ÚLTIMAS COMIDAS ANTES DE LA EJECUCIÓN

De Ted Bundy y otros asesinos: las últimas cenas más chocantes del corredor de la muerte

Litros de helado, filetes gigantes, hamburguesas triples y una aceituna entre los platos elegidos por condenados a muerte antes de su ejecución

El momento previo a la ejecución de un condenado a muerte es uno de los más intensos y simbólicos del sistema penitenciario.

Entre la burocracia y el drama humano, existe un ritual peculiar: la elección de la última comida.

A día de hoy, 20 de agosto de 2025, este detalle sigue generando debate, curiosidad y hasta cambios legislativos en Estados Unidos.

La última cena de los condenados a muerte es un ritual cargado de simbolismo, mitos y excentricidades, especialmente en países como Estados Unidos, donde se permite a los presos elegir su última comida antes de la ejecución, aunque con restricciones como presupuestos limitados o la prohibición de alcohol.

El ritual de la última cena es visto por algunos como un acto de humanidad, pero otros, como el activista Lawrence Hayes, lo consideran una forma de aliviar la culpa de los verdugos más que de consolar al condenado. En Texas, tras el caso de Lawrence Russell Brewer, se argumentó que era inapropiado otorgar un privilegio que los condenados no ofrecieron a sus víctimas, lo que llevó a servir la misma comida de prisión a todos. Además, las elecciones suelen reflejar recuerdos personales o comidas reconfortantes: hamburguesas, pollo frito, helado, conectando al condenado con su pasado.

Este ritual, aunque fascinante, también pone en cuestión la moralidad de la pena de muerte, ya que humaniza a los condenados mientras la sociedad decide su destino final, generando un contraste entre lo cotidiano de comer y lo definitivo de la ejecución.

LOS MENÚS

Los menús solicitados por los presos son tan diversos como sus historias personales.

Desde litros de helado hasta filetes gigantes, hamburguesas triples o una simple aceituna, cada plato parece esconder un mensaje final, una declaración silenciosa o una búsqueda desesperada de consuelo.

El corredor de la muerte, lejos de lo que muestran las películas, es un escenario donde lo absurdo y lo humano se mezclan con naturalidad.

La historia reciente está marcada por elecciones singulares que han trascendido lo gastronómico:

  • Lawrence Russell Brewer pidió una última cena tan abundante que resultó insólita: dos filetes empanados con salsa gravy y cebolla salteada, hamburguesa triple, tortilla de carne y queso, okra frita, tres fajitas con guarnición, medio kilo de carne a la barbacoa con pan, medio litro de helado, dulce de mantequilla de cacahuete y tres root beers. Lo más llamativo es que Brewer no probó bocado. Este gesto indignó tanto al senador John Whitmire que Texas abolió la tradición de «última comida especial», y desde entonces el menú es estándar para todos los reclusos.
  • Timothy McVeigh, responsable del atentado de Oklahoma City en 1995 que dejó 168 muertos y más de 680 heridos, pidió como última comida dos tarrinas grandes de helado de menta con trozos de chocolate. Un capricho sencillo para alguien cuya vida terminó marcada por el terror.
  • Ricky Ray Rector, condenado por doble asesinato y con graves deficiencias mentales tras intentar suicidarse disparándose en la cabeza, pidió bistec, pollo frito, refresco de cereza y pastel de nueces pecanas. Lo curioso es que pidió guardar el pastel «para más tarde», mostrando una desconexión total con su destino inmediato.
  • Víctor Feguer solicitó una sola aceituna con hueso. Tras su ejecución en 1963 en Iowa por secuestro y asesinato, explicó que deseaba que «un olivo brotara de su tumba como señal de paz». Los guardias encontraron la aceituna en su bolsillo al recoger el cuerpo.
  • Ted Bundy, uno de los asesinos en serie más conocidos del siglo XX, renunció a solicitar un menú especial. Recibió el tradicional plato carcelario: filete (punto medio), huevos (poco hechos), hash browns (patatas ralladas fritas), tostadas con mantequilla y mermelada, leche y zumo. No comió nada.
NombreÚltima comida solicitadaFecha ejecuciónCuriosidad destacada
Lawrence BrewerFiletes empanados gigantes, hamburguesa triple, tortilla carne/queso, okra frita2011No tocó ningún plato
Timothy McVeighDos tarrinas grandes helado menta/chocolate2001Pedido simple tras gran atentado
Ricky Ray RectorBistec, pollo frito, refresco cereza, pastel nueces pecanas1992Quiso guardar el pastel para después
Víctor FeguerUna aceituna con hueso1963Esperaba que brotara un olivo
Ted BundyMenú tradicional prisión (filete/huevos/hash browns/tostadas/leche/zumo)1989No comió nada

Entre litros de helado y hamburguesas triples: análisis social y psicológico

La elección del último menú tiene un trasfondo psicológico evidente. Algunos presos buscan comodidad en sabores asociados a su infancia; otros dejan mensajes políticos o espirituales. Hay quienes rechazan comer o escogen algo absurdo para subrayar su indiferencia ante el sistema.

