Tras asegurarme que ningún centro de mesa ni ningún florero cercano tiene un micrófono oculto arrancamos el repaso a los espacios de opinión del 14 de febrero de 2013 dejando constancia de que el chusco episodio del espionaje por encargo, según parece, del PSC a Alicia Sánchez Camacho y la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola sigue siendo el chanchullero político más comentado en la prensa de papel. No faltan, por supuesto, artículos dedicados a las corruptelas varias y al tema de los desahucios y hasta quien predice una próxima crisis de Gobierno.
En ABC, Ignacio Camacho publica La montaña rusa:
Cercado por la protesta social y con la popularidad en picado, el Gobierno ha empezado a sufrir los vahídos del ‘twister’ demoscópico. Rajoy ha ordenado rectificaciones en serie -la ley de desahucios, las tasas judiciales, los despidos de imputados- en un intento pragmático de desacelerar la caída, de modular una velocidad de descenso que está abrasando los raíles por los que da tumbos la vagoneta del poder. Después de incumplir su programa ya no se debe de considerar atado ni siquiera a sus propias decisiones.
Tras decir que el Gobierno no va a contentar con estas medidas a los radicales y que su objetivo es no seguir perdiendo apoyos, argumenta por qué Rajoy «no ha dejado caer» todavía a Ana Mato:
No quiere que nadie se baje del tobogán antes de tiempo aunque cualquier semana o mes de estos se presentará con una remodelación gubernamental en la carpeta para iniciar el siguiente tramo del recorrido. Si las recientes autocorrecciones son un indicio de algo en esa crisis saldrán sustituidos los ‘bonzos’ más achicharrados en la experiencia.
Comenta que puede que, antes de la crisis de Gobierno, el registrador de la propiedad metido a gobernante decida tumbar alguno de los proyectos más polémicos de sus ministros para no enfadar a todo el mundo al mismo tiempo y no agobiar más a la clase media. Concluye:
Por si acaso, los ministros y portavoces del partido deberían mostrarse menos categóricos. Lo que hasta ayer era dogma mañana puede volverse relativo y hay volteretas bruscas que no se pueden dar sin sufrir cortes de digestión o salir con cara de desmayo.
El periódico de Unidad Editorial lleva en sus páginas dos artículos que, sin duda, conseguirán arrancar en algún momento la sonrisa del lector. David Gistau da un repaso a buena parte del Congreso en Un aroma terminal. Primero pone en su punto de mira a la líder de UPyD:
Hay algo desabrido en el tono de Rosa Díez que nos refresca el recuerdo de las regañinas de la adolescencia. Es oírla y activarse un reflejo pavloviano por el que me siento impulsado a terminar los deberes de matemáticas. Es una lástima, porque la estridencia a menudo opaca el contenido de unas intervenciones con las que Díez, ayer a cuenta de la corrupción y la falta de entusiasmo para combatirla, intenta destapar algunos vicios endogámicos de los que la vida política necesita purgarse.
De otros parlamentarios no da nombres, pero no es difícil intuir a quiénes se refiere:
Hay diputados ambiguos que juegan a estar al mismo tiempo en el escaño y en el nihilismo antiparlamentario. Los hay que, por parecerles ya poca cosa la mera disolución del Gobierno, declaran la liquidación del régimen y la apertura de una etapa constituyente en la que probablemente sea lícito fantasear incluso con el regreso a Estoril de la Monarquía.
Saca varios nombres de los dos grandes partidos:
Rubalcaba y Soraya Rodríguez apretaron al Gobierno con los casos Bárcenas y Sepúlveda. Acaso fuera la influencia papal lo que animara a Rubalcaba a exigir no la dimisión, sino la renuncia de Rajoy, no sólo por el embrollo del tesorero, sino por la destrucción de los «consensos sociales». Por segunda vez, Rajoy despachó a Rubalcaba acusándolo de hacer «papelones».
Fue significativo que la vicepresidenta, que estaba griposa, replicara con firmeza a Soraya Rodríguez acerca de las reformas económicas, amparándose incluso en el apoyo de Draghi. Pero que, en cambio, no hiciera la menor defensa del PP en el atolladero de lo sobrecogedor: eso es territorio Génova, marrón de Cospedal, y la vicepresidenta, enfrascada en Moncloa, no se va a desgastar ahí ni un ápice.
Elogia a un joven socialista:
[Eduardo Madina] Ayer protagonizó la pregunta que más posibilidades tenía de volverse abrupta, la primera de las planteadas a Ana Mato. Y lo hizo francamente bien. Elegante y comedido en el tono, primero hizo un relato minucioso de las consecuencias «antisociales» de las políticas de Sanidad. Y sólo al final hizo alusión a la compleja situación personal de Mato.
Concluye hablando de la mujer que no sabía que tenía un Jaguar en el garaje de casa –este humilde lector de columnas no puede evitar pensar que, si en vez de un coche, es un felino, la señora Mato le habría servido de cena en algún momento–:
La ministra empleó su intervención entera en defenderse a sí misma ante la Cámara, declarándose víctima de la difamación. Su bancada la arropó con un aplauso largo, sobreactuado. Este cronista, que no es tan veterano en el Parlamento, ya ha visto cómo estos aplausos y vítores de auxilio a veces se convierten en el homenaje de despedida. Bermejo, por ejemplo.
