Madrid se rindió, por una tarde, a la quietud de los jardines que se reflejan en el agua, al sabor delicado de los baozi y a la filosofía de vida que emana de los paisajes acuáticos. El pasado 29 de septiembre, el restaurante El Bund se convirtió en una ventana abierta a miles de kilómetros, en un viaje sensorial a la provincia de Jiangsu, en China. No fue solo una presentación turística al uso. Fue una inmersión.
Bajo la organización del Centro de Promoción de Turismo de Jiangsu en España, dependiente del Departamento Provincial de Cultura y Turismo de Jiangsu, el evento logró algo poco común: trasladar, por un instante, el espíritu de un lugar lejano al corazón de la capital. Asistieron representantes de instituciones clave como el Centro Cultural de China en Madrid, la Oficina de Turismo de China, la Academia Mundial de Gastronomía y la Federación Mundial de Periodistas de Turismo, junto a turoperadores, agencias de viajes y medios de comunicación. Todos con un interés común: descifrar las claves de un destino que aspira a ser prioritario para el viajero español.
La velada se articuló bajo un lema tan sencillo como poderoso: “cultura + turismo”. Una fusión que cobró vida a través de la proyección del vídeo oficial “Encanto Acuático de Jiangsu”, presentaciones temáticas y, el plato fuerte, una degustación de cocina auténtica que sirvió como el puente más efectivo entre dos culturas.

Donde el agua es el alma de todo
Si tuviera que definir Jiangsu con una sola palabra, sería “fluir”. La provincia, ubicada en la costa este de China, tiene en el agua su seña de identidad. El río Yangtsé la atraviesa, el Gran Canal de China serpentea por su territorio y el lago Taihu, uno de los más grandes de agua dulce, es un espejo que duplica la belleza de sus orillas. No es solo una cuestión geográfica. El agua aquí ha moldeado la cultura, la economía, la arquitectura y, por supuesto, la gastronomía.
En su intervención, Simon Wu, representante de Turismo de Jiangsu, lo dejó claro. Invitó a los presentes a descubrir un destino de “belleza paisajística, exquisita cocina y estilo de vida encantador”. No eran palabras vacías. Jiangsu es una de las regiones más prósperas y culturalmente ricas de China. Cuenta con un impresionante patrimonio que incluye sitios declarados Patrimonio Mundial de la UNESCO, como sectores del Gran Canal y los Jardines Clásicos de Suzhou, elementos de Patrimonio Cultural Inmaterial y una red de museos y pueblos acuáticos que parecen detenidos en el tiempo.

Durante la presentación, pudimos acercarnos a algunas de sus expresiones culturales más delicadas. Las figurillas de barro de Wuxi, por ejemplo, son pequeñas obras de arte que capturan expresiones y escenas cotidianas con una viveza conmovedora. La cerámica Zisha de Yixing, famosa en todo el mundo para la preparación del té, no es simplemente una vajilla. Es el resultado de una arcilla única y una técnica milenaria que dota a cada tetera de un carácter propio, mejorando con el uso y el paso del tiempo.
Y, por supuesto, los jardines. La estética de los jardines tradicionales de Jiangsu, especialmente los de Suzhou, es un ejercicio de filosofía en piedra, agua y vegetación. No se diseñan para imponer, sino para sugerir. Para crear microcosmos donde la naturaleza y la intervención humana se armonizan. Pasear por ellos es una lección de equilibrio y una experiencia profundamente meditativa.
Para hacer todo esto tangible, se presentaron las cuatro rutas turísticas “Encanto Acuático de Jiangsu 2025”. Estas propuestas, diseñadas pensando específicamente en el perfil del viajero español, son un intento serio y bien estructurado de llevar al visitante más allá de los circuitos convencionales. Prometen sumergirle en la cultura viva, la historia profunda y los paisajes serenos de la región. Son el itinerario perfecto para quien busca comprender, no solo ver.

Cuando la comida es el lenguaje universal
Pero si hay algo que puede derribar cualquier barrera en cuestión de segundos, es la comida. La parte gastronómica del evento no fue un simple aperitivo. Fue la columna vertebral de la conexión emocional.
Los chefs del restaurante El Bund, especializado en la cocina de esta región, prepararon una selección de platos icónicos. Los invitados no solo los probaron; pudieron aprender sobre su origen y significado. Es el caso del baozi de tres delicadezas de Yangzhou, un bollo al vapor relleno de una sabia mezcla que deshace en la boca, o el famoso pescado ardilla de Suzhou, un plato que debe su nombre a la técnica de fileteado que se asemeja a la cola de una ardilla y que se sirve con una agridulce salsa de tomate que realza su textura crujiente.

Cada bocado venía acompañado de una explicación. Se nos contó cómo la cocina de Jiangsu, una de las ocho grandes tradiciones culinarias de China, privilegia la frescura de los ingredientes, las texturas sutiles y los sabores equilibrados, huyendo de la exageración. Es una cocina que respeta el producto y que habla de una filosofía de vida: la búsqueda de la armonía.
Fue fascinante escuchar a los asistentes, entre sorbo y sorbo de té, encontrar puntos en común. “Aunque los sabores son distintos, en el fondo, la cocina china y la española comparten algo esencial: el amor por la vida y el respeto por la tradición”, comentaba un representante de una agencia de viajes. Es cierto. Ambas culturas entienden la mesa como un lugar de encuentro, de celebración y de transmisión de historias.
Profesionales del sector turístico y periodistas especializados coincidieron en señalar la riqueza cultural, la autenticidad y la proyección internacional de Jiangsu. No lo ven como un destino más de China, sino como una región con una identidad tan marcada y atractiva que tiene un potencial enorme para convertirse en uno de los favoritos de los viajeros españones en los próximos años. Sobre todo para aquellos que ya han visitado Pekín o Shanghái y buscan una experiencia china más íntima y sutil.

Un futuro que se construye con puentes
El evento concluyó con una sensación optimista y un plan de acción claro. La apuesta no es puntual. El Centro de Promoción de Turismo de Jiangsu en España ha dejado claro que este acto es solo el primer paso de una estrategia continuada.
Su objetivo es consolidar la marca “Encanto acuático de Jiangsu” en el imaginario colectivo de los españoles. Para ello, desarrollarán más iniciativas que integren cultura y turismo de forma orgánica, ampliando los canales de cooperación entre China y España. Se habla de futuras colaboraciones con turoperadores, acciones con influencers del sector de viajes y una presencia constante en ferias y eventos especializados.

La perspectiva es ambiciosa pero realista. No se trata de competir con otros destinos chinos, sino de ofrecer una propuesta de valor única. Jiangsu no es la China de la grandiosidad monumental, sino la China de la delicadeza, de los detalles cuidados, de los paisajes que calman el espíritu y de una gastronomía que es un regalo para los sentidos.
Al salir de El Bund, con el sabor del pescado ardilla aún en el paladar y la imagen de los jardines de Suzhou en la retina, uno tenía la certeza de haber vislumbrado algo especial. No fue solo una presentación turística. Fue una invitación a un viaje sereno. A un lugar donde el tiempo fluye con la calma del agua, y donde la belleza se encuentra en los detalles. Jiangsu ya no es un nombre en un mapa. Es una promesa de experiencia. Y Madrid ha sido el primer paso para que el viajero español decida cumplirla.