  • El caso del helado es recurrente: tanto McVeigh como otros condenados pidieron grandes cantidades para su despedida. El frío del helado puede evocar recuerdos tranquilos o simplemente ser un placer sencillo frente a la incertidumbre.
  • Los filetes gigantes o hamburguesas triples reflejan deseos insatisfechos o ansias desmedidas: comer mucho antes del final es casi una burla al propio límite físico.
  • La aceituna solitaria sintetiza lo simbólico: Víctor Feguer usó su último acto para lanzar un mensaje pacificador en medio del horror.

La tradición fue durante años una muestra mínima de compasión institucional antes del cumplimiento de la sentencia máxima. El chef Brian D. Price llegó a preparar cerca de 300 últimas cenas entre 1991 y 2001 en Texas; cada plato era cubierto cuidadosamente «como muestra de respeto» antes del traslado al recluso. Tras la polémica con Brewer, Price defendió ante CNN mantener este gesto humanitario: “¿No podemos mostrar nuestro lado compasivo?”.

Anécdotas y curiosidades sobre los condenados

  • Lawrence Brewer nunca probó nada del festín solicitado; ese acto provocó el fin oficial del privilegio en Texas.
  • Ted Bundy pasó sus últimas horas leyendo y declinó cualquier petición especial; ni siquiera probó el menú tradicional ofrecido.
  • Víctor Feguer llevó la aceituna consigo hasta el final; muchos interpretaron esto como un intento poético por dejar huella tras su muerte.
  • En algunos casos se han pedido platos imposibles por cuestiones logísticas o presupuestarias: pizzas familiares con ingredientes exóticos o mariscos frescos no suelen estar disponibles.
  • Otros condenados han compartido parte de su menú con familiares presentes o incluso han rechazado cualquier tipo de comida.

Mitos:

  1. Venganza de los espíritus: Un mito antiguo, especialmente en algunas culturas, sugería que ofrecer una última cena era una forma de apaciguar el alma del condenado para evitar que regresara como espíritu vengativo. Aunque esta creencia no está documentada en prácticas modernas, persiste en el imaginario popular.
  2. Indicador de inocencia: Estudios, como el del Laboratorio de Alimentación y Marcas de la Universidad de Cornell, han sugerido una correlación entre rechazar la última cena y la proclamación de inocencia. Aproximadamente el 72 por ciento de los que negaron su culpabilidad no pidieron una comida especial, comparado con solo el 8 por ciento de los que admitieron su crimen, lo que lleva a especular que la elección de la comida podría reflejar la percepción de inocencia del condenado. Sin embargo, esto no es concluyente y podría ser manipulado por reos conscientes de esta interpretación.

Excentricidades:

  1. Peticiones extravagantes: Algunos condenados han hecho solicitudes inusuales. Por ejemplo, Lawrence Russell Brewer en Texas pidió un menú excesivo en 2011: dos filetes de pollo, una hamburguesa triple, tortilla de queso, medio kilo de carne a la barbacoa, etc., y luego no lo comió, lo que llevó a la abolición de la última cena personalizada en Texas.
  2. Simbolismo poético: Victor Feguer, ejecutado en Iowa en 1963, pidió una sola aceituna con hueso, con la esperanza de que un olivo creciera de su cuerpo como símbolo de paz. Aunque algunas fuentes dicen que pidió una aceituna sin hueso, la leyenda persiste como un gesto poético.
  3. Minimalismo o rechazo: Algunos optan por la simplicidad, como Aileen Wuornos, quien pidió solo una taza de café, o Gary Mark Gilmore, quien pidió seis huevos duros, pan y café, pero solo tomó el café. Otros, como Ángel Nieves Díaz, rechazaron la comida por completo.
  4. Peticiones con trasfondo: Philip Workman, ejecutado en 2007, pidió que su última cena fuera una pizza vegetariana para una persona sin hogar, aunque su solicitud fue denegada. Este gesto altruista contrasta con el crimen por el que fue condenado.
  5. Comidas copiosas: Gary Carl Simmons Jr., ejecutado en 1996, pidió un festín que incluía dos pizzas, diez botes de queso parmesano, Doritos, Cherry Coke, y helado de frambuesa, logrando consumir la mitad.

El futuro incierto del último menú

Con la abolición progresiva en varios estados norteamericanos del derecho a elegir última comida especial (Texas fue pionero tras el caso Brewer), la tradición se diluye entre restricciones presupuestarias y debates éticos. Hoy día muchos presos reciben simplemente lo mismo que cualquier otro interno.

El menú final sigue siendo símbolo potente: refleja humanidad frente al rigor extremo y recuerda que incluso los peores criminales conservan hasta el último momento un gesto personal e irrepetible.

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