Viajar a Bután es mucho más que descubrir un país entre montañas.
Es adentrarse en un reino que ha preferido durante siglos mirar hacia dentro, proteger su identidad y su cultura, y evitar la influencia directa de las potencias mundiales.
Aquí, el visitante se topa con una realidad única: Bután es el único país del mundo que no reconoce formalmente la independencia de Estados Unidos y donde no ondea ninguna bandera extranjera, ni siquiera la estadounidense, un gesto que resume su política de neutralidad y preservación.
Este pequeño país asiático, encajado entre India y China, ha logrado mantener intactos sus valores budistas, su ritmo de vida pausado y una política exterior basada en la prudencia.
A pesar de ser miembro de la ONU desde 1971, Bután no mantiene relaciones diplomáticas con ninguno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido), limitando los lazos a sus vecinos más próximos como India o Bangladesh. Su postura diplomática responde a una estrategia clara: evitar influencias externas que puedan poner en peligro su soberanía y estilo de vida.
Un destino exclusivo: precios, trámites y cómo llegar
Visitar Bután como turista implica planificación y cierto desembolso. El país aplica una política de turismo regulado para evitar la masificación: solo permite la entrada mediante agencias autorizadas y exige una tarifa diaria mínima por persona, lo que lo convierte en uno de los destinos más costosos del mundo para el viajero independiente.
- Precio orientativo para dos personas:
Un viaje organizado ronda los 3.300 a 5.000 euros por persona en habitación doble, incluyendo alojamiento, guía local, traslados internos y pensión completa. A este importe hay que sumar tasas aéreas (395-470 euros por persona) y el visado (unos 40 euros). - Presupuesto aproximado para dos personas:
Entre 7.000 y 11.000 euros para una semana, dependiendo del nivel del alojamiento, temporada y servicios extra.
La documentación necesaria incluye un pasaporte con validez mínima de seis meses y un visado turístico gestionado por la agencia o touroperador oficial antes de la llegada. Si el itinerario incluye tránsito por India o Nepal —algo habitual— será necesario tramitar también los visados correspondientes.
La moneda oficial es el ngultrum butanés (BTN), aunque la rupia india se acepta ampliamente. Los pagos con tarjeta son poco frecuentes fuera de hoteles grandes; conviene llevar efectivo.
Cómo llegar desde España
No existen vuelos directos desde España a Bután. La ruta más habitual es volar primero a una ciudad asiática importante como Nueva Delhi o Katmandú. Desde allí parten vuelos de Druk Air o Bhutan Airlines hacia el aeropuerto internacional de Paro, el único con tráfico internacional en el país.
El aeropuerto de Paro es famoso entre pilotos y viajeros por ser uno de los más desafiantes del mundo: está rodeado por montañas de más de 5.000 metros y la aproximación se realiza manualmente entre picos escarpados. Se recomienda elegir asientos del lado izquierdo del avión para disfrutar durante el aterrizaje de vistas espectaculares sobre el Himalaya e incluso divisar el Everest en días despejados.
Un país lleno de curiosidades
- En Bután, medir el bienestar nacional se hace a través de la Felicidad Nacional Bruta, priorizando el equilibrio espiritual sobre el crecimiento económico.
- No hay semáforos en la capital; los agentes dirigen el tráfico manualmente.
- El tabaco está prohibido; fumar es ilegal tanto en espacios públicos como privados.
- Solo India y Bangladesh tienen embajada en Thimphu.
- El país ha anunciado recientemente la ampliación del aeropuerto internacional para facilitar la llegada de más viajeros selectos sin perder su esencia exclusiva.
Experiencias únicas para el viajero
El turismo en Bután no busca cifras récord sino visitantes conscientes que respeten su entorno natural y social. Los recorridos suelen incluir:
- Paseos por valles remotos como Paro o Punakha, salpicados de dzongs —fortalezas-monasterio— impresionantes.
- Ascensos al icónico Nido del Tigre (Taktsang), un monasterio colgado sobre un acantilado.
- Participación en festivales budistas llenos de colorido, como el Tshechu.
- Caminatas por bosques vírgenes donde el tiempo parece haberse detenido.
Para quien busca autenticidad lejos del turismo masivo, Bután ofrece una inmersión cultural rara vez igualada: aquí las tradiciones siguen vivas, las sonrisas son genuinas y el viajero se convierte en testigo privilegiado de una forma diferente —y reflexiva— de entender la vida.
Anécdotas y datos llamativos
- La televisión llegó al país recién en 1999.
- Las construcciones deben seguir estrictas normas arquitectónicas tradicionales.
- El rey Jigme Khesar Namgyel Wangchuck es conocido como «el rey dragón» y goza de gran popularidad.
- No ondea ninguna bandera extranjera ni siquiera en embajadas; ni EEUU ni ninguna otra potencia puede exhibir su enseña en territorio butanés.
¿Por qué viajar a Bután?
Porque pocos lugares quedan tan alejados del ruido global como este reino himalayo. Viajar aquí significa aceptar otras reglas: las del respeto al entorno, la humildad ante lo diferente y la voluntad de aprender sin imponer. Quien entra a Bután sale transformado; no tanto por lo que ve sino por lo que siente ante una sociedad que ha decidido vivir bajo sus propias normas.

