En el mapa, Anguila es esa pequeña franja de arena blanca y aguas turquesas al norte de Saint-Martin, famosa entre millonarios y celebridades por su tranquilidad y sus hoteles de lujo.
Pero desde hace poco, esta isla británica de apenas 91 kilómetros cuadrados y unos 16.000 habitantes ha dejado de ser solo un destino para ricos y famosos.
Ahora, su nombre circula en los despachos de Silicon Valley y entre los gigantes tecnológicos más influyentes del planeta, desde Google hasta Elon Musk.
Todo por culpa —o, mejor dicho, gracias— a un detalle administrativo del siglo pasado: el dominio de internet .ai, asignado a Anguila en 1995, mucho antes de que la inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés) se convirtiera en la gran revolución tecnológica del siglo XXI.
Nadie podía prever entonces que esas dos letras iban a ser oro digital. Y, sin embargo, aquí estamos: Anguila factura millones cada año gracias a la fiebre global por las direcciones web que terminan en .ai.
Un dominio que se convierte en mina de oro
El fenómeno es tan sencillo como sorprendente. La explosión de la inteligencia artificial ha disparado la demanda de nombres de dominio .ai. Empresas de todo el mundo quieren vincular su marca a la IA, y para eso necesitan direcciones como google.ai, x.ai o meta.ai. El resultado: en 2023, los ingresos de Anguila por registros de dominios .ai se cuadruplicaron, superando los 32 millones de dólares. Esto representa aproximadamente un 20% del presupuesto público de la isla, una cantidad impensable para una economía históricamente dependiente del turismo y la pesca.
Para ponerlo en contexto, estos ingresos equivalen a lo que costaría construir varias escuelas, renovar hospitales o mantener la red de carreteras durante años. El gobierno de Anguila, lejos de dormirse en los laureles, ha empezado a invertir parte de este inesperado maná en infraestructuras y servicios para la población.
Algunos datos clave:
- Más de 556.000 dominios .ai registrados a finales de 2024, un crecimiento del 62% respecto al año anterior.
- Tarifas de registro que pueden llegar a miles de dólares según la demanda y la exclusividad del nombre.
- Empresas tecnológicas y startups compiten por asegurar nombres estratégicos, lo que multiplica el valor del dominio y la recaudación para Anguila.
El auge de la inteligencia artificial: del laboratorio al día a día
Este fenómeno no se entiende sin mirar el contexto global. La inteligencia artificial vive un momento de esplendor, con avances que van mucho más allá de los chatbots o los asistentes virtuales. En 2025, la IA ya ha transformado desde la medicina, con diagnósticos asistidos y descubrimiento acelerado de fármacos, hasta la movilidad, con vehículos autónomos de quinta generación que circulan por ciudades complejas.
Entre los avances más destacados se encuentran:
- Modelos de lenguaje multilingüe capaces de entender y generar texto con precisión casi humana.
- Diagnóstico médico temprano y personalizado, que mejora la supervivencia y reduce costes sanitarios.
- Automatización creativa: IA que compone música, pinta cuadros o escribe relatos, colaborando con artistas.
- Ciberseguridad inteligente, capaz de detectar ataques en tiempo real y aprender de cada intento.
- Asistentes virtuales con capacidad de interpretar emociones y ofrecer respuestas empáticas.
La demanda por parte de empresas y particulares de productos y servicios asociados a la IA está en máximos históricos, lo que explica el furor por los dominios .ai y el papel inesperado de Anguila en este tablero global.
Un caso de éxito y una advertencia para el futuro
El caso de Anguila es tan peculiar como ejemplar. Nadie en la isla imaginaba hace una década que su prosperidad estaría ligada a una tendencia tecnológica mundial. Pero la gestión eficiente y la visión para aprovechar este activo digital han convertido a Anguila en un modelo para otros pequeños territorios con recursos limitados pero con activos digitales valiosos.
Sin embargo, no todo es color de rosa. El auge de la IA plantea preguntas sobre la dependencia de ingresos volátiles, el riesgo de especulación y la necesidad de invertir en educación tecnológica para que la población local no quede al margen de la ola digital. Además, la concentración de recursos en pocos sectores puede generar desigualdades o tensiones internas si no se gestiona con transparencia.
A día de hoy, 5 de septiembre de 2025, Anguila sigue disfrutando de su inesperada fortuna digital. Pero los expertos insisten: tan importante como aprovechar el momento es prepararse para el futuro. Los avances en IA no se detendrán y, con ellos, las oportunidades —y los desafíos— para quienes sepan leer las señales de la economía digital.
Mientras tanto, en las playas de Anguila, el mar sigue igual de azul. Solo que ahora, bajo la arena, hay algo más que caracolas: hay millones en código binario y una lección de cómo la tecnología puede cambiar el destino de un lugar, casi por casualidad.
