Los lectores del diario del Grupo Prisa piden una mayor exigencia en el uso del lenguaje
No son el Grupo PRISA muy dados a la contricción. Basta escuchar un rato la Cadena SER, que por momentos recuerda a la ‘Radio Tirana‘ de la Guerra Fría, en palabras de un ex redactor del Imperio Polanco o seguir la cobertura que hacen de la campaña de Alfredo Pérez Rubalcaba, pero hay que reconocerles que se procupan del envoltorio.
El mejor ejemplo es la labor de Milagros Pérez Oliva, quien cada domingo saca una tribuna analizando quejas, fallos y detalles relacionados siempre con ‘El País’.
En su última entrega, el pasado 11 de septiembre de 2011, la Defensora del lector del diario, se hace eco de las quejas por errores y faltas de ortografía que ha recibido durante el pasado mes.
«Es una muestra de los horrores de agosto. Puestas una detrás de otra, las quejas por errores conforman la radiografía de nuestras carencias. Y son muchas. Demasiadas para los estándares de calidad a los que aspira este periódico».
Pérez Oliva afirma que los errores se producen «cuando han fallado todos los mecanismos de seguridad».
También señala que en el balance de agosto «la edición digital aparece como la más vulnerable».
«Todo apunta a que hay un problema de exigencia individual, un problema de supervisión y también un problema de formación».
Concluye revelando que, en una reunión celebrada el pasado lunes 12 de septiembre, el director Javier Moreno hizo un severo reproche a toda la redacción
EJEMPLOS
El domingo 24 de julio, por ejemplo, una entrevista a Baudilio Tomé aparecía con el titular «No preveemos recortes masivos de empleo público».
Un lector detectó que ese mismo error se repite en 12 noticias publicadas desde 2010.
El 10 de agosto, Alfonso Susanna escribió a la Defensora para advertir de que «por segundo día consecutivo» figuraba en una crónica sobre los disturbios de Londres la siguiente frase: «Cameron ha presidido (…) una reunión (…) para evaluar la respuesta a los saqueos y disturbios que han llevado en 4 días ha practicar 768 detenciones».
En la entrevista al actor Jason Momoa, publicada en El País Semanal del domingo 14, escribimos «a elegido usted», en lugar de «ha elegido usted», y en la crónica bursátil del día 10 podía leerse que «también hacabó el día en rojo el español Ibex 35″. Horrible.
Josep Manuel Sabater escribía el 15 de agosto: «Realmente el nivel de la enseñanza española debe ser muy bajo cuando en el periódico más solvente del país se confunde algoritmo por logaritmo».
La confusión se producía, por dos veces, en la crónica «El cámping de Els Alfacs demanda a Google para que retire enlaces sobre la tragedia de 1978». Manuel Campíñez, médico de familia de Vallcarca, encontró otro error en la noticia «El Gobierno prevé ahorrar 2.400 millones con los medicamentos».
En ella se decía: «La propuesta de recetar por principio activo (omeprazol en vez de losartán, por ejemplo)». Pues no era un buen ejemplo, porque se trata de dos medicamentos diferentes y, por tanto, no son sustituibles. El omeprazol es un protector estomacal y el losartán un antihipertensivo. Sustituir uno por otro sería una barbaridad.
En la crónica «Los túneles secretos del coronel» se dijo que «el líder libio puso en marcha en 1984 la construcción de cientos de miles de kilómetros de túneles».
Teniendo en cuenta que, como señala Juan Luis Corcobado, «la red entera de carreteras de España está formada por unos 163.000 kilómetros», la longitud de los túneles de Gadafi resultaba a todas luces excesiva. Y, sin embargo, a nadie le chocó.
Ese mismo día, 25 de agosto, Alfonso Ormaetxea encontró otro error también muy frecuente: «Confundir el billion de Estados Unidos, es decir, mil millones, con nuestro billón, que es un millón de millones».
El error resultaba especialmente grosero, dado el contexto de crisis, pues decíamos que el magnate que ha contratado al jugador de fútbol Eto’o, Suleiman Kerimov, «tiene un patrimonio de 7,8 billones de dólares, el mismo que Berlusconi y su familia».
Tan sorprendente era que la fortuna del magnate ruso fuera de billones de dólares como que la mujer más rica de Francia, la propietaria de L’Oréal, Liliane Bettencourt, hubiera acumulado solo 16 millones de euros, como se decía el día anterior en otra crónica.
En ese texto se atribuía también a Stephane Richard una fortuna de 1,7 millones de euros, cuando, según el lector Juan M. Moral, «ese fue su sueldo del año pasado como directivo de France Telecom».
Hay titulares que, además de descuido, demuestran ignorancia: «El joven asesinado por la policía en Londres murió por una única bala».
Este titular, como certeramente señala Pau Segrelles, de Valencia, revela que quien puso la noticia en página ignora los tiempos del procedimiento judicial, la diferencia entre homicidio y asesinato y el concepto de dolo.

