Unos macarras.
No sólo machistas y mangantes, que también.
Sobre todo horteras y guarros.
En el verano de 2025, España asiste atónita a una nueva entrega del culebrón político conocido como caso Koldo, una historia que parece escrita por un guionista con afición por lo grotesco y lo burdo.
Las últimas filtraciones de audios y mensajes, recopiladas por la Guardia Civil, han destapado el reverso más sórdido del poder: instrucciones sexistas para “las señoritas” en reuniones oficiales, sugerencias para triturar papeles comprometedores y hasta relatos sobre furgones repletos de prostitutas rumbo al Parador de Teruel.
Si alguien pensaba que la política española ya había alcanzado su cénit de escándalos, los protagonistas de esta trama—Koldo García, exasesor de José Luis Ábalos, y su entorno—han demostrado que siempre se puede ir un poco más allá.
La aparición de audios en los que Koldo García da consejos explícitos a las mujeres asistentes a reuniones—“que se vea la teta”, ordenaba con desparpajo—ha generado una ola de indignación pública y una crisis sin precedentes en el seno del PSOE. No sólo queda en evidencia una cultura interna tóxica, sino que además subraya la persistencia del machismo estructural en las altas esferas políticas españolas.
Pero esto es solo la punta del iceberg. Los detalles escabrosos han venido acompañados por revelaciones sobre presuntas maniobras para hacer desaparecer pruebas tras el cese ministerial de Ábalos: “Te puedo regalar una trituradora para que tritures esos papeles”, le sugirieron apenas dos meses después de su salida del Ministerio. La sombra del encubrimiento planea sobre los despachos oficiales, mientras crecen las sospechas sobre destrucción deliberada de documentación comprometida.
La banda del Peugeot: sexo, poder y corrupción
El imaginario popular se ha cebado con el apodo de “la banda del Peugeot”, ese grupo variopinto que, según los audios judicializados, no dudaba en convertir actos oficiales en escenarios dignos de una película cutre de los años ochenta. Las conversaciones entre Koldo García y otros miembros del círculo socialista revelan una mezcla explosiva:
- Instrucciones para “quedar bien”: Se detallaba hasta el vestuario femenino para agradar a determinados interlocutores.
- Organización logística: No sólo se hablaba de contratos públicos o mordidas; también se organizaban viajes con prostitutas en furgón al Parador de Teruel, poniendo el listón ético bajo mínimos.
- Uso familiar de la influencia: En los audios aparecen menciones a las “sobrinas” de Ábalos y a cómo podían ser útiles en determinados encuentros o reuniones.
La mezcla entre lo familiar y lo institucional raya lo paródico, pero evidencia hasta qué punto las redes clientelares y los favores personales están incrustados en algunas prácticas políticas.
De la corrupción institucional al descrédito político
El caso Koldo va mucho más allá del folclore tabernario. Las investigaciones abiertas por la Audiencia Nacional han destapado ramificaciones que afectan directamente a la financiación ilegal del PSOE, el amaño sistemático de contratos públicos durante la pandemia—con comisiones millonarias en juego—y un uso descarado del poder para fines personales.
- Mordidas y comisiones: Los informes policiales apuntan a más de 54 millones de euros adjudicados irregularmente en contratos sanitarios durante la emergencia sanitaria.
- Financiación ilegal: Parte de estos fondos habrían acabado presuntamente engrosando las arcas del partido socialista, un extremo aún bajo investigación judicial.
- Protección institucional: Se indaga si altos mandos policiales o miembros del propio Gobierno facilitaron cobertura o hicieron la vista gorda ante las actividades ilícitas de Koldo y compañía.
El daño reputacional es ya incalculable. El PSOE ha reaccionado con rapidez anunciando auditorías internas, expulsiones fulminantes y comisiones parlamentarias ad hoc. Pedro Sánchez ha comparecido visiblemente molesto, prometiendo tolerancia cero frente a cualquier conducta machista o corrupta. Sin embargo, los rivales políticos no pierden ocasión para exigir explicaciones e incluso especulan con mociones de censura o adelantos electorales.
Entre lo grotesco y lo sistémico: impacto social e institucional
Lo peor para el socialismo español no es sólo el bochorno mediático; es el desgaste estructural. Las luchas internas salen a la luz junto con antiguas heridas mal cerradas —como la purga interna sufrida por Adriana Lastra— mientras Sumar se distancia y el bloque parlamentario cruje. La ciudadanía asiste entre indignada y resignada al desfile diario de nuevas revelaciones:
- Se evidencian prácticas clientelares enquistadas desde hace años.
- Se refuerza el estigma sobre la falta de regeneración democrática.
- El caso erosiona aún más la confianza pública en las instituciones.
El clima político nacional está dominado por un ambiente tóxico donde cada nuevo audio alimenta un ciclo inacabable de escándalo—reacción—medida cosmética. Mientras tanto, medios internacionales observan perplejos cómo España parece reinventar el género negro-político semana tras semana.
Cuando la realidad supera a la ficción
Para quienes buscan anécdotas dignas de una novela satírica (o directamente tragicómica), este caso rebosa material:
- El apodo “banda del Peugeot” surge porque varios viajes se organizaban en furgonetas o vehículos modestos, lejos del glamur habitual; lo cual no impidió cierta opulencia en sus fiestas privadas.
- El episodio del “furgón de putas al Parador” ha quedado grabado en redes sociales como uno de los momentos más sórdidos jamás relatados sobre funcionarios públicos españoles.
- Los audios incluyen perlas como instrucciones literales sobre cómo debían vestirse (o desvestirse) determinadas invitadas para agradar a empresarios afines.
Y si alguien pensaba que lo peor era el contenido sexualmente explícito, basta recordar aquel mensaje donde se ofrecía una trituradora como solución exprés para problemas administrativos. Porque aquí todo se soluciona triturando papeles… o reputaciones.