Por su parte, Manuel Jabois analiza en tono jocoso al PSC, a cuenta del espionaje. Lo hace en Juegos de espías:
Hay un escándalo aún mayor a que el PSC contrate a una agencia de detectives para espiar a un partido rival. Incluso más grande que el hecho de que el portavoz de Mas, cuatro días después de que su jefe haya dicho que a él no lo paran ni las leyes, diga que pasan cosas impropias de una sociedad democrática. El escándalo es que, llegados por fin a las puertas de los investigadores privados, los responsables del PSC no hayan pedido que se les espíe a ellos mismos.
Añade:
El PSC no necesita orden, coherencia ni nombres frescos ni ideas nuevas, pues cada semana hay una que contradice a la anterior; el PSC necesita espías que les graben a escondidas, y que a primera hora de la mañana les dejen sobre la mesa los informes sobre qué hicieron a lo largo del día de ayer, con quién hablaron y de qué trataron en esas conversaciones.
Sobre la grabación de la conversación de Sáchez-Camacho con la ex del primogénito del doble catalán del Maestro Yoda:
El portavoz del PSC ha repetido que ellos se enteraron por la prensa y que ha sido una sorpresa. No escarmientan. El socialismo lleva 20 años enterándose de las cosas que le pasan por la prensa, cuando podría estar tranquilamente enterándose por un detective.
Toni Bolaño escribe en La Razón sobre el mismo asunto del espionaje, pero con menos gracia. Su artículo tiene un título, eso sí, llamativo: Es la mierda, estúpidos.
Dicen que la política catalana se ha convertido en una película de espías, a lo James Bond. Discrepo totalmente. Como mucho el episodio de las escuchas a la líder del PP, Alicia Sánchez-Camacho, y la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola, tiene más parecido a un capítulo de Mortadelo y Filemón acompañado por la banda sonora de Benny Hill.
Todo el aderezo de este asunto es bochornoso. Huele mal pero lo importante es la mierda.
Sostiene que lo importante no son las escuchas:
El asunto es si Jordi Pujol Ferrusola ha construido su fortuna de forma ilegal aprovechándose de sus lazos familiares.
Concluye:
Zaragoza niega que se contratara la empresa para espiar a Sánchez-Camacho. De hecho, si tenía estos datos en julio de 2010 y no los utilizó, tengo tendencia a pensar que hizo el negocio de Roberto, el de las cabras. Bill Clinton ya lo dijo cuando ganó por vez primera las elecciones. Es la economía, estúpidos. Aquí en Cataluña, lo mejoramos. Es la mierda, estúpidos.
Metidos en asuntos de ‘ese pequeño país de ahí arriba’, que diría Guardiola, terminamos este ‘Afliando columnas’ con el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. Ernest Folch, ese dechado de moderación que comparaba a Pedrojota Ramírez con un dragón y proclamaba su esperanza de que un San Jorge nos librara de él —Folch (El Periódico) defiende el programa donde disparaban al Rey y a Sostres: «es una princesa entregada al dragón de los medios ultras de Madrid»— descubre en la contraportada de El Periódico la Lucha de clases 2.0:
¿Se acuerdan de aquella fantasía que decía que ya no había clases sociales? Entonces se nos hacía creer que la historia había terminado, los trabajadores eran ya solamente consumidores y la única ideología era proclamar que ya no había ideología (…) Pero vino la crisis y al menos sirvió para desenmascarar la farsa. Ni el mercado libre era libre ni el capitalismo era precisamente ningún paraíso, más bien al contrario.
¿Sabrá el señor Folch lo que es el libre mercado? Es justamente lo contrario de lo que existía en los sectores a los que se identifica con los causantes de la crisis, el ladrillo y la banca. Ambos son sectores muy regulados y donde los políticos, de forma tanto legal como ilegal, meten la mano de forma constante. De hecho, no olvidemos, casi todas las hipotecas que nunca se tenían que haber concedido fueron dadas por cajas de ahorros, entidades que no son privadas y que están politizadas en grado extremo.
Presenta la aceptación a trámite de la Iniciativa Legislativa Popular como una victoria de la lucha de clases, ahí es nada, y eleva a Ada Colau a la altura de uno de los grandes mitos marxistas:
Tampoco es nueva la audacia de Ada Colau, una especie de Rosa Luxemburgo del siglo XXI a quien no va a parar nada ni nadie.
Concluye:
Y es que, más que del fin de la historia, estamos cerca del fin de un sistema al que le hemos visto el plumero. Ya con las cartas boca arriba, ni tan siquiera se disimula que con otra reforma laboral más los trabajadores de a pie empezarán a tener envidia de los obreros del Manchester del siglo XIX. Por supuesto que hay lucha de clases, y la tienen aquí mismo, por ejemplo en el extrarradio de Barcelona que tan bien ha descrito Javier Pérez Andújar en su gran libro ‘Paseos con mi madre’. La única diferencia es que los oprimidos de hoy ya no necesitan octavillas para defenderse. A Ada Colau y compañía les han bastado Twitter y sus 140 caracteres para doblegar al PP y poner a todo un sistema contra las cuerdas. El método es muy moderno, pero la lucha es la de siempre.
Quién iba a decir que en pleno 2013 estaría más de actualidad Karl Marx que Milton Friedman. Ver para creer.
Que no se emocione el señor Folch. Cuando los émulos de Marx y paladines de la lucha de clases se han hecho con el poder el resultado ha sido siempre el asesinato político como forma de Gobierno, la cárcel para quien disiente y la miseria para el conjunto de la población, con excepción de la ‘vanguardia obrera’. Y los que se supone ‘intelectuales’, como escritores y editores, nunca han estado a salvo. Más bien al contrario, casi siempre han sido los primeros con dar con sus huesos en prisión o en una fosa común.