La economía española sigue creciendo en cifras macroeconómicas, pero la sensación en la calle es bien distinta. Han pasado seis años desde la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia y, a pesar de los datos positivos en términos de PIB y empleo, hasta un 80% de los españoles considera que está económicamente igual o peor que en 2019. Esta percepción se ha consolidado en los últimos meses, según encuestas recientes, donde el malestar por el coste de la vida y la pérdida de poder adquisitivo dominan el debate social.
Un país dividido entre estadísticas y realidad cotidiana
Las cifras oficiales muestran un avance del PIB cercano al 3% interanual en 2024, colocando a España entre las economías europeas con mayor crecimiento. Sin embargo, esta bonanza no se traduce en optimismo generalizado. Según una encuesta realizada por Funcas en mayo de este año, el 55% de los españoles opina que la economía está peor que antes de la pandemia, mientras que un 25% cree que la situación es similar y solo un 20% afirma que ha mejorado.
El análisis revela que casi uno de cada cuatro encuestados califica la coyuntura como “mucho peor”, mientras que un 31% lo define como “algo peor”. Esta brecha entre las estadísticas macroeconómicas y la percepción social se explica por varios factores:
- El deterioro del poder adquisitivo.
- La persistente subida del coste de la vida.
- La incertidumbre sobre el futuro laboral, especialmente entre los jóvenes.
¿A qué clase social se sienten pertenecientes los españoles?
La autopercepción social también ha cambiado en estos años. Según barómetros recientes, una mayoría significativa se identifica con las clases medias-bajas o trabajadoras. Solo una minoría se declara parte de las clases medias-altas o altas. Esta tendencia refleja una sensación extendida de vulnerabilidad económica y temor ante posibles retrocesos.
Por ejemplo:
- El Barómetro Fiscal 2023 destaca una sólida conciencia fiscal y una preferencia clara por el mantenimiento del Estado del Bienestar, especialmente en sanidad, educación y pensiones.
- Las prioridades de gasto público expresadas por los ciudadanos refuerzan esa preocupación por los servicios esenciales frente a la inversión en otros sectores.
¿Por qué no cala el optimismo económico?
La explicación está en el bolsillo. A pesar del incremento del empleo registrado y las revisiones al alza del crecimiento económico por parte del Banco de España, el consumo privado se ha ralentizado y muchas familias siguen sintiendo presión sobre sus finanzas domésticas. Los precios han aumentado más rápido que los salarios reales y, aunque la inflación general muestra una tendencia a la baja, la inflación subyacente —especialmente en servicios— sigue resistiéndose a descender al ritmo esperado.
Además:
- El sentimiento negativo es más intenso entre quienes se ubican ideológicamente a la derecha (hasta un 76% piensa que la economía ha empeorado), mientras que entre quienes se identifican con la izquierda hay más división: un 38% cree que ha mejorado y cerca del 30% opina lo contrario.
- Entre los jóvenes, solo un 7% afirma que 2024 ha sido positivo en lo económico.
Satisfacción con los servicios públicos… pero sin euforia
Otro dato interesante es que, aunque hay satisfacción general con servicios como educación o transporte público (más del 80% satisfecho), existen críticas sobre su evolución reciente y una preocupación creciente sobre el fraude fiscal y el acceso a prestaciones sociales. Esto contribuye a ese clima de escepticismo sobre si realmente los avances económicos llegan a todos.
Las palabras clave: salud, tranquilidad… pero poco optimismo colectivo
Cuando se pregunta a los ciudadanos por sus deseos para 2025, destacan palabras como “salud”, “tranquilidad”, “trabajo” y “dinero”. Solo una minoría menciona metas colectivas como “prosperidad” o “paz”. Es decir, el foco está puesto en lo inmediato y lo personal: sobrevivir bien cada día antes que apostar por grandes sueños colectivos.
El futuro: ¿más confianza o resignación?
A pesar del crecimiento sostenido del PIB y las buenas previsiones para este año, el grueso de la población mantiene una visión escéptica respecto al rumbo económico. El ritmo de avance parece insuficiente para revertir las cicatrices sociales dejadas por la pandemia, la inflación y las sucesivas crisis internacionales. El malestar va más allá de los números: responde a sensaciones reales sobre empleo precario, salarios estancados y dificultades para llegar a fin de mes.
En resumen:
- El relato económico oficial choca con las experiencias cotidianas.
- La autopercepción social se sitúa lejos del optimismo.
- El Estado del Bienestar es visto como imprescindible para amortiguar el impacto económico.
- Los españoles piden certidumbre, salud y seguridad material para encarar el futuro inmediato.
La economía española avanza… pero muchos sienten que su moto sigue gripada.

