LA RISA EN HUMANOS Y ANIMALES, UN VIAJE EVOLUTIVO

El origen científico de la risa: cuando la evolución se carcajea

La risa, ese misterioso estallido de alegría, conecta cerebros y especies mientras esconde secretos evolutivos y curiosidades que fascinan a la ciencia

La risa
La risa. PD

Pocas cosas resultan tan universales y a la vez tan personales como la risa.

Basta con escuchar una carcajada en el metro para que, aunque no sepamos la causa, una sonrisa se nos escape.

Pero, ¿de dónde surge este impulso casi incontrolable? ¿Acaso fue el primer chiste contado por un antepasado peludo bajo una acacia africana? Hoy, la ciencia tiene pistas fascinantes.

Los estudios más recientes han desvelado que la risa es mucho más antigua que el lenguaje humano. Los bebés sonríen ya en su primer mes de vida y empiezan a reírse alrededor de los tres meses, incluso antes de comprender las normas sociales o saber qué es un chiste. Y aún más asombroso: las personas sordociegas, que nunca han visto ni oído una risa, también ríen espontáneamente. Esto indica que el mecanismo es innato, no aprendido.

El Homo ergaster y la primera reunión de amigos

Para muchos científicos, el origen evolutivo de la risa podría encontrarse hace unos dos millones de años, cuando nuestros ancestros Homo ergaster desarrollaron estrategias para reforzar los vínculos del grupo. La risa habría servido como una poderosa herramienta para favorecer la cohesión social sin necesidad del lenguaje, algo muy útil para sobrevivir en entornos hostiles donde era vital saber en quién confiar.

En este contexto prehistórico, reír juntos tenía un propósito: unir al grupo, disolver tensiones y facilitar la cooperación. Si alguna vez te has reído con alguien a quien apenas conoces y has sentido esa chispa de conexión inmediata, puedes agradecerle ese superpoder a tus genes ancestrales.

Animales que se parten de risa (aunque no cuenten chistes)

Durante siglos se pensó que la risa era un rasgo exclusivo del ser humano. Ya en la Antigüedad, filósofos como Pitágoras o Aristóteles defendían que solo nosotros éramos capaces de reír; era “lo propio del hombre”, decían solemnes desde sus pergaminos. Pero hoy sabemos que se equivocaban (aunque seguro lo habrían celebrado con una buena carcajada).

Diversos estudios han documentado que al menos 65 especies animales emiten sonidos similares a la risa humana, especialmente durante el juego o cuando les hacen cosquillas. Entre los protagonistas del club de los risueños figuran perros, vacas, delfines, loros e incluso urracas.

  • En los primates no humanos (chimpancés, bonobos), las risas se parecen a jadeos entrecortados durante juegos.
  • Las ratas emiten ultrasonidos cuando juegan entre ellas o cuando las acarician suavemente.
  • Los delfines emiten sonidos especiales en situaciones sociales alegres.
  • Los loros kea producen un “trino” contagioso: si un loro lo escucha grabado, empieza a jugar y reír con más energía.

¿Y por qué estos animales ríen? Todo apunta a que estos sonidos cumplen funciones sociales similares a las nuestras: refuerzan vínculos y favorecen el juego seguro entre individuos.

Neuronas espejo y el misterio de la risa contagiosa

¿Te has preguntado por qué resulta casi imposible resistirse al sonido de una buena carcajada? La culpa es de las llamadas neuronas espejo, células cerebrales especializadas en imitar el comportamiento observado en otros. Cuando vemos u oímos a alguien reír, estas neuronas activan automáticamente nuestro sistema emocional y muscular para prepararnos… ¡para reír también!

Este mecanismo no solo es divertido sino fundamental para nuestra vida social: al compartir risas generamos empatía, confianza y cohesión grupal. Por eso, incluso los bebés sonríen al ver sonreír a otros: nacemos programados para conectar mediante la risa.

Cuando reír da miedo: el cerebro en cortocircuito

No todas las risas provocan alegría. Una carcajada fuera de contexto —como la famosa Alexa riendo sola en mitad de la noche— puede ponernos los pelos de punta. Aquí entra en juego la amígdala cerebral, experta en detectar amenazas y regular emociones intensas.

Cuando percibimos una risa inesperada o inquietante (el clásico payaso terrorífico), nuestro cerebro experimenta una mezcla contradictoria: placer por el estímulo positivo y alarma ante lo inexplicable. Es ese escalofrío tan peculiar que mezcla risa nerviosa y ganas de salir corriendo.

Curiosidades científicas para dejarte con la sonrisa puesta

La ciencia no pierde ocasión para asombrarnos con datos sobre la risa:

  • En promedio, un adulto ríe unas 15 veces al día… aunque hay quien supera este récord antes del desayuno.
  • Reír activa más de 400 músculos del cuerpo. Es decir, una buena carcajada equivale a ir al gimnasio sin moverse del sofá (ideal para perezosos).
  • La risa tiene efectos terapéuticos demostrados: reduce el dolor percibido (libera endorfinas), mejora el sistema inmune y disminuye los niveles de estrés.
  • En Japón existen clubes de “terapia de la risa”, donde grupos enteros se reúnen solo para practicar carcajadas colectivas.
  • Las ratas no solo “ríen” cuando juegan: si se les hace cosquillas repetidamente buscan repetir la experiencia con sus cuidadores humanos.
  • Existen diferencias culturales notables: mientras en Occidente mostramos abiertamente los dientes al reír (señal amistosa), en algunas culturas asiáticas se cubre la boca por modestia.
  • El récord Guinness a la mayor cantidad de personas riendo juntas lo ostenta India: ¡más de 16.000 personas riendo al mismo tiempo!

La próxima vez que te sorprendas riendo ante un meme absurdo o contagiado por el ataque hilarante de tu amigo más payaso, recuerda: tu cerebro está haciendo lo mismo que hace millones de años ayudó a nuestros antepasados a sobrevivir… solo que ahora lo hace frente a una pantalla y con emojis incluidos.

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