Desde el Atlántico

Carlos Ruiz

Reflexiones sobre la crisis financiera (I): ¿cuál es la causa?

Los líderes mundiales (entre los que, como está claro, no se encuentra Rodríguez Zapatero) van a reunirse para tratar de solucionar la crisis financiera mundial que ha hecho hundirse los mercados de valores. Pero para poder dar una adecuada solución a un problema, conviene primero saber cuál fue la causa del mismo. ¿Se sabe cual fue?

Los ciudadanos estamos perplejos ante lo que ocurre. Y mayormente porque se están ofreciendo explicaciones completamente incompatibles entre sí de la causa del desastre.

Por un lado, existen los que piensan que la causa ha sido la desregulación de los mercados de valores. Uno de los defensores de esta tesis es Paul A. Samuelson. En un artículo publicado hoy 26 de octubre titulado «Adiós al capitalismo de Friedman y Hayek» dice lo siguiente:

En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Ésta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran.

Por otro lado, los que siguen siendo partidarios del liberalismo hayekiano y consideran que la culpa es de la excesiva regulación. En un artículo aparecido el 22 de octubre en la página del Cato Institute y reproducido el día 26 por el ABC con el título de «Las falacias de un Nobel» se dice (respondiendo a Krugman, no a Samuelson, también Nobel):

los mercados están plagados por un sin fin de regulaciones, (…) Las economías avanzadas son capitalismos de estado atemperados por el mercado

A menos que la crisis se haya llevado por delante a la lógica aristótelica, una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Una de dos, o los políticos impulsores de las ideas liberales de Friedman y Hayek (Reagan, Thatcher y Greenspan) han permitido «desbocarse sin reglamentación» los mercados o los han «plagado de un sin fin de regulaciones«.

En mi humilde opinión, creo que Samuelson está más cerca de la verdad. No estoy en condiciones de afirmar si ahora hay más o menos regulaciones que antes.
Pero lo que para mí sí está claro es que:

1º. El control/inspección/vigilancia de esas (mayores o menores) regulaciones se ha atribuido a agentes privados. Son los agentes privados y no el Estado quien lleva a cabo las auditorías… y han sido agentes privados los que han asumido la tarea de «calificar» la viabilidad de los productos financieros.

2º. La fiabilidad de las auditorías ya quedó desmontada cuando a finales de 2001 se produjo la crisis que llevó a la desaparición de la famosa auditoria «Arthur Andersen» considerada causante de la quiebra de Enron. Y es que la empresa privada de auditoría, para continuar su negocio de auditar a otras empresas privadas, tendía a ocultar la verdad (incómoda) de las empresas auditadas induciendo así a engaño al ciudadano económico («homo aeconomicus»).

3º. Algo parecido ha sucedido con las agencias de calificación («rating»). Como denuncia Samuelson:

Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fitch, Moody’s y S&P-McGraw Hill. Se supone que sólo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el Congreso.

De todo lo anterior se desprende a mi juicio que las ideas «neoliberales» a lo Hayek han fracasado. Algo normal, cuando, a pesar de que Hayek proclame «realismo» en la economía, parte de premisas puramente ideológicas en el sentido de fantasiosas (por ejemplo, su creencia en el orden «espontáneo»).
La crisis de Enron/Andersen debía haber servido para darse cuenta de que algo se estaba haciendo mal. Pero los «hayekianos» pensaban que era un caso aislado. Ahora sabemos que era una manifestación anticipada de un problema de fondo. Del mismo modo que «Andersen» no advirtió de la situación de «Enron», ahora los «S&P», «Fitch» y «Moody’s» no alertaron de lo que ocurría en Lehman Bros.
Al no haber una seria reflexión después del caso Enron, las causas del problema han seguido actuando con el resultado visto.

En conclusión, la crisis no era un problema de más o menos regulaciones. Ha sido un problema de quien controlaba la eficacia de esas regulaciones. Se optó por conferir esa tarea a los agentes privados en lugar de al Estado. Y el resultado ha sido un fracaso.
Conviene por tanto volver a las ideas «paleoliberales», a Adam Smith, a los pensadores que no deliraban con la liquidación del Estado.

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Autor

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental Universidad de Santiago de Compostela

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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