En pleno verano, cuando la península apenas respira entre olas de calor, Las Hurdes —una de las joyas ecológicas de Extremadura— se enfrenta a una amenaza devastadora.
Un incendio forestal declarado este martes en la localidad cacereña de Caminomorisco ha puesto en jaque a toda la comarca y ha obligado a las autoridades a tomar medidas drásticas.
Unos 120 vecinos de seis pequeñas alquerías han tenido que abandonar sus casas precipitadamente ante el avance imparable del fuego, una situación que recuerda que la emergencia climática no es un titular lejano, sino una realidad que arde ante nuestros ojos.
La activación del nivel 2 de peligrosidad en el Plan INFOEX no es baladí: implica la necesidad de sumar refuerzos estatales extraordinarios.
En esta ocasión, la Junta de Extremadura ha solicitado el despliegue de la Unidad Militar de Emergencias (UME), todo un símbolo nacional del combate contra catástrofes naturales.
La UME se une así a los más de 150 efectivos ya desplegados, junto a 14 unidades de bomberos forestales, medios aéreos y maquinaria pesada, en un operativo que parece sacado de una película bélica, pero cuyo enemigo es el fuego y el viento su cómplice más temido.
Cuando el entorno se convierte en combustible
Las Hurdes, conocidas por su paisaje abrupto y su mosaico de pinares y monte bajo, se enfrenta a un desafío añadido: su propia riqueza natural. Los bosques que hacen única a esta comarca son también un polvorín cuando las temperaturas superan los 40ºC y los vientos soplan con fuerza. La combinación letal entre calor extremo, sequedad ambiental y ráfagas erráticas ha favorecido la propagación rápida del incendio, que avanza sin piedad hacia zonas habitadas. Basta con asomarse a alguna pedanía para ver columnas de humo cubriendo el horizonte y cenizas flotando en el aire como si fuese nieve negra.
Este tipo de incendios no solo arrasan hectáreas de arbolado —aún no hay datos oficiales sobre la superficie calcinada—, sino que alteran todo el equilibrio ecológico local: afectan a especies protegidas, destruyen hábitats singulares y dejan tras de sí una estampa desoladora. Además, los efectos medioambientales no terminan cuando se apaga la última brasa. Las lluvias posteriores arrastran cenizas hacia ríos y embalses, contaminando aguas y aumentando el riesgo de erosión y deslizamientos en un terreno ya castigado.
Salud pública: mucho más que humo
La emergencia vivida en Las Hurdes no solo tiene rostro medioambiental. El impacto sobre la salud pública es inmediato y tangible. Los 120 vecinos desalojados —entre ellos personas mayores y familias con niños— han pasado la noche en alojamientos improvisados o residencias temporales, con la incertidumbre como compañera. El estrés emocional y el miedo al perderlo todo son tan reales como el picor de garganta por inhalar humo o las molestias oculares provocadas por las partículas suspendidas en el aire.
- El humo generado por incendios forestales contiene partículas finas (PM2.5), monóxido de carbono y otros compuestos tóxicos.
- Personas con asma, enfermedades pulmonares o cardíacas ven agravados sus síntomas durante episodios prolongados.
- El calor extremo incrementa los golpes de calor y deshidrataciones tanto entre vecinos como entre los propios equipos de extinción.
Las autoridades sanitarias extreman precauciones: se han distribuido mascarillas entre los habitantes próximos al incendio y se recomienda cerrar ventanas, evitar actividades al aire libre e hidratarse frecuentemente —con agua fresquita, aunque apetezca otra cosa—.
Una maquinaria humana contra el desastre
El despliegue logístico es digno de elogio (y no exento de cierta épica): camiones cisterna zigzaguean por pistas forestales mientras helicópteros descargan agua sobre focos incandescentes que reaparecen sin cesar. Técnicos del Medio Natural, voluntarios de Cruz Roja y efectivos del Ministerio para la Transición Ecológica colaboran codo con codo con bomberos locales, todos bajo las órdenes centralizadas desde un Puesto de Mando Avanzado, donde cada decisión puede marcar la diferencia entre salvar una aldea o perderla ante las llamas.
El papel protagonista lo asume ahora la UME, cuyos efectivos están entrenados para actuar en condiciones extremas: cortafuegos improvisados, evacuaciones exprés e incluso rescate de animales domésticos atrapados por el avance del fuego. Su presencia calma ánimos e insufla esperanza entre vecinos agotados.
Incendios forestales: ¿la nueva normalidad?
La recurrencia e intensidad creciente de estos incendios nos obliga a mirar más allá del parte meteorológico diario. Los expertos advierten que fenómenos como el ocurrido en Las Hurdes son cada vez más frecuentes debido al cambio climático global:
- Las olas de calor son más prolongadas e intensas.
- Los periodos secos se alternan con lluvias torrenciales que impiden la regeneración natural del monte.
- La acumulación histórica de biomasa inflamable incrementa el riesgo año tras año.
No es casualidad que en paralelo al incendio cacereño otras regiones sufran emergencias similares: Lleida, Ciudad Real o Ávila aparecen también estos días en los mapas rojos del riesgo forestal extremo. Este verano deja claro que proteger nuestros bosques es proteger nuestra salud… ¡y nuestro futuro!
Anécdotas y curiosidades: lo insólito entre las llamas
- En plena evacuación, algunos vecinos se llevaron consigo gallinas, perros e incluso una cabra disfrazada con pañuelo rojo “para distinguirla del humo”, según relataron a personal sanitario.
- Un bombero confesó —entre risas— haber pedido “por favor” al viento que cambiase de dirección “solo por una vez”, demostrando que incluso ante desastres hay lugar para el humor.
- Tras otros grandes incendios en Las Hurdes (como el devastador episodio vivido en 2009), se han descubierto especies vegetales resistentes al fuego capaces de rebrotar apenas semanas después del paso del incendio: todo un recordatorio naturalista del poder regenerador del bosque mediterráneo.
- La UME lleva en sus vehículos kits especiales para rescatar mascotas atrapadas… ¡incluyendo transportines para gatos rebeldes!
En definitiva, lo vivido estos días en Las Hurdes es una lección —ardiente— sobre nuestra vulnerabilidad ante fenómenos extremos pero también sobre la capacidad colectiva para responder unidos. Mientras tanto, todos seguimos pendientes del parte meteorológico… Y cruzando los dedos para que llegue pronto esa ansiada lluvia fina.
