El anuncio ha sacudido la escena política: Emmanuel Macron ha ordenado a su gobierno preparar medidas urgentes para frenar la influencia de la Hermandad Musulmana en Francia.
El detonante ha sido un informe gubernamental que señala una estrategia de “entrismo islamista”, es decir, una infiltración progresiva y discreta en distintas capas de la sociedad francesa.
El texto, hecho público en un gesto inusual por el Elíseo, describe cómo determinadas organizaciones intentan modificar desde dentro las estructuras sociales, educativas y económicas del país, poniendo en cuestión la cohesión nacional y alimentando un debate ya candente sobre la “invasión islámica de Europa”, el “invierno demográfico” y la supuesta decadencia occidental.
Claves del informe: datos y advertencias
El documento, de 73 páginas, elaborado por dos altos funcionarios franceses, detalla cómo la Hermandad Musulmana —fundada en Egipto en 1928— habría desarrollado redes que abarcan desde mezquitas (hasta 207 identificadas como próximas al movimiento), hasta escuelas privadas (21 centros con 4.200 alumnos) y asociaciones en sectores tan dispares como lo social, lo económico o incluso portales de citas. El fenómeno se intensifica especialmente a través de las redes sociales, donde nuevos predicadores digitales captan jóvenes francófonos.
El informe también subraya cómo estos espacios representan solo el 7% de los lugares de culto musulmanes en Francia, pero han crecido con fuerza en la última década. Se calcula que cada viernes unas 91.000 personas asisten a mezquitas bajo esta esfera de influencia directa o indirecta. Para los autores del informe, el objetivo sería crear una vida musulmana autónoma dentro del entramado francés y avanzar hacia una “re-islamización” desde abajo.
La respuesta oficial no se ha hecho esperar. Macron ha convocado un consejo de defensa con ministros clave para valorar el alcance de este fenómeno. Ha prometido propuestas concretas antes de junio, algunas públicas y otras reservadas para ámbitos clasificados.
Reacciones políticas: polarización extrema
La publicación ha encendido todas las alarmas políticas:
- Marine Le Pen, líder ultraderechista, acusa al gobierno de “inacción” y exige erradicar el fundamentalismo islámico.
- Jordan Bardella, presidente del Rassemblement National, pide directamente prohibir la Hermandad Musulmana.
- Desde la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon denuncia una deriva islamófoba e incluso acusa al Ejecutivo de comprar “teorías delirantes” promovidas por sus rivales políticos.
Mientras tanto, la Federación de Musulmanes de Francia rechaza las acusaciones y advierte contra el peligroso error de equiparar islamismo radical con toda una religión o comunidad: “Nos oponemos firmemente a cualquier alegación que trate de asociarnos con un proyecto político extranjero o una estrategia de entrismo”, han declarado.
La “invasión islámica” en contexto: datos frente a retórica
El debate sobre si Europa vive una “invasión islámica” no es nuevo. Los datos oficiales matizan esta percepción:
- En Francia hay unos 6,7 millones de musulmanes (10% de la población).
- Alemania cuenta con 3 millones (3,5%).
- Reino Unido registra 3,2 millones (5%).
- En España el porcentaje baja al 2%, mientras que Polonia apenas alcanza un 0,02% y en Italia ronda el 5%.
En total, cerca del 5% de los habitantes de la Unión Europea son musulmanes. Los países con mayor proporción son Kosovo (92%), Albania (82%) y Bosnia-Herzegovina (50%), aunque no pertenecen plenamente al bloque comunitario.
Las previsiones más citadas provienen del Pew Research Center: para 2050, los musulmanes podrían ser entre el 17% y el 20% en países como Alemania, Francia o Reino Unido según distintos escenarios migratorios. Sin embargo, estudios académicos estiman que para alcanzar una mayoría musulmana en Europa habría que esperar hasta dentro de un siglo o más en los países occidentales tradicionales.
Demografía: ¿invierno occidental o integración?
Europa afronta un evidente invierno demográfico: bajas tasas de natalidad autóctonas frente a una mayor fertilidad entre familias inmigrantes —incluidas las musulmanas—. Pero los expertos alertan contra los relatos catastrofistas:
- Es habitual confundir inmigración general con inmigración musulmana.
- Las cifras absolutas no justifican ni una transformación inminente ni un cambio cultural irreversible.
- El envejecimiento poblacional europeo afecta a todos los grupos sociales.
En paralelo a este proceso demográfico se observa también un declive religioso generalizado: por ejemplo, en Reino Unido los cristianos han pasado del 71% al 46% entre 2001 y 2021; mientras tanto, los musulmanes han crecido hasta suponer el 6,5% del total. Esto alimenta percepciones públicas sobre pérdida identitaria y refuerza posiciones políticas más conservadoras.
Europa ante el espejo: crisis identitaria y riesgos reales
La publicación del informe francés pone sobre la mesa interrogantes cruciales para todo Occidente:
- ¿Es realista hablar de decadencia occidental por causas culturales o religiosas?
- ¿Existen estrategias organizadas para modificar los cimientos democráticos europeos?
- ¿Está Europa condenada a convertirse en un califato?
La mayoría de analistas apunta a que estos relatos simplifican realidades complejas. La inmigración musulmana es diversa: hay integración exitosa junto a bolsas de marginalidad; existen tensiones puntuales pero también ejemplos cotidianos de convivencia. La clave está más en cómo gestionen los estados europeos sus desafíos internos —educativos, sociales y económicos— que en temores apocalípticos sin base estadística sólida.
El caso francés demuestra que una parte relevante del debate es política e identitaria antes que estrictamente demográfica. Los líderes franceses insisten en distinguir entre islamismo radical e Islam como religión; sin embargo, el clima electoral polariza posiciones y dificulta matices necesarios para abordar un fenómeno tan delicado.
Mientras tanto:
- Los partidos ultraderechistas capitalizan el miedo al “otro”.
- La izquierda teme criminalizar comunidades enteras.
- Los datos invitan a separar hechos contrastados de percepciones emocionales.
En resumen: Francia abre un nuevo capítulo en el debate europeo sobre identidad nacional e integración religiosa justo cuando la presión demográfica acentúa las dudas existenciales occidentales. Pero ni Europa está al borde del colapso ni existe hoy una invasión organizada capaz de transformar radicalmente su tejido social a corto plazo. El desafío está más bien en equilibrar seguridad e inclusión sin caer ni en alarmismos ni en ingenuidades.
