Don Gabino siempre ha estado allí cuando le hemos necesitado en Mensajeros de la Paz. Nunca nos ha defraudado ni con el corazón ni con las obras
(Padre Ángel).- Medio siglo es una meta difícil de alcanzar, por mucha vocación, por mucho amor, por mucha entrega que se ponga. Don Gabino lo ha logrado: se cumplen ahora 50 años de su ordenación como obispo. Medio siglo de buen hombre, de buen sacerdote, y de excepcional pastor.
Una ocasión única, merece un homenaje único. Un homenaje que se dé con el corazón, porque las palabras no suelen ser suficientes. ¡Qué hermoso es festejar a alguien que se lo merece! Y mucho más cuando el homenajeado puede verlo y disfrutarlo.
Éste no es solo el homenaje de una persona ni de una organización como Mensajeros de la Paz; creo que hablo en nombre de cientos, de miles de asturianos que le quieren y no olvidan a ese hombre manchego, que vino de Guadix, y que cuando llego a nuestra tierra, Asturias, la hizo suya.
Son muchas cosas juntas las que yo he vivido con Don Gabino. Son varias décadas en las que hemos gozado y sufrido juntos los avatares de la vida. Momentos duros como cuando en ese pueblo nos quisieron tirar a los dos al río por defender a unos inmigrantes. Y momentos gozosos, como cuando me llevó a Roma a ver al Papa. No quiero olvidarme de nada, ni de los días de advertencias y coscorrones -siempre cariñosos-, ni de las Nochebuenas en los que presidió Misa y mesa junto a mí y a un grupo de niños sin hogar y jóvenes delincuentes.
Don Gabino siempre ha estado allí cuando le hemos necesitado en Mensajeros de la Paz. Nunca nos ha defraudado ni con el corazón ni con las obras.
También ha estado para tantos y tantos a los ha ayudado y confortado en todo este tiempo. Recuerdo a los encerrados en la catedral a los que por la noche llevaba mantas y termos con café.
De igual forma, como obispo, supo estar al lado de esos curas que para muchos eran «incómodos» y que siempre encontraron en él escucha y comprensión. Uno de esos curas fui yo. Quizá el que le dio más disgustos que nadie, pero él me quiere como el que más. Por eso, cuando estoy fuera de Asturias, en vez de pedir por el obispo ordinario del lugar, pido por mi arzobispo Gabino. Es algo que siempre he hecho, y que seguiré haciendo. Y que no se ponga celoso ninguno.
Del testimonio y del ejemplo de Don Gabino en tantos gestos, actos y conversaciones hemos aprendido muchos. Él nos enseñó a saber estar en los sitios, y a no estar en otros, que es tan importante o más.
Su figura ha sido la de la serenidad, la de la dulce firmeza. En los tiempos que era Presidente de la Conferencia Episcopal -en los difíciles momentos del primer gobierno socialista – fue siempre un hombre enérgico en sus posturas pero dialogante e inspirador de paz.
Su compromiso con los más desvalidos nunca se fue de su boca ni de sus homilías que de puro sencillas, de puro evangélicas, llegaban directamente al alma, pero también siguió presente en sus actos. No sé de ningún otro obispo que haya donado su anillo y su pectoral para sacar dinero para los pobres. Subastamos ese pectoral y ese anillo muchas veces, y siempre volvieron a nosotros, y como en el milagro de los panes y los peces, se multiplicaban en caridad.
Don Gabino, para nosotros, para la Cruz de los Ángeles, para Mensajeros de la Paz, y para muchos asturianos, ha sido algo más que Obispo; hemos tenido en él a un verdadero padre dedicado a querer y proteger a los hijos que nunca tuvo -y que son millares-.
De este obispo hemos aprendido que hay que querer a Dios, como Dios y a los hombres como a hombres. De él recibimos la mejor lección, la primera y principal: el creer en Dios y en los Hombres, y el tener la seguridad que lo más hermoso es amar y dejarse amar.
Don Gabino: Humildemente gracias por todo lo que nos enseñó y por cómo nos lo ha enseñado. Gracias por todo lo que nos dio y por cómo nos lo ha dado.
Bendito sea.