“Día del Pilar. Mientras se entregaban medallas a todos —hasta al perro de servicio—, nadie recordó a los UMDVERDES, los guardias civiles que se adelantaron a su tiempo defendiendo la democracia dentro del Instituto Armado.”
Este año se cumplen cincuenta años del nacimiento de la Unión Militar Democrática (UMD), aquel grupo de oficiales y suboficiales del Ejército español que, en plena dictadura franquista, apostaron por algo que hoy puede parecer obvio pero que entonces era un acto de heroísmo: la democracia.
Lo hicieron cuando significaba jugarse la carrera, la libertad y hasta la vida. Eran militares de honor, no conspiradores. Querían unas Fuerzas Armadas al servicio del pueblo soberano, no de una ideología o de un caudillo. Su memoria fue durante años sepultada por el silencio institucional, y su reconocimiento llegó tarde y a medias, cuando la Transición ya había pasado página.
La herencia moral de los militares demócratas
La UMD fue disuelta, sus miembros encarcelados y expulsados, pero su legado sobrevivió. Sin ellos, el cambio político de 1978 habría sido más difícil. Fueron el primer hilo de una ética militar republicana y democrática, consciente de que el uniforme no debía separar al soldado del ciudadano, sino proteger sus derechos.
Esa misma convicción, medio siglo después, resurge en otro cuerpo uniformado: la Guardia Civil. En ella, un grupo de agentes y mandos —los UMDVERDES— asumió en los años ochenta y noventa una misión similar: defender la democracia dentro de la propia institución, reclamando derechos sindicales, transparencia, modernización y respeto a la dignidad profesional del guardia.
UMDVERDES: los tricornios demócratas
Los UMDVERDES son los herederos naturales de la UMD, aunque sus trincheras fueran distintas. Mientras aquellos desafiaron al franquismo, los segundos lo hicieron contra los restos de un autoritarismo enquistado en la estructura del Estado democrático. Fueron sancionados, expulsados, perseguidos y difamados. Pero no traicionaron su juramento. Lo cumplieron mejor que muchos: servir a España desde la lealtad constitucional.
El reconocimiento les ha llegado, pero con la frialdad burocrática de una rehabilitación administrativa sin memoria moral. Fueron rehabilitados, sí, pero no reconocidos públicamente como lo que son: los guardianes de la democracia dentro del propio instituto armado. Su papel en la transformación de la Guardia Civil, en la apertura al diálogo interno y en la defensa de los derechos humanos merece un homenaje institucional y ciudadano.
De la clandestinidad al olvido
Los nombres de aquellos pioneros —los Gervasio Puerta, José Ignacio Domínguez, Luis Otero, Fortes y tantos otros— hoy se estudian en seminarios y actos conmemorativos. Pero los nombres de los guardias civiles demócratas de UMDVERDES siguen siendo casi desconocidos. La historia oficial los ignora, y el relato mediático los reduce a anécdotas. Sin embargo, sin su empuje, sin sus denuncias, sin su sacrificio, hoy no existirían asociaciones profesionales de la Guardia Civil ni un espacio de crítica y autodefensa de los derechos del agente.
Dos generaciones, una misma lucha
La UMD luchó para que España tuviera democracia.
Los UMDVERDES lucharon para que la democracia llegara también a los cuarteles y a los acuartelamientos.
Ambos pagaron un precio que la nación todavía no ha compensado: la pérdida de su carrera, su honor mancillado y décadas de marginación institucional.
La historia de ambos colectivos nos recuerda que la democracia no fue un regalo, sino una conquista dentro y fuera de los cuarteles. Si hoy podemos hablar de derechos, de participación y de Estado de Derecho, es porque hubo militares que, desde su silencio, desde la represión o desde el exilio interior, apostaron por el futuro de todos.
Un reconocimiento pendiente
Cincuenta años después de la fundación de la UMD, España debería cerrar esa deuda moral. No con medallas ni actos de protocolo, sino con un reconocimiento político y público que incluya también a sus herederos: los UMDVERDES, los tricornios demócratas que, en tiempos más recientes, continuaron la misma lucha por la dignidad y la libertad.
Porque como escribió uno de ellos: “Defender la democracia dentro del cuerpo armado más antiguo de Europa fue un deber, no un delito.”
Y porque, sin memoria y sin justicia, la democracia que defendieron seguirá siendo una democracia incompleta.
