El santuario "no proporcionará lo que la comunidad inmigrante necesita a largo plazo: que se les incorpore como conciudadanos, hermanos y hermanas de una única sociedad"
(Cameron Doody).- «El caos de la inmigración ilegal es malo para todos». Los obispos estadounidenses, reunidos esta semana en Indianápolis para su Asamblea Plenaria primaveral, han denunciado otra vez más las políticas xenófobas de Donald Trump, y se han comprometido a ser más proactivos en su fomento y apoyo para una reforma comprensiva del sistema migratorio.
Tal y como informa America, este miércoles el grupo de trabajo del episcopado sobre la inmigración dio un informe sobre las acciones que la Iglesia de EEUU ha emprendido a favor de los inmigrantes y refugiados desde la elección del ahora presidente el noviembre pasado.
La respuesta de la Iglesia a partir de este punto de reflexión sobre el trabajo ya hecho, informó el presidente del comité de los obispos sobre la inmigración y también obispo de Austin, Texas, Joe Vásquez, será la de «ir más allá de la simple reacción a las diversas propuestas negativas que se han visto en los últimos meses, y definir los temas prioritarios para avanzar de forma proactiva».
José Gómez, arzobispo de Los Ángeles y presidente del grupo de trabajo, añadió que los frecuentes comunicados de los obispos sobre varias de las medidas que busca poner en marcha el republicano -tales como la construcción del muro en la frontera mexicana o el veto a refugiados de países de mayoría musulmana- «ayudaron a conseguir un impacto positivo en la conversación pública» sobre las polémicas órdenes ejecutivas.
Por su parte, el arzobispo de Santa Fe, John Wester, cargó contra la Casa Blanca por sus intentos -cada vez más intensos- de bloquear las iniciativas de organizaciones católicas de base de conseguir que cada ciudadano amenazado con ser deportado tenga acceso a asesoramiento legal, o incluso encuentre amparo en una de las denominadas iglesias «santuario». «Sabemos que mucha gente que puede ser deportada se enfrentarán, muy probablemente a la muerte», advirtió Wester.
Jaime Soto, el obispo de Sacramento, mostró sus reservas sobre el movimiento santuario que ha ido acogiendo fuerza en EEUU en templos tanto católicos como protestantes. Esa protección, declaró, «no proporcionará lo que la comunidad inmigrante necesita a largo plazo: que se les incorpore como conciudadanos, hermanos y hermanas de una única sociedad». «No es una solución sostenible a largo plazo», reiteró el prelado.
El obispo de Kansas City, Joseph Naumann, apuntó a otro problema asociado con el santuario para personas indocumentadas: «¿Cómo expresamos nuestro apoyo a los inmigrantes o los recién llegados al país y solidarizarnos con ellos, pero también entender… las dificultades económicas que otros están experimentando en nuestro país y respaldarles asimismo a ellos? Pregunta ante la cual el arzobispo Gómez ofreció una posible respuesta: presionar para que cuando el presidente Trump renegocie Tratado de Libre Comercio de América del Norte, como ha señalado que hará, se incluya en dicho acuerdo una cláusula que provea el libre movimiento de personas.
Robert McElroy, el obispo de San Diego, señaló por último que, aunque ya se cierra una etapa del grupo de trabajo de los obispos sobre la inmigración con la presentación de este informe, ahora no es momento para que el episcopado baje la guardia en esta temática o bajar del estado de buena parte de la sociedad de «alerta roja».
«Nuestra gente tiene más miedo por lo que ha acontecido en recientes meses», recordó McElroy. «Creo que tenemos que ser muy recelosos y no normalizar el nivel elevado de temor que hay».