Soy de la opinión de que María Corina está refugiada en la embajada de Estados Unidos en Venezuela y que desde allí ha tomado un avión diplomático para viajar hasta Oslo, aunque de forma un tanto tortuosa. Lo que está claro es que riesgos no ha corrido. El problema que tiene este relato es que Maduro podría protestar por el mal uso de la embajada y para evitar esta posibilidad se ha inventado una fuga inverosímil acompañada por un comando estadounidense experto en operaciones de este tipo.
No se lo habrá creído nadie, y Maduro menos todavía, pero no puede decir nada dado que no puede presentar ninguna prueba. Habrá ido de un sitio a otro y de este al de más allá, hasta que finalmente habrá podido pillar un avión comercial fuera del alcance de los comunistas. Ella ha sufrido mucho a lo largo de su vida y ahora tiene la victoria en la punta de los dedos. No va a dejarse matar de un modo estúpido cuando ya puede vislumbrar el éxito. Por de pronto va despertando oleadas de admiración. La gente iría a luchar con ella para derrocar a Maduro, que todavía no se ha enterado de que ya no pinta nada en este mundo. Solo puede aumentar el daño hecho. Sería bonito que desde una cárcel de máxima seguridad de Venezuela pudiera ver el progreso del país, la alegría de la gente, el contagio a los países vecinos. Esto no ha hecho más que empezar. Claro que es mejor que sea condenado a cadena perpetua por un tribunal penal internacional y que deba cumplir la pena en una cárcel venezolana custodiada por soldados de varios países. Junto con él deberían estar sus secuaces del gobierno, también sin posibilidad alguna de salir, pero teniendo todos al alcance las noticias de Venezuela, el optimismo de las gentes.