LA CARRERA POR LA INMORTALIDAD EN EL SIGLO XXI

Venki Ramakrishnan, Premio Nobel de Química, avisa sobre la posibilidad de alargar la vida hasta los 150 años

Un Premio Nobel de Química alerta sobre cómo extender la longevidad humana transformará las sociedades, mientras China desarrolla una pastilla que promete revolucionar el envejecimiento

Venki Ramakrishnan, Premio Nobel de Química, avisa sobre la posibilidad de alargar la vida hasta los 150 años
Edad, vejez, tiempo, generación. PD

La búsqueda de la eterna juventud ha sido una obsesión humana desde tiempos remotos.

Desde alquimistas medievales hasta emperadores de antaño y millonarios contemporáneos, muchos han dedicado recursos ingentes a encontrar ese Santo Grial del bienestar perpetuo.

Hoy, en pleno siglo XXI, esa fantasía se presenta más cercana a hacerse realidad de lo que jamás habríamos pensado. En los laboratorios de Lonvi Biosciences, con sede en Shenzhen, un grupo de investigadores chinos se encuentra trabajando en un hallazgo que podría ser uno de los más significativos de nuestra era: una cápsula antienvejecimiento elaborada a partir de una molécula obtenida de semillas de uva, la cual promete extender la vida humana hasta los 150 años.

Lo realmente impresionante no es solo la ambición del proyecto, sino la rapidez con la que avanza. El director tecnológico de la compañía, Lyu Qinghua, ha declarado sin titubeos al New York Times que «vivir hasta los 150 años es completamente realista» y que «en algunos años, será una realidad».

Estas no son palabras lanzadas al aire por un soñador desinformado, sino afirmaciones respaldadas por datos preliminares que han suscitado un notable interés en el ámbito científico internacional. La molécula protagonista se denomina proantocianidina C1 (PCC1), y su funcionamiento es tan ingenioso como agresivo: ataca directamente a las llamadas «células zombi», esas células envejecidas que resisten su propia muerte y, en su obstinación por seguir vivas, generan inflamación crónica y diversas patologías asociadas a la vejez.

Los ensayos realizados exclusivamente con ratones han arrojado resultados asombrosos.

El tratamiento con PCC1 logró aumentar la esperanza de vida de estos roedores entre un 9% y un 64%, según el momento vital en que se administró. Lo intrigante es que este efecto no solo se limita a prolongar los años de vida, sino también a mejorar el healthspan, ese periodo en el cual los organismos mantienen una buena salud y funcionalidad. Cuando se aplicaba en edades más avanzadas, los beneficios eran aún más notables, sugiriendo que nunca es demasiado tarde para iniciar un tratamiento así. El CEO de Lonvi, Ip Zhu, no ha dudado en calificar su descubrimiento como «el Santo Grial», reflejando tanto la magnitud del objetivo como la confianza depositada en esta tecnología.

La advertencia de un Nobel: cuando vivir más significa vivir diferente

No obstante, mientras los laboratorios chinos celebran sus logros, una voz autorizada ha surgido para advertir sobre las complejidades que podría acarrear una extensión radical de la vida humana. Venki Ramakrishnan, quien ganó el Premio Nobel de Química en 2009, ha dejado claro su punto: alargar la esperanza de vida no es simplemente un avance médico; representa una transformación profunda en la naturaleza misma de nuestras sociedades.

Durante su intervención en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a finales de noviembre de 2025, Ramakrishnan presentó un argumento que va más allá del optimismo tecnocientífico. Este científico originario de India subrayó que el uso de tecnologías para extender la longevidad podría dar lugar a desigualdades económicas sin precedentes y alterar fundamentalmente las estructuras sociales existentes. «Las sociedades están cambiando y volviéndose más estáticas. Por ejemplo, viven más tiempo pero no tenemos nuevos nacimientos. Con el tiempo esto transformará las relaciones entre generaciones», explicó Ramakrishnan. Su preocupación no es baladí: si solo los ricos tienen acceso a esta longevidad extrema mientras las personas con menos recursos envejecen según patrones actuales, el resultado sería una brecha generacional y económica devastadora.

El verdadero desafío radica, según Ramakrishnan, no solo en prolongar la vida sino también en asegurar que esos años adicionales se vivan con dignidad y calidad. Muchos países están invirtiendo recursos en investigaciones para hacer el envejecimiento más saludable; sin embargo, hay un riesgo evidente: prolongar vidas sin mejorar las condiciones en las cuales vivirán esas personas mayores. Si alguien vive 150 años pero pasa los últimos 80 sumido en soledad o enfermedad, ¿realmente habremos alcanzado algo significativo? Ramakrishnan enfatiza que es esencial garantizar que los ancianos puedan mantener su independencia y productividad; deben ser vistos como un aporte a la sociedad y no como una carga. «Que no sean una carga; deben estar sanos durante tantos años como sea posible y eso está relacionado con investigar el envejecimiento», afirmó contundentemente.

