TENSIÓN MÁXIMA EN LA DIRECCIÓN SOCIALISTA

Pánico en el PSOE ante la sospecha de que los correos de Cerdán muestran vergonzosas claudicaciones de Sánchez ante proetarras y golpistas catalanes

Los socios de la Coalición Frankenstein no romperán con el PSOE por las putas o los robos; solo si se confirma con documentos la financiación ilegal del partido

Sánchez (PSOE) y Puigdemont (JUNTS)
Sánchez (PSOE) y Puigdemont (JUNTS). PD

Estan pillados.

Y chapoteando como gorrinos en la inmundicia.

Si algo define la actualidad política española es la capacidad del Partido Socialista para sorprender —y no siempre para bien— a propios y extraños.

La dimisión forzada de Santos Cerdán, exsecretario de Organización del PSOE y hasta hace días uno de los hombres más cercanos a Pedro Sánchez, ha desencadenado una tormenta interna sin precedentes, salpicada por las sospechas de que los correos y comunicaciones intervenidas puedan destapar claudicaciones políticamente vergonzosas ante partidos independentistas catalanes y herederos del entorno etarra.

Las alarmas han saltado en la sede socialista de la calle Ferraz, donde el nerviosismo es palpable.

Los socialistas, obsesinoados por mantener el cargo, las prebendas y los sueldos,  temen que el material incautado en las investigaciones judiciales revele negociaciones o instrucciones directas desde Moncloa para satisfacer exigencias de fuerzas como ERC, Junts o Bildu.

El objetivo: garantizar la supervivencia parlamentaria del Gobierno, incluso a costa de traspasar líneas rojas históricas del constitucionalismo español.

El escándalo ha alcanzado tal magnitud que la prensa internacional lo considera «la amenaza más grave hasta el momento» para el Ejecutivo, con diarios como The Times o Le Monde subrayando el papel clave de Cerdán en las «negociaciones a puerta cerrada» sobre la amnistía a los separatistas catalanes.

Todos los caminos llevan a Sánchez

La situación se complica aún más porque, como advierten ya incluso voces críticas dentro del propio partido, “todos los casos acaban en Sánchez”. No es una hipérbole. Los nombres de Ábalos, Koldo García o el propio Cerdán —figuras fundamentales en el ascenso y mantenimiento del actual presidente— aparecen sistemáticamente vinculados tanto al reparto de poder interno como a la gestión directa de pactos con formaciones abiertamente contrarias al marco constitucional.

El reciente informe policial que ha precipitado la caída de Cerdán describe un funcionamiento propio de una «organización criminal» en la cúpula socialista, centrada en presuntas comisiones ilegales por adjudicación de obras públicas. Aunque Sánchez insiste en desmarcarse, la cercanía y el historial compartido con los implicados han erosionado su autoridad interna y externa. La militancia madrileña, por ejemplo, vive dividida entre quienes ven al presidente como mártir acosado por una ofensiva mediática-judicial y quienes le responsabilizan directamente del deterioro institucional y la pérdida de credibilidad del partido.

Estrategia cortafuegos: aislar al caído para salvar al líder

La reacción oficial no se ha hecho esperar. Como ya ocurrió con Ábalos, el PSOE ha optado por su clásico “aislamiento exprés”: presentar cada caso como un incidente aislado, levantar un perímetro de silencio y confiar en que la onda expansiva no llegue hasta Moncloa. Sin embargo, esta vez la estrategia se resquebraja. La sucesión de escándalos ha provocado una situación inédita: dirigentes territoriales exigen un congreso extraordinario para redefinir el rumbo del partido e incluso se barajan nombres alternativos para pilotar una posible etapa postsanchista.

Mientras tanto, Sánchez desafía a la oposición a presentar una moción de censura —sabiendo que PP y Vox no suman mayoría— e intenta cerrar filas para evitar un adelanto electoral inmediato. El mensaje interno es claro: «Hay que dimensionar la crisis y no lastimar al Gobierno ni dar armas a la derecha», repiten desde Ferraz tras largas reuniones ejecutivas donde nadie plantea oficialmente elecciones anticipadas, aunque sí surgen propuestas para renovar órganos internos o abrir espacios reales de debate.

Los socios mantienen su apoyo… hasta que peligre la caja

En este contexto, los socios parlamentarios —desde Sumar hasta ERC o Bildu— mantienen su respaldo condicionado. Eso sí, como subraya el ambiente parlamentario en Madrid estos días, “solo romperán con Sánchez si peligra la caja”, es decir, si se ve amenazada su cuota en las transferencias presupuestarias o sus demandas políticas más urgentes. De momento, todos parecen preferir un PSOE debilitado pero dependiente antes que arriesgarse a nuevas elecciones que podrían fortalecer a la derecha.

No obstante, el temor entre los socialistas es que cualquier filtración comprometedora —por ejemplo, correos donde se explicitara alguna orden directa desde Moncloa para ceder ante exigencias proetarras o independentistas— podría precipitar una desbandada parlamentaria. La reciente dimisión de Cerdán no solo ha dejado huérfana a parte del aparato territorial; también ha reabierto viejas heridas sobre las alianzas tejidas desde 2017 para aupar y mantener a Sánchez en el poder.

Puigdemont ataca al Rey: más presión sobre el Gobierno

Por si fuera poco, mientras crece la tensión interna socialista, el expresidente catalán Carles Puigdemont ha intensificado sus ataques institucionales. Recientemente acusó al Rey Felipe VI y calificó como prevaricadores a los jueces del Tribunal Supremo por no aplicar la amnistía aprobada por el Parlamento nacional. Estos desafíos constantes desde Waterloo sirven tanto para galvanizar a sus bases como para poner contra las cuerdas al Gobierno central. Cada declaración aumenta la presión sobre Moncloa para avanzar en concesiones políticas —o al menos aparentar flexibilidad— frente al bloque independentista.

Mirando hacia adelante: incertidumbre total y curiosidades del caso

La incertidumbre reina entre los cuadros medios socialistas: algunos consideran inevitable una etapa «postsanchista», mientras otros apuestan por aguantar hasta agotar la legislatura. En paralelo resuenan anécdotas internas —como aquella vez en 2020 cuando fue precisamente Cerdán quien ayudó a Noelia Posse, exalcaldesa socialista de Móstoles, a sortear una crisis local— reflejo del complicado sistema interno de favores y equilibrios que ahora amenaza con venirse abajo.

No faltan quienes recuerdan que cada vez que estalla un escándalo relevante —sea Koldo, Ábalos o ahora Cerdán— se activa automáticamente una suerte de “protocolo CSI Ferraz”: borrar rastros incómodos y confiar en que ningún correo electrónico salga disparado hacia los titulares nacionales e internacionales.

Mientras tanto, los socialistas miran con resignación cómo sus adversarios políticos aprovechan cada resquicio para pedir explicaciones públicas… aunque todo indica que lo verdaderamente relevante se está decidiendo estos días en buzones electrónicos privados cuyo contenido todavía puede hacer saltar por los aires más alianzas parlamentarias y alguna que otra carrera política.

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