Necesitamos redescubrir que nuestra humanidad crece cuando ponemos en el centro al otro, buscando ante todo que el otro pueda vivir
(HOAC).- Del 13 al 16 de agosto se celebra en Segovia la XIII Asamblea General de la HOAC. Es la culminación de un proceso de reflexión, diálogo y oración en el que las y los militantes de la HOAC hemos compartido una visión común de la actual situación del mundo obrero y del trabajo, de la situación de la Iglesia, y hemos revisado las propuestas de vida y acción de nuestra XII Asamblea General, celebrada en 2009.
Desde esas premisas, la Asamblea servirá para tomar decisiones sobre cómo queremos ser, vivir y actuar en los próximos años como comunidad eclesial que quiere vivir y testimoniar a Jesús en medio del sufrimiento, el empobrecimiento y la inequidad que sufren hoy tantas personas y familias trabajadoras, para seguir construyendo Iglesia en las periferias del mundo obrero, como dice el lema de la Asamblea.
En la HOAC estamos viviendo este proceso asambleario con ilusión y esperanza, pero también con dolor. Son tiempos de mucho sufrimiento en el mundo obrero y del trabajo. La crónica injusticia que padece, resultado de la mercantilización de las personas por la reducción del trabajo humano a mercancía, ha devenido los últimos años en más explotación, más desigualdad, más precariedad vital, más empobrecimiento y exclusión, por la extensión de la inmisericorde lógica mercantil que nos ha llevado a la crisis y que se ha seguido aplicando para la salida de ella.
Son tiempos difíciles para muchas personas y familias trabajadoras, víctimas sacrificadas al ídolo del dinero, a un individualismo atroz e inhumano. Son tiempos que reclaman cambios muy profundos en la forma de vivir y de hacer las cosas, para poner de verdad la dignidad de las personas, y en particular las necesidades de los empobrecidos y excluidos, en el centro de la vida social.
Son tiempos que reclaman a gritos justicia, trabajo digno y solidaridad. Son tiempos, como dice constantemente el papa Francisco, de poner en primer lugar «la inclusión social de los pobres» para acabar con tanto sufrimiento y hacer posible el ser y el vivir con dignidad de todas las personas. Y, por ello, para la Iglesia, servidora de la humanidad en fidelidad a Jesucristo, son tiempos de hacer plenamente verdad en nuestras vidas que «cada cristiano y cada comunidad cristiana están llamadas a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» («Evangelii gaudium», 187).
En la raíz de la enorme fractura social, de las desigualdades y el empobrecimiento que padecemos, hay una profunda disolución de lo humano, una gran deformación del sentido de nuestra humanidad. Por eso, estamos convencidos de que responder hoy a las necesidades de los empobrecidos del mundo obrero pasa, más que nunca, por proponer un proyecto de humanidad, la forma de vida que nos muestra y propone Jesucristo como la más plenamente humana.
Una propuesta de vida cuyo centro es la comunión en el amor y la libertad, uniendo amor y justicia como camino de realización humana y de construcción de una sociedad justa y fraterna. Hemos construido una sociedad deforme y una humanidad deformada porque hemos seguido un camino que rompe en la práctica la dignidad humana; el camino de poner en primer lugar la búsqueda del propio interés, conveniencia o gusto, creyendo que así podemos ser felices y realizar nuestra humanidad.
Pero no, ese camino es el que provoca injusticia, empobrecimiento e inhumanidad, porque nos aleja de nuestra vocación a la comunión. Necesitamos redescubrir que nuestra humanidad crece cuando ponemos en el centro al otro, buscando ante todo que el otro pueda vivir. Así podremos construir relaciones personales y sociales humanas, justas y fraternas. Solo así. Este es el cambio de raíz que necesitamos.
Esa es la propuesta de vida que necesita nuestra sociedad, nuestro mundo obrero y del trabajo, y la que necesitamos vivir con más intensidad la Iglesia y, en ella, la HOAC, haciendo más realidad en nuestra vida que «cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal…, la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión» («Evangelii gaudium», 10).
Pedimos a Dios que nuestra XIII Asamblea General la aprovechemos como una oportunidad para crecer en esta manera de ser y de vivir.