El Real Madrid volvió a perder, pero dejó una historia de esfuerzo que dejó menos roto el alma que el marcador. En el primer acto, los blancos fueron superiores al Manchester City y se marcharon al descanso con un 1-2 que dibujaba un partido abierto y traicionero.
La clave: Xabi Alonso trabajó con siete bajas aparentes (ocho si contamos a Mbappé como ausente previsto) para sostener una versión compacta y competitiva, sobre todo en los 45 minutos iniciales. En la segunda mitad, el cansancio pesó, pero la imagen era otra: más ordenada, menos desbocada, más cerca de una remontada que de un desvarío.
👔 @XabiAlonso: «Los jugadores han dado hasta el último aliento».
🎙️ Rueda de prensa ➡️ RM Play— Real Madrid C.F. (@realmadrid) December 10, 2025
Lo que cuenta, al final, es el resultado y ese sello que se repite cuando la suerte no acompaña al más insistente. El Real Madrid, que busca una tregua suficiente para encarar el tramo decisivo de la temporada, deberá mirar de reojo a Vitoria; Mendizorroza espera al Alavés, y una derrota adicional podría aumentar la presión sobre Xabi Alonso.
Mbappé tuvo presencia en la convocatoria y se sentó en el banquillo, pero su rodilla izquierda marcó la pausa de la prudencia. El club sabe que forzar al astro podría abrir la caja de Pandora de una dolencia que pide paciencia. La vigilancia, no la urgencia, manda en este momento.
Carreras se deslumbró. El lateral gallego fue una muralla y una palanca ofensiva: sólida en defensa y rápido en la salida, se convirtió en el motor que sostenía las esperanzas madridistas cuando la tarde parecía inclinarse. Su rendimiento, junto con una banda derecha que empujó con decisión, dejó claro que el Madrid puede depender de su intensidad cuando todo se pone cuesta arriba.
Rodrygo, por fin, se quitó esa mochila que le pesaba desde hace meses. Tras 1.415 minutos sin celebrar gol, el brasileño encontró la diana, rompió la racha y dejó un abrazo al vestuario que decía: «Estoy aquí, voy a ser parte de esto». Ese gol no solo alivió una estadística, sino que devolvió confianza a una plantilla tiritante de nostalgia y duelo. Su titularidad fue una de las grandes noticias de la noche para el madridismo, que necesita esa chispa para enfrentar lo que viene.
Asencio dio otro pasaje de ese carácter que no se negocia. El delantero, acostumbrado a asumir retos, se enfrentó a la máquina de Guardiola y demostró que puede ser la pieza clave en misiones difíciles. En el choque contra Haaland, Asencio no solo midió fuerzas; fue el ejemplo de un equipo que quiere defender su camiseta con honor y ambición.
En resumen, una derrota que duele pero que deja enseñanzas. El Real Madrid demostró que, cuando está inspirado, puede competir con cualquiera; que las bajas no son excusa infinita y que, a veces, la justicia del marcador no corresponde con la justicia del esfuerzo.
La próxima parada, Mendizorroza, espera con la tarea de corregir lo necesario y seguir construyendo, paso a paso, esa identidad que este equipo persigue con tanto empeño. ¿Qué falló? Quizás un tramo más de pausa para respirar, quizás un minuto más de intensidad en el tramo decisivo. Pero la crónica de la noche es clara: la forma importa, y la forma del Madrid dejó buenas señales para el camino.

