INMIGRACIÓN Y CONTROL DIGITAL EN ESTADOS UNIDOS

Trump transforma la residencia en un artículo de lujo: así es la nueva ‘Gold Card’ de un millón de dólares

La nueva Trump Gold Card ofrece un acceso acelerado a la residencia por un millón de dólares, mientras Washington intensifica el control digital sobre los visitantes que presentan cinco años de actividad en redes sociales

Donald Trump
Donald Trump

La situación es evidente: por un lado, una tarjeta dorada que garantiza una residencia casi inmediata en Estados Unidos a aquellos dispuestos a desembolsar un millón de dólares. Por otro lado, se encuentran formularios más extensos, nuevas preguntas y la obligación de entregar hasta cinco años de actividad digital para poder ingresar al país. Estas dos acciones, combinadas, configuran una política migratoria que entrelaza dinero y control tecnológico como criterios esenciales para el acceso.

El lanzamiento de la Trump Gold Card, con una tarifa mínima de 1 millón de dólares por solicitante individual, junto con el plan para exigir a ciertos visitantes su historial de redes sociales durante los últimos cinco años, forman parte del mismo panorama: un país que se presenta como destino para grandes fortunas y talentos «útiles», mientras construye una muralla de datos y sospechas para el resto.

Qué es la Trump Gold Card y cómo funciona

La Trump Gold Card se propone como una vía acelerada hacia la residencia permanente para aquellos que puedan aportar un «beneficio financiero significativo» a Estados Unidos. A diferencia de los visados tradicionales que se basan en méritos profesionales, vínculos familiares o necesidades humanitarias, aquí el criterio primordial es la capacidad económica.

Aspectos destacados del programa:

  • Aportación individual mínima:
    • Donación “no restringida” de 1 millón de dólares al Departamento de Comercio de EE. UU.
    • Pago adicional de una tasa administrativa no reembolsable.
  • Versión corporativa (Corporate Gold Card):
    • Las empresas pueden abonar 2 millones de dólares por empleado para obtener la residencia permanente acelerada para trabajadores específicos.
    • El empleador tiene la opción de transferir ese “derecho” a otro empleado más adelante, con tasas adicionales y nueva verificación de seguridad.
  • Resultado migratorio:
    • Los beneficiarios obtienen el estatus de residente permanente legal (green card) encuadrados en las categorías EB‑1 o EB‑2, según determine el Departamento de Seguridad Nacional.
    • La contribución económica servirá como prueba de “capacidad extraordinaria”, “capacidad excepcional” o interés nacional, encajando en las categorías existentes relacionadas con empleo.
  • Requisitos básicos:
    • El solicitante debe ser admisible bajo la ley migratoria, superar controles de seguridad y contar con número de visado disponible.

El diseño del programa no establece, al menos sobre el papel, una categoría migratoria completamente nueva; se apoya en los marcos EB‑1 y EB‑2 existentes y los complementa con dinero. La novedad radica en el mensaje político: quien pueda financiar al Estado adquiere tiempo, prioridad y certidumbre.

Un paso adelante del modelo de “visado dorado”

Este concepto no surge en un vacío. Muchos países llevan años implementando programas de “golden visa” o residencia por inversión. Lo novedoso aquí es la escala y el contexto.

Comparativa simplificada:

ElementoVisas doradas europeas típicasTrump Gold Card
Umbral de entrada250.000–500.000 € aproximadamente1.000.000 $
Naturaleza del pagoInversión (vivienda, bonos)Donación no restringida al Estado
Velocidad hacia la residenciaGradual, con requisitos adicionalesVía acelerada a residencia permanente
Enfoque políticoAtracción de capital y consumoRecompensa directa a quien financia al Estado

En el caso estadounidense, este programa llega tras años discutiendo sobre el EB‑5, el visado para inversores que ya permitía obtener residencia a cambio de inversiones en proyectos generadores de empleo. La Gold Card va más allá: no exige crear puestos específicos ni vincular la aportación a un proyecto productivo; simplemente basta con transferir fondos al Departamento de Comercio.

Entre las consecuencias más evidentes:

  • Desigualdad en el acceso:
    • Para muchos solicitantes, el proceso sigue siendo largo, incierto y costoso en términos relativos.
    • Para una minoría adinerada, la residencia se convierte en un producto premium con precio fijo.
  • Posible sustitución de otros canales:
    • La estructura del programa deja abierta la posibilidad a que partes del marco EB‑1 y EB‑2 sean modificadas o incluso reemplazadas por esta vía basada en aportaciones financieras.
  • Señal geopolítica:
    • En un entorno competitivo por atraer grandes patrimonios, el mensaje es claro: Estados Unidos está dispuesto a ofrecer mejores condiciones a quienes paguen más.

