Tenemos unos políticos, incluidos los líderes, que España no se merece y, además, algunos afectados por la corrupción
(Alejandro Fernández Barrajón).- Acabo de visitar, invitado por un buen amigo, Colombia. Un país sometido durante mucho años a la violencia de la guerrilla, que ha marcado de manera muy decisiva la convivencia de las gentes y ha producido heridas muy profundas.
Un país muy rico, muy hermoso y con grandes emprendedores, como mi amigo Andrés, dispuestos a llevar a cabo un proceso ingente de desarrollo para su país, una vez que se firme el tratado de paz que va a ser sometido a plebiscito próximamente y que parece algo muy asumido ya por la mayoría -no por todos- los colombianos. Hay también quienes piensan que la paz no puede firmarse a cualquier precio porque puede ser un intento fallido y los gastos que supondrá pueden ser inasumibles para la población.
Al parecer el sí va a triunfar en Colombia y después vendrá la dura tarea de la reconstrucción y la cicatrización de las heridas sociales que son muchas y aún sangrantes. Los guerrilleros de las FARC superan con creces los ciento cuarenta mil y buscarles ahora su acomodo en la sociedad, con algunos privilegios acordados, no va a ser tarea fácil.
Mirando ahora a nuestro país, después de mi vuelta, veo que aquí no ha cambiado nada la situación. El bloqueo institucional sigue y la falta de gobierno es ya un hecho escandaloso. No hay diálogo, no hay voluntad política, no se piensa en los ciudadanos sino en la ideología personal o del partido. Nadie quiere perder votos en el caso, cada vez más real, de unas terceras elecciones…
Una situación caótica e insostenible mucho tiempo más que va a estallar enseguida en el seno de los mismos partidos políticos que habrán de tomar decisiones importantes. El plazo se acaba.
Tenemos unos políticos, incluidos los líderes, que España no se merece y, además, algunos afectados por la corrupción. Esta situación afecta cada día más a los empresarios, a los obreros y a las familias más empobrecidas. No podemos callar más.
Estos líderes políticos, aferrados al poder, incapaces de mirar más allá de sí mismos, engreídos y poco dialogantes deberían dar un paso al lado y dejar que otros prueben sus capacidades para liderar. Sus liderazgos han resultado inútiles y por tanto, dejar sus puestos, se está convirtiendo en una cuestión del altura moral. Y me refiero a los líderes de todos los partidos.
No es la situación económica, ni el paro, ni la crisis económica que atravesamos, no. El problema principal de nuestro país en este momento, son sus políticos. Se merecen unas vacaciones prolongadas, eso sí, pagadas de sus propios bolsillos.
