EN 'AL ROJO VIVO' DE LASEXTA

No se pierdan lo que opina uno de los mejores analistas de Ferreras: «Saben que es un pato cojo…»

El politólogo Pablo Simón advierte en 'Al Rojo Vivo' sobre la percepción de Sánchez como líder debilitado en Europa y sus consecuencias para el PSOE

Pablo Simón y Antonio García Ferreras.
Pablo Simón y Antonio García Ferreras.

Cuando Pablo Simón, uno de los analistas más reputados del panorama español, toma la palabra en el plató de ‘Al Rojo Vivo’, el país político escucha.

Su última reflexión sobre la situación de Pedro Sánchez no ha pasado inadvertida:

“Los que vayan a tratar con él anticipan que es un pato cojo con fecha de caducidad”.

La frase resuena como una campana en un momento en que la estabilidad del Gobierno y su proyección internacional están bajo lupa. En el argot político, ser un «pato cojo» implica que un líder, aunque siga en el poder, ha perdido capacidad real de influencia, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

La comparación con otros mandatarios europeos en circunstancias similares es inevitable. Y es que, cuando desde Bruselas hasta Berlín se empieza a pensar que un presidente tiene los días contados, las relaciones bilaterales se enfrían, las promesas pesan menos y los socios internacionales ajustan sus apuestas. No hay nada más incómodo para un país que sentarse a negociar sabiendo que su interlocutor puede estar a punto de hacer las maletas.

El contexto nacional: resistencia frente a gobernabilidad

Esta percepción no surge de la nada. El propio Simón ya advertía semanas atrás que Sánchez cuenta aún con mayoría para resistir, pero no para gobernar. En otras palabras, el Ejecutivo sobrevive gracias a una aritmética parlamentaria precaria y a base de sortear crisis internas y externas —la más reciente, la tormenta desatada por el informe de la UCO sobre Santos Cerdán—. Lo urgente ocupa tanto espacio que lo importante queda relegado.

Las consecuencias para el PSOE son serias. El partido se enfrenta a uno de los periodos más duros desde la llegada del “sanchismo”. La imagen presidencialista se erosiona cada vez que la agenda política gira en torno a escándalos o bloqueos legislativos. En este contexto, los socios de investidura aprovechan para marcar perfil propio, como demostró ERC en una reciente sesión de control al Gobierno con una intervención especialmente crítica hacia Sánchez.

La pregunta que sobrevuela a Ferraz es sencilla: ¿cuánto tiempo puede estirarse este escenario antes de que los apoyos se evaporen? Y lo más relevante: ¿qué impacto tendrá todo esto en la competitividad electoral de la izquierda durante la próxima década? Nadie quiere ser recordado por haber dejado al partido instalado cómodamente en la oposición durante una generación.

Europa y el efecto contagio

En Bruselas no se dan puntadas sin hilo. Cuando los interlocutores comunitarios perciben debilidad interna, las negociaciones tienden a ralentizarse y las posiciones españolas pierden fuerza. Desde la OPA hostil del BBVA al Sabadell —donde se analiza cada gesto gubernamental como si fuera un movimiento ajedrecístico— hasta las discusiones sobre el futuro energético tras el gran apagón ibérico, España aparece como actor secundario más que como protagonista.

En este clima, no faltan quienes dentro del propio PSOE empiezan a mirar el calendario electoral con algo más que resignación. La sensación es clara: resistir no es gobernar, y gobernar sin horizonte estable es poco más que administrar incertidumbre.

Humor político: patos y otras especies

Resulta curioso cómo el lenguaje político español ha adoptado con tanta naturalidad expresiones anglosajonas como “pato cojo”. En nuestro ecosistema político hay fauna para todos los gustos: desde “barones” territoriales hasta “cisnes negros” económicos y “lobos solitarios” mediáticos. Pero pocos títulos resultan tan demoledores como este. Nadie quiere ser el pato del estanque cuando llegan los cazadores.

En cualquier caso, algunos datos curiosos acompañan este momento tan peculiar:

  • El término “pato cojo” (lame duck) nació en la Bolsa de Londres del siglo XVIII para referirse a inversores insolventes antes de saltar al vocabulario político estadounidense.
  • En España se ha popularizado recientemente gracias a tertulianos y analistas televisivos, aunque aún no figura oficialmente en el diccionario político nacional.
  • Mientras tanto, los mercados parecen haber tomado nota: operaciones empresariales clave esperan señales claras desde Moncloa antes de mover ficha.

Y así seguimos, entre rumores palaciegos, sesiones parlamentarias broncas y una agenda europea cada vez más impaciente. Como diría un viejo zorro del Congreso: en política, nadie espera sentado al pato… salvo para ver cuándo levanta el vuelo (o cuándo lo despluman).

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