El otro filtro: cinco años de redes sociales para ingresar a Estados Unidos

Mientras se abre una autopista dorada para millonarios, la Casa Blanca promueve medidas que dificultan el acceso para visitantes con perfil medio o bajo. Una medida especialmente controvertida es la exigencia para algunos viajeros de presentar su información sobre redes sociales durante los últimos cinco años como parte del proceso autorizatorio para ingresar al país.

El objetivo declarado es reforzar la seguridad nacional y mejorar la evaluación previa sobre posibles riesgos antes de llegar a territorio estadounidense. Esta línea está alineada con las tendencias recientes: aumentar los datos requeridos a turistas, estudiantes o solicitantes laborales e incluso aquellos que viajan bajo programas exentos del visado.

Aspectos clave sobre este endurecimiento:

  • Cobertura:
    • Abarcaría a ciertos solicitantes y viajeros provenientes de países que actualmente gozan de entrada simplificada según documentos filtrados.
  • Tipo de datos requeridos:
    • Nombres o identificadores utilizados en redes sociales durante los últimos cinco años.
    • Esta información se sumaría a datos biográficos, financieros y relacionados con viajes ya exigidos.
  • Uso previsto:
    • Las autoridades cruzarían estos datos con bases relacionadas con inteligencia y seguridad para identificar señales potenciales como radicalización o vínculos delictivos.

La contradicción es evidente: mientras se facilita el sistema migratorio para quienes llegan con un cheque millonario, se endurecen las condiciones para quienes ingresan como turistas o estudiantes obligados a someter su historial digital a un escrutinio sin precedentes.

Dinero, datos y una frontera más selectiva

Al observar ambas iniciativas juntas —la Trump Gold Card y el nuevo requisito sobre redes sociales— queda claro hacia dónde se redirige la política migratoria estadounidense: desde ser un país acogedor hacia uno que prioriza:

  1. Contribuciones económicas directas y cuantificables.
  2. Control preventivo masivo sobre información personal y digital.

Este doble filtro genera diversas tensiones:

  • Brecha social:
    • Quien puede pagar un millón adquiere no solo residencia sino también un trato más predecible respecto al manejo de sus datos personales.
    • Quien no puede afrontar ese costo queda sometido a controles cada vez más exhaustivos sin garantías claras sobre cómo se utilizará esa información.
  • Riesgos asociados:
    • El análisis del historial digital puede amplificar prejuicios e interpretar erróneamente contextos culturales o lingüísticos legítimos penalizando creencias políticas o religiosas válidas.
    • La falta de transparencia respecto a algoritmos y criterios evaluativos aumenta la sensación generalizada de arbitrariedad.
  • Impacto sobre la imagen internacional:
    • Para las élites globales, Estados Unidos refuerza su atractivo como refugio seguro para capitales adinerados.
    • Para el visitante promedio, el mensaje resulta más áspero: más controles, más preguntas y menor presunción sobre su buena fe.

Qué puede suceder ahora

El futuro inmediato respecto a este cambio migratorio dependerá principalmente de tres aspectos:

  • Regulación interna:
    • Los departamentos correspondientes disponen ahora mismo de plazo limitado para detallar cómo funcionará realmente la Gold Card junto con su integración dentro del marco EB‑1 y EB‑2.
    • Simultáneamente, las agencias migratorias deberán traducir esta propuesta sobre control digital en formularios concretos así como protocolos analíticos adecuados.
  • Batalla judicial y política:
    • No será extraño ver organizaciones defensoras derechos civiles e inmigrantes impugnando tanto discriminación económica como el alcance del escrutinio digital ante los tribunales.
    • El Congreso podría intentar limitar estas medidas mediante legislación aunque las tensiones políticas actuales dificultan alcanzar consensos amplios.
  • Reacción internacional:
    • Otros países podrían emular este modelo estadounidense buscando atraer capitales o talentos similares; alternativamente podrían endurecer sus propios controles hacia ciudadanos estadounidenses como medida recíproca.
    • La inclusión del análisis digital como herramienta estándar podría normalizar niveles inéditos vigilancia global sobre quienes viajan.

En definitiva, tanto la implementación de la Trump Gold Card como el rastreo exhaustivo del historial social dibujan un escenario donde cruzar fronteras dependerá cada vez más no solo del dinero disponible sino también del grado en que alguien esté dispuesto ceder parte importante su privacidad personal. Y esta ecuación promete alterar no solo flujos migratorios sino también redefinir quién tiene derecho legítimo llamar «hogar» a Estados Unidos.

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