La pregunta es cuándo, porque da la impresión de que al inquilino de la Casa Blanca no le queda otra que apretar, apretar y apretar.
Necesita Donald Trump llegar a las elecciones de medio término, dentro de un año, con la cabeza de Nicolás Maduro en una bandeja.
Las próximas elecciones midterm en Estados Unidos están programadas para el 3 de noviembre de 2026, que es el martes siguiente al primer lunes de noviembre, como establece la ley federal.
Son claves para dominar el Congreso, porque en ellas se elegirán representantes a nivel federal, estatal y local.
- Nivel federal:
- Todas las 435 bancas de la Cámara de Representantes (cada una por distrito congresional, término de 2 años).
- 35 bancas del Senado (más 2 elecciones especiales en Florida y Ohio por vacantes debido a nombramientos en la administración Trump, como Marco Rubio como Secretario de Estado y JD Vance como vicepresidente). Los senadores sirven 6 años, renovando un tercio cada ciclo.
- Nivel estatal y local:
- Gobernadores en 36 estados y 3 territorios (por ejemplo, carreras abiertas en Georgia, Kentucky y Carolina del Norte).
- Miles de legisladores estatales, secretarios de estado, fiscales generales y más.
- Elecciones locales como alcaldes, jueces y referendos en condados y ciudades.
Se esperan más de 40.000 cargos en total, con participación de los partidos Demócrata y Republicano, además de independientes. Habrá al menos 3 elecciones especiales en la Cámara.
RETÓRICA Y BARCOS
La retórica ha dado paso a movimientos bélicos en torno a Venezuela.
Con Trump endureciendo las amenazas militares, el entorno de Maduro intensifica discretamente contactos, sondeos y estrategias de fuga.
La cuestión ya no es si el régimen puede continuar como hasta ahora, sino quién tomará las riendas en Caracas después del colapso.
La mezcla de presión militar, sanciones económicas, designaciones como organizaciones terroristas y el desgaste interno han llevado a la narcodictadura venezolana a su punto más vulnerable en años.
El régimen se sostiene por inercia y miedo, pero la lógica política desde Washington y las divisiones dentro del chavismo sugieren un desenlace más próximo que lejano.
Trump convierte Venezuela en un campo de pruebas
En menos de un año, la nueva administración ha pasado de las amenazas verbales a una estrategia de confrontación gradual con Caracas:
- Se ha emitido una orden ejecutiva para catalogar a grandes cárteles latinoamericanos —incluido el Cártel de los Soles— como organizaciones terroristas extranjeras.
- Se ha autorizado al Pentágono para utilizar la fuerza contra estos grupos, teniendo a Venezuela como eje central.
- La recompensa por la captura de Maduro se ha elevado a 50 millones de dólares, la cifra más alta ofrecida por Estados Unidos contra un líder extranjero.
- Se han llevado a cabo operaciones navales y aéreas en el Caribe, con al menos 21 ataques contra embarcaciones relacionadas con narcotráfico, mientras que Caracas denuncia que son “narcoterroristas inventados”.
- Se ha emitido una advertencia a la aviación civil debido al aumento de actividad militar alrededor del espacio aéreo venezolano, lo cual analistas interpretan como un posible preámbulo para ataques selectivos.
A esta ofensiva militar se suma una clara dimensión política. La Administración Trump ha dejado claro que ya no considera a Venezuela solo como una molesta dictadura petrolera, sino como un nodo clave en el crimen organizado, terrorismo y la influencia rusa e iraní en la región. Este nuevo enfoque eleva la importancia del tema: ya no se trata únicamente de democracia, sino también de seguridad nacional para Estados Unidos.
Para Trump, permitir que Maduro permanezca en el poder tras haber elevado tanto la apuesta sería un costo político difícilmente justificable ante su base electoral y ante los círculos de seguridad. La lógica desarrollada en Washington lleva a una conclusión incómoda para el chavismo: si el presidente estadounidense busca coherencia estratégica, tarde o temprano debe eliminar al núcleo duro del régimen, comenzando por su líder.
Una narcodictadura acorralada
Venezuela ya no es presentada en los informes de seguridad simplemente como un Estado fallido; ahora se le considera un narcoestado, estructurado alrededor de:
- El Cártel de los Soles, incrustado en la cúpula militar, que utiliza puertos, aeropuertos y aduanas para exportar cocaína masivamente.
- La megabanda Tren de Aragua, convertida en una amenaza transnacional dedicada al sicariato, extorsión y trata de personas desde Chile hasta Estados Unidos.
- Vínculos operativos y financieros con Hizbulá y redes asociadas con Irán, que utilizan territorio venezolano para blanquear dinero y logística.
Esta estructura criminal no solo sostiene económicamente al régimen, sino que también lo convierte en un objetivo prioritario para agencias occidentales. La designación del Cártel de los Soles y del Tren de Aragua como organizaciones terroristas —apoyada por senadores influyentes— abre la puerta legal a acciones militares dirigidas contra “infraestructura” del régimen y no solo contra grupos armados.
El chavismo se enfrenta así a un dilema clásico propio de regímenes mafiosos: cualquier concesión que debilite su capacidad represiva o sus negocios acelera su caída; mantener el statu quo refuerza aún más los argumentos para una intervención más contundente.
El chavismo explora una transición sin Maduro
Mientras Trump intensifica la presión, parte del aparato chavista está evaluando salidas controladas. Según revelaciones sobre negociaciones discretas, figuras clave como Jorge y Delcy Rodríguez han sondeado a emisarios estadounidenses sobre fórmulas para una transición que preserve al chavismo sin Maduro al mando.
