El Gobierno actual está destruyendo la ley, y por tanto la posibilidad de una convivencia en paz y en libertad en España

Pío Moa: «La historia se repite: estamos igual que en la Segunda República»

Pío Moa es uno de los historiadores más destacados de este siglo.

Autor de novelas de gran éxito como ‘Los orígenes de la guerra civil’, ‘La Segunda República Española: Nacimiento, evolución y destrucción de un régimen 1931-1936‘ y ‘Por qué el Frente Popular perdió la guerra‘.

Sus estudios han supuesto una auténtica revolución en medio de una historia falsificada en la que se ha llevado a cabo una mitificación de la República en España.

Recuerda Moa que actualmente «estamos igual» que entonces y que el Frente Popular «fue una alianza de separatistas y totalitarios».

La Segunda República no fue el oásis de paz destrozado por las fuerzas conservadoras que cuenta el mito, sino un proyecto que no supo tender manos entre moderados y donde las fuerzas sectarias y proclives a la violencia, como en el resto de Europa, apostaron pronto por métodos no democráticos.

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Por qué el Frente Popular perdió la Guerra Civil
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Tras la proclamación de la Segunda República hubo en la izquierda una voluntad mayoritaria, no compartida por fuerzas radicales como los anarquistas o comunistas, de establecer una democracia plena. Sin embargo, no existía en el país una cultura política, a izquierda y derecha, capaz de tejer puentes y crear consensos en un periodo marcado en el exterior por el auge de los régimenes totalitarios.

  • Como explica Pío Moa, la tendencia mesiánica dominaba en la izquierda, desde Azaña, que tenía una concepción despótica (un régimen para todos los españoles pero gobernado forzosamente por los autoproclamados republicanos, es decir, los afines al propio Azaña), hasta el Partido Socialista, que tras haber colaborado con la dictadura de Primo de Rivera pasó a exigir la dictadura del proletariado, es decir, del propio PSOE; pasando por los separatistas vascos y catalanes, o los anarquistas, sistemáticamente violentos.
  • Cabe interpretar la evolución de aquel régimen como la pugna entre esas dos concepciones, la democrático-liberal y la despótico-revolucionaria. Desde muy pronto la segunda desbordó a la primera con agresiones brutales, como la quema de iglesias, bibliotecas y centros escolares, y una Constitución sectaria, no laica sino antirreligiosa. Tales abusos expulsaron del ideal republicano a una gran masa de la población, representada en la CEDA, la cual aceptó pacíficamente al nuevo régimen y sus leyes pero no pudo identificarse con él. Ello debilitó el proyecto de una democracia moderna y pluralista donde cupieran todos los españoles.
  • En 1933, luego de dos años de experiencia de gobierno de izquierdas, una amplia mayoría de la población votó al centro-derecha, que llegó al poder pacífica y legalmente. Pero la decisión popular fue rechazada por las izquierdas y los separatismos, los cuales intentaron varios golpes de estado, desestabilizaron el Gobierno legítimo y, finalmente, planearon, en sus propias palabras, la guerra civil. La derecha defendió la legalidad republicana, pese a disgustarle, contra el asalto de las izquierdas, que ocasionó una guerra en octubre de 1934 con 1.400 muertos en 26 provincias, y enormes daños materiales.
  • Pese a este fracaso, la corriente despótico-revolucionaria, atribuyéndose con pleno fraude la legitimidad republicana, consiguió unirse y volver a la carga. En los comicios de 1936, repletos de irregularidades, ganó, en principio, en diputados, empatando en votos (si bien los supuestos vencedores nunca publicaron los datos fehacientes de las elecciones). Su victoria originó un rápido proceso de descomposición social y política, con cientos de muertes, incendios y destrucciones, culminados en el secuestro y asesinato de Calvo Sotelo, uno de los jefes de la oposición, y el intento fallido contra otros. Este crimen, perpetrado por la policía y milicianos socialistas, prueba la extrema degradación de un Estado cuyos aparatos de seguridad actuaban como grupos terroristas.
  • La legalidad había sido destruida por completo desde el Gobierno y desde la calle, y ello causó la Guerra Civil; o, más propiamente, la reanudación de ella después de los episodios de 1934. Vale la pena recordar las invectivas de los «Padres espirituales de la República», y de tantas personas sensatas, contra «los desalmados mentecatos», «los canallas» que habían traído la ruina al régimen y la guerra a España
  • Hoy contemplamos con alarma cómo un presidente del Gobierno se declara «rojo», es decir, afín a la ideología más mortífera y tiránica del siglo XX, en rivalidad con la nazi; y reivindica los «valores republicanos», entendiendo por tales los de la corriente despótico-revolucionaria. Le oímos hablar de «Paz, piedad, perdón», pervirtiendo el lenguaje de forma inaudita. Para él, la paz se obtiene liquidando la Constitución; la piedad la dedica a los asesinos y la aparta de sus víctimas; y el perdón, grotesco perdón, consiste en la legalización del asesinato como forma de hacer política y obtener ventajas inadmisibles.
  • El Gobierno actual está destruyendo la ley, y por tanto la posibilidad de una convivencia en paz y en libertad en España.
  • Y los ciudadanos demócratas debemos denunciar y frenar este proceso enloquecido.

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