LES JODE A LOS MEDIOCRES SER COMPARSA
PROPUESTA DE ETOPEYA DE OTRAMOTRO
QUE LA FIRMA DE FRAY EJEMPLO PORTA
Hay un asunto que le sigue a mi amigo Otramotro allí donde va, que lo persigue, cual perro sabueso, que planea y gravita insistentemente sobre su perspicaz, dicaz y atento intelecto, quiéralo o no, el fracaso. Tengo para mí que a Otramotro no le costaría agavillar quinientas o mil palabras sobre él y sus fiascos, si tuviera un mínimo porcentaje (una quinta parte, al menos, del total) de certeza de que, haciéndolo, el dolor, ausente de daño físico, que siente por haberse dedicado en cuerpo y alma, durante tantos años, a la creación literaria, y no haber sacado aún nada en limpio de provecho, a pesar de todo, ha merecido la pena, porque ahí está y queda el resultado, pendiente del pertinente escrutinio. ¿Cómo puede ser que algo, que ha requerido tantas horas de lecturas y relecturas escogidas, amén de escrituras sin cuento, haya sido baldío?
Me consta que mi mencionado amigo ha leído muchas veces ese pensamiento de Mohandas Karamchand, Mahatma Gandhi, en el que el apóstol hindú de la no violencia afirma que: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”, pero, por el motivo que sea, él no lo consigue exprimir satisfactoriamente, extraerle todo el jugo o zumo que contiene y, a renglón seguido, quitarle las impurezas y pepitas, porque, de resultas de todo ello, a pesar del denuedo que pone en tamizarlo oportuna y correctamente, no se lo termina de creer.
Como Otramotro, servidor también ha comprobado, de manera fidedigna, que no a todos los seres humanos nos quedan o sientan bien algunas ropas o vestidos, algunos disfraces. A Otramotro, verbigracia, por la razón que sea, al caerle o quedar mejor esa idea del epidemiólogo estadounidense Jonas Edward Salk que dice que “la recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho”, a ese menester, un día sí y otro también, se dedica.
Otramotro considera que el culpable de que él no haya obtenido todavía cuanto se ha ganado a pulso la tiene alguien con mucho poder, que le tiene tirria, porque no se deja comprar; no es venable, venal, vendible.
Según mi personal perspectiva o prisma sobre el caso, creo, a pies juntillas, que mi amigo Otramotro, aunque no va desencaminado, no ha dado con ninguno de sus dardos aún de lleno en el blanco o centro de la diana, esto es, ha errado ene veces en el diagnóstico. La razón de que él no haya logrado el prestigio entre la crítica y el público, ni el renombre entre sus pares, al que, sin duda, se ha hecho digno acreedor, ahí está su obra, esperando lectores inteligentes que se la lleven a los ojos (o a las yemas de sus dedos, si conocen el sistema braille) y la valoren con justo rigor, estriba o radica en la envidia, el pecado por antonomasia o excelencia que suele acompañar, como si fuera su propia sombra, a todo quisque español, que un grupo de mediocres, encabezado por el más espabilado de ellos (y ya se sabe que en el país de los invidentes —escribo el término sin ánimo despreciativo o peyorativo a los ciegos, por supuesto, como he intentado que quedara claro y cristalino arriba— el tuerto es el rey), le tienen. No pueden entender, ni mucho menos aceptar o admitir lo evidente, notorio y público, que alguien con escasos medios o recursos, los imprescindibles, haya escrito tanto o más de cuanto ellos han trenzado de manera conjunta. Y eso les fastidia o jode mucho, tanto que se les llevan los demonios a las calderas de Pedro Botero. Así que, mancomunadamente, hacen todo lo posible para ningunearlo, para mantenerlo en el anonimato, como el arpa de la Rima VII de Gustavo Adolfo Bécquer, silenciosa y cubierta de polvo, arrumbada.
Eusebio, a ese que llaman fray Ejemplo.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com
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