la tradición bíblica ha hecho por la paternidad pero, también como una inspiración hoy en día para profundizar en esta revolución del padre.

 

Hemos escondido durante mucho tiempo a san José.

Sí, y además es algo que no es nada cristiano, y menos algo católico

 

Supongo que tiene más que ver con la divinización de María como la madre del hijo de Dios.

O supongo que, más bien, (con lo que no coincido) con el pensamiento dominante de que lo que hizo el siglo XIX fue recoger la imagen del padre y atribuirla al rey, a los patronos, a la autoridad, al poder. Y que usó esa idea de la paternidad. El patriarcalismo, tal y como lo conocemos es, en realidad, una operación política del industrialismo, del siglo de la Restauración, el siglo XIX, que lo usó en un momento en el cual las sociedades se hacían más complejas, metropolitanas, industriales.

 

Que parecía que quisieran volver al imperialismo, al pater familias.

Necesitaban controlar a la gente y la forma de hacerlo fue a través de esa figura del padre limitador, que era la ley y que reglamentaba a todo el mundo. Cuando, en realidad, eso puede atribuirse a alguna tradición pero no al cristianismo que, históricamente, va en una dirección muy contraria, que supera al pater familias romano y que establece otro modelo basado puramente en el amor, en la cercanía y en la ternura. Es algo que no tenemos muy lejano, lo tenemos en cualquier iglesia o en cualquier museo cuando vemos a san José. Inspirémonos en él para la revolución del padre.

 

«La revolución del padre. El padre que nace y crece con los hijos», editado por Mensajeros en coedición con el Instituto Universitario de la Familia en la «Fundación Casa de la Familia».

Es un proyecto que impulsa también la Iglesia de Madrid, el arzobispado, ya que se inserta dentro de la plataforma de Informe Familia, de formación continua sobre este tema, tomado de todos los medios en el mundo.

 

Por ahí hay que seguir trabajando y construyendo. Gracias, Fernando. Un placer.

Muchas gracias.

 

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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