Tras la decisión del Departamento de Estado de EE. UU. del 23 de mayo de imponer sanciones al régimen golpista de Sudán por el uso de armas químicas, la atención volvió a centrarse en las violaciones de derechos humanos y los dramas que se viven en ese país.
La semana pasada, el presidente del Consejo Soberano sudanés y comandante del ejército, Abdel Fattah al-Burhan, anunció el nombramiento de Kamel Al-Tayeb Idris Abdelhafiz como primer ministro en Puerto Sudán. Este nombramiento se produce aproximadamente tres semanas después de que el embajador Dafallah Al-Haj Ali fuera nombrado para el mismo cargo sin llegar a asumir sus funciones. Al-Burhan instruyó a la Secretaría General del Consejo Soberano y a las autoridades competentes para implementar el decreto constitucional.
¿Ha llegado la hora del enfrentamiento con los Hermanos Musulmanes?
Analistas Qasem AlShaabe consideran que el nombramiento de Kamel Al-Tayeb refleja las tensiones por el control impulsadas por los Hermanos Musulmanes, quienes se han infiltrado en el ejército sudanés, generando inquietud en poderes regionales contrarios a grupos islamistas con ambiciones políticas en la zona.
Informes recientes revelan el malestar de los Hermanos Musulmanes por la falta de consultas por parte de Al-Burhan en la elección del primer ministro. Interpretan este nombramiento como un intento del líder militar para reducir el papel del movimiento, que ha estado movilizando milicias y batallones extremistas para luchar junto al ejército, siendo clave para sostener el poder militar desde el golpe de 2021.
El periodista Salah Shaab indicó la semana pasada que observadores creen imposible que Al-Burhan pueda librarse completamente de los islamistas civiles y militares que conforman el Estado profundo. Citó al jeque Abdelhay, quien admitió haber infiltrado incluso la oficina de Al-Burhan, destacando que las victorias en la denominada «guerra de la dignidad» se deben a cuadros del movimiento islámico, y que dicha guerra es esencialmente una «guerra yihadista».
Shaab añadió que muchos ven la cooperación actual entre el ejército y los islamistas civiles y militares como temporal, afirmando que Al-Burhan busca utilizar esta alianza como plataforma para alcanzar la presidencia del país tras vencer a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Por su parte, los islamistas ven en la guerra una oportunidad para recuperar su poder, eliminar el legado de la Revolución de diciembre de 2019 y aislar a las fuerzas políticas que frustraron su proyecto, contemplando incluso apartar posteriormente al propio Al-Burhan.
El periodista concluye que romper la alianza con los islamistas será inevitable si Al-Burhan insiste en prolongar la guerra hasta obtener una victoria, o si cede ante presiones internacionales para alcanzar una solución pacífica al conflicto.
En paralelo, los Hermanos Musulmanes han cobrado protagonismo en la guerra, luchando junto al ejército con batallones extremistas como «Al-Bara bin Malik», acusados de graves crímenes contra civiles. Esto ocurre mientras aumentan las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos. Estados Unidos confirmó recientemente el uso de armas químicas por parte del ejército sudanés al menos dos veces durante 2024, mientras que las milicias islamistas han cometido atrocidades, incluyendo ejecuciones públicas en Jartum, Wad Madani y Omdurmán con motivaciones étnicas, dirigidas especialmente contra grupos no árabes.
Reacción popular limitada
Según informes, el nombramiento del primer ministro no ha tenido gran acogida entre la población sudanesa, centrada en la necesidad de poner fin a un conflicto que desde abril de 2023 ha dejado unos 120.000 muertos, 14 millones de desplazados y 24 millones de personas en riesgo de hambruna, según la ONU.
El líder del Movimiento Nacional, Nour El-Din Salah El-Din, indicó que el nombramiento del primer ministro no genera gran interés en la sociedad, concentrada en detener la guerra. Además, afirmó que ni la Unión Africana ni la comunidad internacional, cuyo apoyo sigue congelado, considerarán este nombramiento como un avance hacia la restauración del poder civil, exigiendo una solución política integral y consensuada.
Presencia de «Qosh» en Puerto Sudán y planes del islamismo tras la crisis química
Salah Abdullah, conocido como «Salah Qosh», exdirector de inteligencia y miembro del anterior Consejo Militar, llegó discretamente a Puerto Sudán días antes del nombramiento de Kamel Al-Tayeb, lo que ha generado especulaciones sobre planes de los Hermanos Musulmanes para apartar del poder a Al-Burhan, especialmente tras las recientes sanciones estadounidenses derivadas del uso de armas químicas.
Qosh, quien ha enfrentado sanciones estadounidenses desde diciembre de 2023, es acusado por Washington de intentar desestabilizar Sudán desde la caída del expresidente Omar al-Bashir y de promover golpes contra gobiernos civiles.
Informes indican que Qosh trabaja en secreto para marginar a Al-Burhan y su círculo cercano, aprovechando las sanciones y coordinándose con elementos leales en el ejército y la inteligencia. Asimismo, se revelaron planes elaborados en Ankara y Puerto Sudán por dirigentes del antiguo régimen, quienes buscan sustituir a Al-Burhan por figuras más manejables, como el general Yasser Al-Atta.
El analista Salah Shuaib subrayó recientemente la compleja situación de Al-Burhan, presionado por el alto coste humano y político de la guerra, así como por la intimidación constante de los islamistas, quienes le exigen continuar el conflicto o afrontar represalias. En este contexto, Al-Burhan pretende consolidar su poder mediante el nombramiento del primer ministro, distanciándose simbólicamente de los islamistas en lo que podría considerarse una maniobra gradual para romper la alianza actual.
