La velada del 11 de diciembre de 2025 en el Movistar Arena dejó una impresión nítida: este Real Madrid comienza a recordar lo que es ser un equipo grande en mayo, aunque aún estemos en diciembre. Ni siquiera los impresionantes fogonazos de Markus Howard lograron eclipsar esa racha triunfante.
El triunfo por 94-87 sobre el Baskonia no fue un paseo, ni mucho menos; fue una advertencia. El Madrid ha aprendido a sufrir, a levantarse tras parciales abrumadores y a utilizar su profundidad de plantilla como una ventaja competitiva. Y, además, ya suma siete victorias consecutivas entre ACB y Euroliga.
Un partidazo con acento ofensivo… y una defensa que aparece cuando más se necesita
El desarrollo del encuentro estuvo lejos de ser monótono. El Baskonia llegó al Palacio con la etiqueta de equipo irregular, capaz de alternar momentos brillantes con desconexiones preocupantes, pero también con un argumento muy claro: el mejor Howard de la temporada.
Según las crónicas del partido, el escolta estadounidense tuvo una actuación sobresaliente, incluyendo un parcial de 0-15 prácticamente en solitario, lo que obligó al Madrid a remar contracorriente y a Scariolo a recurrir a su libreta y temple. El conjunto vitoriano se apoyó en su sello distintivo: ritmo alto, tiro exterior y esa sensación constante de que, si Howard entra en trance, cualquier encuentro puede volar por los aires.
El problema para Baskonia fue que, al otro lado, el Madrid ya no es solo talento disperso; es un bloque que empieza a tener estructura. Facundo Campazzo, quien pasó de “nada a todo” según las valoraciones posteriores, terminó dirigiendo el partido en los momentos decisivos. Mientras tanto, Mario Hezonja y Théo Maledon se repartieron puntos, centímetros y agresividad para inclinar la balanza. El resultado final, 94-87, muestra un choque equilibrado, pero también que el Madrid supo imponer su físico y su fondo de armario en la segunda mitad.
El contexto: siete victorias seguidas y una racha que empieza a notarse
La victoria frente al Baskonia no es un hecho aislado; es el último eslabón de una cadena. El Real Madrid acumula ya siete triunfos consecutivos entre ACB y Euroliga, cuatro de ellos en la máxima competición continental. Esta racha comenzó tras el duelo ante el Bilbao Basket, desde donde el equipo dirigido por Sergio Scariolo ha cosechado éxitos y ha encontrado una clara línea de juego.
En Euroliga, el Madrid llegó a esta 15ª jornada después de:
- Mejorar notablemente como visitante, con triunfos fuera ante Granada, Hapoel Tel Aviv, Anadolu Efes y La Laguna Tenerife.
- Conseguir tres victorias consecutivas en la competición antes de enfrentarse al Baskonia; ahora la racha se extiende hasta cuatro.
Las consecuencias son dobles:
- El equipo se mete plenamente en la pelea por los primeros puestos en una Euroliga extremadamente ajustada, con apenas un par de victorias entre el primero y el décimo clasificado.
- Gana algo más valioso que los puntos: una sensación renovada de que incluso cuando las cosas se complican hay recursos tácticos, físicos y emocionales para reaccionar.
Mientras tanto, Baskonia sigue atrapado en su montaña rusa particular. Llegaba al Palacio con tres derrotas en sus últimos cinco encuentros de Euroliga, aunque había resurgido gracias a la victoria ante Armani Milán. Su gran problema no radica tanto en el ataque —promedia más puntos que el propio Madrid— sino en una defensa que encaja casi 90 puntos por noche, un lastre que volvió a hacerse presente en el último cuarto del Movistar Arena.
Scariolo y la transformación blanca: del talento disperso al equipo cohesionado
La influencia de Sergio Scariolo comienza a notarse más allá del simple resultado. El Madrid ha mejorado notablemente en dos aspectos clave:
- Solidez defensiva reciente: En partidos anteriores había dejado a Hapoel con 74 puntos, a Anadolu Efes con 75 y a La Laguna Tenerife con 70; su mejor marca del curso.
- Gestión eficaz de recursos ofensivos: Hezonja ha promediado más de 19 puntos en las tres victorias previas; Campazzo ha recuperado protagonismo en finales apretados y jugadores como Maledon o Lyles han aportado equilibrio entre creación y ejecución.
Ante Baskonia, esa identidad fue puesta a prueba. El parcial de 0-15 liderado por Howard destapó las costuras defensivas exteriores del equipo blanco. Sin embargo, también permitió observar cómo respondía el conjunto: cambios estratégicos en emparejamientos, ajustes tácticos en las ayudas y mayor actividad sobre líneas de pase para sacar al escolta fuera de su zona cómoda. No se trató tanto de anularlo —algo casi imposible hoy día— sino de forzarle tiros más complicados y cargarle con responsabilidad hasta donde fuera posible.
En ataque, el Madrid volvió a castigar desde la pintura y mediante bloqueos directos aprovechando su superioridad física. Los blancos alternaron situaciones desde poste bajo con tiros liberados tras circulación efectiva. Cuando el partido se adentró en ese terreno pantanoso del último cuarto, la combinación Campazzo–Hezonja–Maledon resultó inabarcable.
Baskonia, Howard y el eterno “casi” de los equipos valientes
Una cosa quedó clara después del choque: Markus Howard sigue siendo uno de los jugadores más espectaculares del continente… pero también uno difícilmente manejable para su propio equipo. Su habilidad para enlazar canastones mantuvo vivo al Baskonia durante muchos minutos; sin embargo, también puso sobre la mesa un problema recurrente: cuando todo pasa por sus manos, el ataque se vuelve predecible y la defensa rival ajusta mejor sus estrategias.
No obstante, Baskonia no puede explicarse únicamente por Howard. La plantilla ha ido resurgiendo tras un comienzo deficiente en Euroliga; aún así permanece fuera del acceso directo al Play-In con un balance negativo que le obliga a sumar victorias incluso fuera si quiere engancharse al tren clasificatorio para las eliminatorias. Perder contra Madrid es razonable; sin embargo hacerlo después haber tenido al rival contra las cuerdas alimenta esa sensación amarga de oportunidad perdida.
La Euroliga no espera. Mientras tanto, esa dependencia ofensiva del escolta estadounidense resulta tan seductora como arriesgada: cuando está acertado puede llevar al equipo a vencer cualquier rival; pero cuando solo logra estar “bien”, falta cierta solidez defensiva y alternativas efectivas para anotar.
