España, una nación al diván

España, una nación al diván

(PD).- España es un país esquizofrénico que necesita urgentemente un psicoanalista. Lo vimos el miércoles por la noche, un equipo de fútbol que juega como los ángeles, enhorabuena Barcelona, y el auténtico estado de la nación. Es cuanto menos paradójico que los que juegan la final de un torneo nieguen la legitimidad de quien lo organiza. Es grave porque refleja la altura moral del país. Se niega el Reino de España pero es legítimo beneficiarse de él.

Nadie se atreve a defenderlo en público, -escribe Fernando Fernández en ABC– ni las autoridades políticas que derivan su cargo de la Constitución española, lendakari y molt honorable incluidos, ni los presidentes de clubes de fútbol que, cual emperadores romanos, se aprestan a construir una nación al grito de pan y circo. Tampoco lo hace Radiotelevisión española que nos oculta el inmenso abucheo al himno de España no vaya a ser que nos enteremos que la nación no está rota pero sí descosida.

Ni por supuesto el gobierno de la nación que prefiere vivir la teleserie de ficción en la que el Estado de las Autonomía ha vertebrado España.

Este desahogo puede parecerles nostalgia imperial, pero me acompañan todos los expertos en derecho constitucional que me enseñaron que el fundamento de cualquier Estado Federal es la lealtad constitucional.

La realidad es siempre revolucionaria, decía Lenin, pero la izquierda española ha preferido centrarse en controlar los flujos de información. Pasó con la crisis económica y está pasando con la España plural. Lo menos que podemos decir, objetivamente, es que después de treinta años de democracia y un nivel de descentralización política y económica inimaginable en la Transición, la cuestión territorial no está encauzada, ni política ni emocionalmente.

Y no lo está porque el sistema electoral es centrífugo, genera incentivos perversos, crea por doquier partidos del qué hay de lo mío. A juzgar por la preferencia revelada, a nadie parece preocuparle. La prueba, en ese otro debate de la Nación no hubo ni una sola referencia a esta cuestión que, por otra parte, ocupa buen parte de los análisis internacionales de la economía española.

Sí hubo, sin embargo, mucha crisis económica. Un reconocimiento de culpa del presidente disfrazado de epidemia internacional y el descubrimiento de por qué ha sido cesado Solbes. No avalaba una política económica de ocurrencias y gasto clientelar que amenaza con situar el déficit público por encima del 12% del PIB. Como en los Estados Unidos de Obama, ya lo sé, pero la flexibilidad de esa economía y la capacidad para financiarse internacionalmente no son comparables.

El sector público va a necesitar del orden de 125.000 millones de euros netos anuales, lo que agravará la suerte de nuestras empresas que no son precisamente las menos endeudadas del mundo. Pero, la prensa dixit, el problema es el líder de la oposición. Qué maravilloso país en el que los sindicatos son capaces de organizarles una huelga a los gobiernos autonómicos y a la mismísima Comisión Europea pero respetan al Gobierno central. Si al menos fuera porque reconocen su irrelevancia competencial y sirviera para evidenciar su preocupación por el estado de la España plural.

Para terminar la semana el Gobierno silencia el dato del PIB, el peor trimestre desde 1970, con brotes verdes de recuperación y un nuevo debate existencialista sobre el origen de la vida. Lo tiene fácil porque la oposición popular se dedica, con gran generosidad y visión de futuro, a despellejarse viva y a cuestionar el liderazgo de Rajoy.

Mientras éste bastante tiene con sobrevivir, el gobierno es capaz de incorporar a su proyecto a gente nueva, sociológicamente de derechas, con proyección internacional y prestigio profesional como el nuevo secretario de Estado de Economía, ¡qué buen vasallo si tuviera buen señor! Se me escapan los vericuetos mentales que hacen que una persona así acepte ser la cuota de respetabilidad en un gobierno sin criterio. Pero chapeau a los responsables. Solo queda desearle que tenga más poder que Solbes.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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