Los partidos mayoritarios intercambian cromos ajenos a la voluntad popular

La cantinela de Salgado

Cada día de 2010 han cerrado en España 264 empresas por la coyuntura

La cantinela de Salgado
José Luis Rodríguez Zapatero y Elena Salgado.

Los senadores cobran de media cuatro mil euritos al mes, pensión, dietas y otras regalías, ordenadores, teléfonos, billetes gratis, coches de representación, etc

Triste victoria pírrica en el Senado para los anti IVA en una cámara que nos cuesta un ojo de la cara. El sistema electoral del Senado es anacrónico con cuatro senadores por demarcación, lo mismo Madrid que Teruel, con un sistema paralelo de asignación de escaños autonómicos en el que, al igual que en altos órganos de la Justicia, los partidos mayoritarios intercambian cromos ajenos a la voluntad popular.

Los senadores cobran de media cuatro mil euritos al mes, pensión, dietas y otras regalías, ordenadores, teléfonos, billetes gratis, coches de representación, etc. La Cámara alta languidece entre mullidas alfombras, ujieres, escoltas y su minuto de gloria semanal con la sesión de control al Gobierno.

Mientras, la España real va por otros derroteros. El mismo día en el que sus señorías vapuleaban al Gobierno y la vicepresidenta económica volvía con su cantinela de la recuperación y el gasto social acudo a tres oficinas públicas: Hacienda, Inem y Seguridad Social.

En la de Hacienda no hay casi actividad, sólo media docena de personas esperan ser atendidas. Me asalta un dato: cada día de 2010 han cerrado 264 empresas. Segunda visita: Tesorería General de la Seguridad Social donde se cursan las altas de nuevos afiliados.

Más de lo mismo, dos pisos de funcionarios casi sin clientes. Otro dato: hay menos empresas cotizando a la Seguridad Social de las que había en 2004.

Tercera visita, una oficina del Inem. En la calle aguardan varias familias con niños, muchos de ellos emigrantes. Un guarda jurado defiende una máquina expendedora de números. Aquí se invierten los términos.

Más de un centenar de personas esperan ser atendidas, algunas repiten ya que no obtuvieron la vez el día anterior. Ahora se llaman oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal, pero todo el mundo las conoce por las oficinas del paro.

A pesar de la aglomeración una mesa permanece vacía. Sobre ella un rótulo: ofertas de empleo. El funcionario, ajeno al fragor, espera.

NOTA.- este artículo se publicó originalmente en La Gaceta

 

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