La conciencia de la mortalidad: lo que nos hace humanos

Una reflexión profunda compartida por Ramakrishnan durante sus conferencias es que nosotros, los seres humanos, somos la única especie plenamente consciente de nuestra propia mortalidad. A diferencia del resto del reino animal que vive el presente sin esa angustiosa preocupación por lo futuro, nosotros sabemos que vamos a morir; entendemos que ese destino es inevitable para todos. Esta conciencia ha moldeado nuestras culturas durante milenios. Prácticamente todas las religiones han desarrollado mecanismos simbólicos para enfrentar el tema muerte: desde creencias sobre reencarnación hasta promesas de vida eterna. Ramakrishnan señala cuatro estrategias principales ideadas por los humanos para lidiar con nuestra mortalidad: evitar morir; creer en algún tipo de resurrección corporal; además de otras interpretaciones filosóficas o religiosas sobre nuestra existencia.

Lo curioso es que ahora, gracias a los avances biotecnológicos, esa primera estrategia —no morir— deja atrás su carácter abstracto para comenzar a materializarse en laboratorios reales. El libro titulado «Por qué nos morimos: La nueva ciencia del envejecimiento y la búsqueda de la inmortalidad», escrito por Ramakrishnan, explora cómo la ciencia contemporánea está replanteando estas cuestiones fundamentales. Su investigación sobre ribosomas —las estructuras celulares encargadas de producir proteínas— le ha permitido entender mejor por qué nuestra capacidad para generar proteínas disminuye con el paso del tiempo. Este conocimiento resulta crucial para comprender cómo tal deterioro influye tanto en nuestra salud como en el desarrollo futuro de nuevas terapias antienvejecimiento.

China: la apuesta nacional por la longevidad

El interés mostrado por China hacia las investigaciones sobre longevidad no surge ni es marginal. Pekín ha integrado lo que llaman «ciencia de la longevidad» dentro de su agenda nacional estratégica; esta rama abarca biología celular, genética, farmacología y análisis computacional para crear terapias capaces de retrasar enfermedades vinculadas al envejecimiento. Apenas tres meses atrás, Putin y Xi Jinping dialogaron acerca del potencial para vivir 150 años; esto indica cómo esta investigación ha trascendido lo meramente científico para convertirse también en cuestión política internacional e incluso competencia geopolítica.

La compañía Lonvi Biosciences representa tan solo una parte visible dentro de esta estrategia más amplia. China está priorizando inversiones significativas en inteligencia artificial, biociencia y medicina personalizada con el fin posicionarse como líder global en innovación. Lo notable acerca del PCC1 es su origen natural. Los antioxidantes provenientes de semillas uva han sido objeto estudio durante décadas; sin embargo, Lonvi parece haber descubierto un mecanismo específico y potente capaz distinguirse claramente frente a simples suplementos dietéticos. Se teoriza que esta molécula puede eliminar células senescentes sin dañar células sanas —un objetivo largamente buscado dentro del ámbito farmacológico senolítico—.

Cautela científica frente a optimismo empresarial

A pesar del entusiasmo generado alrededor estos anuncios recientes, muchos expertos científicos mantienen una postura cautelosa bien fundamentada. Los ensayos realizados han sido exclusivamente con animales hasta ahora; carecemos aún dede ensayos clínicos publicados en humanos o revisiones independientes validadas respecto a su eficacia o seguridad . Esta falta datos verificados está detrás del recelo mostrado por parte profesionales especializados. Las entidades reguladoras requieren pruebas rigurosas antes autorizar cualquier fármaco destinado tener efectos sistémicos; desde luego una cápsula destinada afectar al envejecimiento requeriría someterse exhaustivas pruebas.

Este optimismo empresarial coexiste incómodamente junto al escepticismo científico recordando constantemente que ratones no son humanos. Lo efectivo roedores laboratorio —con genomas controlados vidas cortas—no necesariamente traducirse efectos similares organismos humanos —con genomas diversos vidas largas sistemas biológicos infinitamente más complejos— Sin embargo resulta relevante señalar aquí que dicho escepticismo implica rechazo alguno: si PCC1 o compuestos parecidos demostraran seguridad eficacia humanos podrían abrir nuevas rutas hacia prolongar vida saludable . Actualmente este campo se encuentra ante emocionante bifurcación entre promesa evidencia entre ambición realidad científica.

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