En Guatemala la fe nos sirve para ir construyendo una sociedad distinta, más igualitaria
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Desde hace ya 21 años, el misionero de la Diócesis de Albacete Alfonso Ruescas vive en la aldea de El Chal perteneciente a la provincia del Petén del país guatemalteco. Tras superar sus estudios de Teología y ejercer durante veinte años de sacerdote en varias iglesias de la provincia, Alfonso Ruescas decidió hacer algo más con su vida para ayudar a los demás y decidió marcharse como misionero al Vicariato Apostólico de Petén de Guatemala.Lo entrevista Oti Rodríguez en La Verdad.
– ¿Qué fue lo que más le impacto al llevar a la aldea de El Chal?
– Lo que más me impacto cuando llegué a la provincia del Petén fue la cruda y distinta realidad en la que allí viven rodeados de pobreza. El choque es muy fuerte si lo comparas con la sociedad de consumo que aquí hay. Descubrí que la gente de guatemalteca esta muy necesitada de todo hasta de Dios, aquí la gente esta saciada de todo hasta de Dios.
– ¿Cuál es la situación actual del país?
– Políticamente desde el año 1986 hay democracia, pero controlada por el ejército y sobre todo, como pasa en casi toda Latinoamérica, controlado por Estados Unidos. Guatemala es un país que ha estado en guerra desde los años sesenta hasta el año 1996 cuando se firmó la paz. Pero se trata de una paz sólo de papeles porque en las calles hay mucha violencia. Esta misma semana me han llamado para comunicarme que han matado a un joven estudiante de mi aldea.
– ¿Funciona el sistema de justicia guatemalteco para castigar a los violentos?
– Para empezar en Guatemala el respeto a la vida no existe, al igual que tampoco funciona el sistema judicial porque la gente no denuncia por miedo a represarías. De las pocas denuncias que unos pocos se atreven a poner, solo un 2% acaban dan sentencia.
– ¿Cómo se vive en este ambiente de inseguridad?
– En esta situación de violencia la gente tiene mucho miedo. En todo el país la violencia viene por parte de la sociedad, no solamente de pandillas conocidas como las malas, sino también por venganzas personales entre unos y otros. Yo personalmente no tengo queja ya que no he tenido ningún problema en la aldea de El Chal.
– ¿Cuál es su misión en la aldea?
-Para nosotros los cristianos es muy importante la evangelización integral. Nos importa la persona entera, no sólo su transcendencia del más allá, sino también en la calle. Yo digo que la fe no solo sirve para bien morir, sino también para bien vivir. En Guatemala la fe nos sirve para ir construyendo una sociedad distinta, más igualitaria, luchar contra la situación de pobreza, violencia y miedo.
– ¿Qué proyectos realiza?
– Ayudamos desde la Comisión Pastoral Social para que la gente trabaje por la tierra y para concienciarles de que no vendan sus terrenos porque siempre acaban en manos de unos pocos terratenientes. A nivel educacional desde el programa Iger facilitamos el acceso a la enseñanza. Además, desde la Pastoral de la Mujer intentamos remitir la violencia intrafamiliar y recuperar el valor sobre la mujer y su trabajo. Por último, la Comisión de Derechos Humanos intenta crear conciencia del valor y respeto hacia la vida para disminuir la violencia y como no, se realiza una labor asistencial desde la parroquia para suministrar alimentos y alojamiento.
– ¿Cuál es la primera necesidad que existe ahora en Guatemala?
– Lo ideal sería que la gente tenga un trabajo. Aquí se supone que estamos en crisis pero los bares siguen llenos y la gente vestida a la última. Allí se encuentran en una verdadera crisis que ha producido el encarecimiento de todo y ha aumentado la pobreza.
– ¿Qué ha significado y significa para usted esta experiencia?
– A mi me ha cambiado la vida. Mi vida y mi fe tienen un antes y un después de Guatemala.