El hermano Rafael nos abre las puertas de Getsemaní. A sus 87 años, este franciscano sevillano -no ha perdido ni una pizca de acento- lleva desde 1951 en Jerusalén
(Jesús Bastante, Zona A, entre Belén y Jerusalén).- Anochece en Jerusalén. Fin del ayuno de Ramadán, arranca el Sabbath. Los peregrinos sacuden el cansancio de un largo día entre frontera y frontera, de Jerusalén a Belén, de Israel a Palestina, del odio y la venganza al recuerdo del Niño Dios de los Muros de la Vergüenza, sea en México, en Ceuta o en las franjas de Gaza y Cisjordania.
Durante décadas, a los cristianos se les impidió el acceso a Tierra Santa. Hoy son los palestinos quienes no pueden entrar y salir en libertad de su tierra. Y los israelíes tienen prohibido traspasar las alambradas que llevan camino de Belén. Hace veinte siglos no fue tan duro.
Anochece. El muecín dirige la oración en la Puerta Azul, los judíos inician su jornada de descanso… y el hermano Rafael nos abre las puertas de Getsemaní. A sus 87 años, este franciscano sevillano -no ha perdido ni una pizca de acento- lleva desde 1951 en Jerusalén. Junto a otros seis hermanos, custodia el cementerio cristiano tras los muros, la basílica de la Angustia y el Huerto de los Olivos. Quinta jornada de la peregrinación de Ain Karen y Escuelas Católicas a las fuentes de la Fe. Con dos aguaceros intensos: Belén y Getsemaní.
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