Uno de esos esquemas filtrados a medios en Miami proponía:
- Maduro permanecería en Venezuela con garantías de seguridad.
- Delcy Rodríguez asumiría la presidencia durante una transición acordada.
- Estados Unidos obtendría acceso preferencial al sector energético venezolano.
- Washington suavizaría o retiraría cargos criminales contra varios miembros del alto mando chavista, incluido Maduro.
Sin embargo, la Casa Blanca ya considera a gran parte del liderazgo chavista como parte indivisible del mismo sistema corrupto. La reciente designación del Cártel de los Soles como organización terrorista “dirigida por Maduro y altos mandos militares” complica cualquier intento superficial donde solo cambie el rostro visible del poder.
El margen para que aparezca un “chavista aceptable” existe, pero se va reduciendo:
- Podría ser un militar con menor exposición internacional presentado como garante del orden frente al caos.
- O bien un civil del PSUV con perfil tecnocrático encargado de negociar reformas económicas y elecciones controladas.
El problema es que muchos nombres potenciales ya están vinculados a investigaciones sobre narcotráfico, corrupción o violaciones a derechos humanos. Resulta complicado para Washington presentarlos como aliados fiables.
Maduro entre la resistencia y la huida
En público, Maduro sigue aferrándose al guion habitual: denuncia “amenazas colonialistas”, decreta “máxima alerta” y moviliza milicias y bases del PSUV. Asegura que nunca se irá y que resistirá “con el pueblo y las armas”. Sin embargo, lo cierto es que dentro del poder se perciben otras dinámicas.
Tres factores internos marcan este periodo:
- Búsqueda de refugios seguros
- Equipos cercanos al presidente están explorando destinos potenciales para exilio: Rusia, Irán, Turquía o algunos países africanos e incluso aliados en el Caribe.
- La catalogación de estructuras chavistas como terroristas limita opciones: muchos Estados temen convertirse en blanco de sanciones secundarias o acciones encubiertas.
- Además, la experiencia reciente con otros aliados caídos (como Saddam Hussein o Gadafi) pesa sobre los cálculos personales de Maduro ante el aumento constante por su captura.
- Desconfianza dentro del círculo chavista
- Los militares asociados al Cártel de los Soles son conscientes de que cualquier pacto personal hecho por Maduro podría dejarlos expuestos ante la justicia internacional.
- Civiles dentro del PSUV temen un colapso caótico que derive en purgas o ajustes internos.
- Esta mezcla explosiva alimenta el deseo entre algunos sectores de apartar a Maduro para salvar lo que queda del proyecto chavista aunque sea bajo otra versión más “presentable”.
- Cálculo sobre cuánto aguantar
- La economía sigue devastada mientras la migración masiva erosiona aún más la base social del chavismo.
- Los cuerpos represivos —Dgcim, Sebin, FAES— mantienen su control mediante el miedo; sin embargo, su prestigio interno y recursos también están disminuyendo.
Maduro intenta ganar tiempo: agita su discurso antiimperialista buscando apoyo retórico en Moscú, Pekín o Teherán mientras explota cualquier fisura dentro del frente opositor. Pero cada vez tiene menos margen para maniobrar.
¿Caída inminente o reciclaje del sistema?
La gran pregunta no es tanto si caerá el actual presidente sino cómo sucederá eso y qué vendrá después. Existen cuatro escenarios discutidos entre diplomáticos y analistas:
- Salida negociada de Maduro con reciclaje chavista
- Algún líder “aceptable” toma las riendas prometiendo reformas graduales y elecciones bajo control.
- Se mantiene gran parte del aparato represivo e ilícito pero bajo perfil bajo.
- Trump podría presentarlo como una victoria parcial aunque no resuelva el problema estructural del narcoestado.
- Golpe interno sin negociación externa previa
- Sectores militares deciden apartar a Maduro intentando reducir así la presión internacional.
- El nuevo liderazgo ofrecería limitada colaboración contra narcotráfico buscando reconocimiento internacional.
- Washington tendría que decidir si rompe o no con su doctrina habitual sobre no legitimar golpes internos.
- Escalada militar selectiva por parte Estados Unidos
- Ataques dirigidos contra infraestructura asociada al Cártel de los Soles así como bases armadas estratégicas vinculadas al régimen.
- El objetivo sería quebrantar la moral cercana a Maduro forzando rupturas internas sin necesidad de invasión terrestre.
- El riesgo radica en fomentar sentimientos nacionalistas defensivos entre parte de la población provocando una espiral violenta.
- Colapso lento con fragmentación territorial
- El régimen pierde poder real; bandas locales toman autonomía mientras Venezuela se desliza hacia una especie de Somalia petrolera.
- Este escenario preocupa especialmente tanto a vecinos como a Europa debido al efecto desestabilizador regional.
La combinación entre presión militar ejercida por Trump junto con las designaciones recientes como narcodictadura terrorista, sumado a las maniobras internas dentro del chavismo apunta hacia posibles combinaciones entre los escenarios 1, 2 y 3; todos ellos tienen algo en común: cada vez es más prescindible incluso para sus propios aliados.
La incógnita no es si el actual ocupante del palacio presidencial busca salidas; es cuánto tiempo le tomará encontrar una puerta cuyo umbral no lo lleve ni ante un tribunal ni tras las rejas. Y cuando finalmente cruce ese límite si será realmente Venezuela quien dé vuelta a su situación o simplemente estará cambiando cocinero sin dejar atrás ese plato amargo servido durante tantos años.
