La acusan ahora de desbordar el Magro al desaguar 7.000 millones de litros

Las tribulaciones de Teresa Ribera: La ministra de Sánchez que se ahoga en la tormenta perfecta

La vicepresidenta tercera del Gobierno Frankenstein se enfrenta a su criminal absentismo en la gestión de la DANA y la oposición del PP en su camino a ser Comisaria de la UE en Bruselas

Teresa Ribera y Pedro Sánchez (PSOE)
Teresa Ribera y Pedro Sánchez (PSOE). PD

La ministra favorita de Sánchez chapotea la tormenta perfecta.

La carrera política de Teresa Ribera ha entrado entrado en zona de turbulencias y puede irse a pique.

La vicepresidenta tercera del Gobierno Frankenstein y ministra para la Transición Ecológica se enfrenta a una batería de acusaciones, cada hora mas graves y precisas,  que amenaza con descarrilar sus ambiciones europeas y poner en jaque su gestión en España.

Entre acusaciones de negligencia en la gestión de la DANA en Valencia y un bloqueo inesperado en su camino hacia la Comisión Europea, Ribera se encuentra en el ojo del huracán político.

La DANA que sacudió más que Valencia

El episodio de la DANA en Valencia ha dejado al descubierto las costuras de la gestión de Ribera.

Según informaciones de última hora, la ministra ordenó el desembalse de 7.000 millones de litros de agua del pantano de Forata sin avisar a la población.

Este movimiento, que podría haber agravado las inundaciones, ha levantado ampollas en la opinión pública y ha dado munición a sus detractores políticos.

La ministra, en su defensa, ha insistido en que «las alertas se emitieron a tiempo».

Sin embargo, esta afirmación contrasta con los testimonios de afectados y las críticas de autoridades locales.

El presidente de la Generalitat Valenciana, el popular Carlos Mazón, no ha dudado en señalar a Ribera como responsable de los errores en la gestión de la catástrofe.

Un SMS que vale más que mil palabras

En un intento por defenderse de las acusaciones, Ribera afirmó que le «costó hasta cuatro llamadas localizar al señor Mazón» durante la crisis.

La respuesta del presidente valenciano no se hizo esperar: publicó un SMS de la ministra enviado a las 20:20 horas del día de la DANA, acompañado de un contundente «Basta de manipulaciones».

Este intercambio de declaraciones ha dejado en evidencia las discrepancias en la versión oficial de los hechos y ha puesto de manifiesto la falta de coordinación entre las diferentes administraciones durante la emergencia.

El bloqueo europeo: un tropiezo inesperado

Mientras Ribera lidiaba con las consecuencias políticas de la DANA, en Bruselas se gestaba otro frente de batalla.

El Partido Popular Europeo, a petición del PP español, ha decidido bloquear (al menos temporalmente) el nombramiento de Ribera como futura comisaria europea.

Este movimiento, que ha paralizado también la confirmación del resto de vicepresidentes de la Comisión Europea, supone un duro golpe para las aspiraciones de Ribera.

El PP exige que la ministra dé explicaciones ante el Congreso sobre la gestión de la DANA antes de proceder con su nombramiento.

Una defensa a contracorriente

Ante el aluvión de críticas, Ribera ha optado por una estrategia de defensa que consiste en volcar toda la responsabilidad de los errores en la gestión de la DANA sobre el gobierno autonómico de Mazón.

Esta táctica, lejos de apaciguar los ánimos, parece haber avivado aún más la polémica.

La ministra insiste en que «hubo muchas instituciones que siguiendo esas alertas de los días previos decidieron a las siete y media de la mañana del día 29 cancelar todas las actividades».

Sin embargo, esta afirmación no ha logrado acallar las voces que cuestionan la eficacia de las medidas tomadas por su ministerio.

El factor Puigdemont: una variable inesperada

Como si el escenario no fuera ya lo suficientemente complejo, la figura de Carles Puigdemont ha irrumpido en la ecuación.

La reciente reaparición del expresident catalán en España y su posterior fuga han vuelto a situar a Ribera en el centro de la atención mediática, ya que fue vista junto a Puigdemont durante su breve aparición en Barcelona.

Este episodio ha añadido un nuevo elemento de controversia a la ya de por sí complicada situación de la ministra, alimentando las especulaciones sobre su papel en la estrategia del gobierno respecto al conflicto catalán.

Las consecuencias a largo plazo

El cúmulo de controversias que rodean a Ribera plantea serias dudas sobre su futuro político.

Por un lado, su gestión de la DANA podría tener consecuencias judiciales.

Aunque de momento no hay indicios de una imputación formal, el PP ha insinuado la posibilidad de que Ribera tenga que enfrentarse a responsabilidades legales por su actuación durante la catástrofe.

Por otro lado, el bloqueo de su nombramiento como comisaria europea pone en jaque sus aspiraciones internacionales.

Aunque el aplazamiento de la votación podría ser temporal, el daño a su imagen ya está hecho.

La credibilidad de Ribera como gestora de crisis medioambientales ha quedado en entredicho precisamente cuando aspiraba a liderar la política de transición ecológica a nivel europeo.

Un futuro incierto

El panorama que se dibuja para Teresa Ribera es, cuanto menos, incierto.

La ministra se enfrenta a una encrucijada que podría definir el resto de su carrera política.

Por un lado, debe lidiar con las consecuencias de la gestión de la DANA en el ámbito nacional, lo que podría implicar comparecencias parlamentarias e incluso investigaciones judiciales.

Por otro, tiene que recomponer su imagen a nivel europeo si quiere mantener vivas sus aspiraciones de formar parte de la Comisión Europea.

La estrategia de Ribera parece clara: mantener un perfil firme y defender su gestión a capa y espada.

Sin embargo, esta postura podría resultar contraproducente si no va acompañada de una autocrítica y una disposición a asumir responsabilidades.

Conclusión: Una tormenta política que no amaina

La situación de Teresa Ribera es un reflejo de la complejidad de la política actual, donde las crisis locales pueden tener repercusiones globales y donde la gestión de la información es tan importante como la gestión de los propios acontecimientos.

La ministra se enfrenta ahora al reto de navegar estas aguas turbulentas sin naufragar políticamente.

Su capacidad para sortear esta tormenta perfecta determinará no solo su futuro personal, sino también el rumbo de las políticas medioambientales en España y, potencialmente, en Europa.

En un momento en que el cambio climático y la gestión de catástrofes naturales se han convertido en temas centrales de la agenda política, el caso de Ribera sirve como un recordatorio de la importancia de una gestión eficaz y transparente.

La pregunta que queda en el aire es si la vicepresidenta tercera logrará capear el temporal o si, por el contrario, esta serie de controversias marcará el ocaso de su carrera política.

Lo que está claro es que, parafraseando a Bob Dylan, «no hace falta un meteorólogo para saber por dónde sopla el viento».

Y en el caso de Teresa Ribera, el viento sopla con fuerza en su contra.

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