La que se le viene encima al Partido Popular no es pequeña. El 14 de octubre de 2015, dirigentes como el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, asegurando que había compañeros suyos que se avergonzaban de ser del PP, se dedicaron a poner nuevamente en el punto de mira a aquellos votantes a los que aún no habían defraudado.
El chorreo de votos perdidos en Génova 13 de cara a las elecciones generales del 20 de diciembre empieza a ser algo más que evidente y de esta cuestión se ocupan este 15 de octubre de 2015 varios columnistas.
Empezamos por el ABC y con Ignacio Camacho repartiendo palos con guante de seda:
En barrena, han entrado en barrena. El PP tiene moral de derrota y a sus dirigentes les sale por los poros una mezcla de pesimismo, ansiedad, desconcierto y cabreo. Exudan desconfianza y transmiten nervosismo a una militancia que ve venir las generales con cara de pánico. Para ganar elecciones se necesita una organización coriácea, una maquinaria de combate, y el Popular es ahora mismo un partido en transparente estado de caos, agarrotado por la incertidumbre y envuelto en la sensación de que no hay nadie al mando. Una tropa sin cohesión y sin fe en su liderazgo. Un descalzaperros que huele a desorden y a fracaso.
Apunta que:
En medio de ese desbarajuste nadie pierde ocasión de tratar de salvarse por su cuenta. Ayer era miércoles catorce pero para los populares era aún martes y trece. Ni coordinados para un sabotaje se hubieran maltratado tanto a sí mismos. No eran las once de la mañana y tenían la casa ardiendo por varios costados. En los periódicos, la insensata verborrea de Montoro y el despecho de Cayetana Álvarez de Toledo habían servido un desayuno continental de fuego amigo, y en el País Vasco Arantza Quiroga agravaba la crisis abierta por su propia incompetencia abandonando una jefatura que en sus manos ya parecía vacante. Todo de golpe y bien temprano, para llegar sin agobios a los telediarios. No se fuese a quedar alguien sin enterarse de que en el partido de la mayoría hay un incendio en cuyas llamas los bomberos se inmolan en vez de apagarlo.
Detalla que:
Quizá lo más grave fue el desparrame de Montoro, una auténtica ametralladora de inoportunidades y despropósitos. Cayetana ya sabía que la iban a echar y ha preferido adelantarse cinco minutos. En la estructura vasca sólo falta que el último apague la luz; los pocos que quedan no saben administrar el posterrorismo y la torpeza de Quiroga no es más que el testimonio de un vacío general de ideas y de proyecto. Los votantes de derecha se han ido allí hace rato hacia el PNV y los que conserven escrúpulos antinacionalistas se refugiarán en Ciudadanos.
Y remata de esta manera:
Pero al ministro de Hacienda se le suponía una cierta cordura, una contención responsable dentro de la antipatía que de por sí genera el cargo. Por lo visto no le basta con haber cabreado a las clases medias, a las altas, a los autónomos, a los funcionarios, a los profesionales y a cualquiera que aún se sienta ideológica o sentimentalmente cerca del Gobierno. Atacado de una suerte de incomprensión, necesitaba afirmar su autoestima enfureciendo también a sus propios compañeros. Como solía decir Jesús Posada, allá por Huesca debe de quedar algún simpatizante al que no hayan molestado o decepcionado; todavía están a tiempo de ir a tocarle las narices. Con los militantes ya no hace falta: están en shock, sumidos en la perplejidad, espantados. Preguntándose, ante semejante espectáculo de cainismo autoconspirativo, para qué demonios necesitarán adversarios.
Por su parte, Jaime González recuerda como estas crisis se resuelven de manera diferente en el PP que cuando suceden en el PSOE. En la derecha todos corren como pollos sin cabeza, mientras que en Ferraz se conjuran todos al calorcito de unas elecciones que pueden darle un puesto en el Gobierno:
Puestos a ajustar cuentas, el PSOE utiliza la daga; el PP, el cuchillo jamonero. A la hora de lavar los trapos sucios, el socialismo emplea suavizante; la derecha, jabón Lagarto. El resultado es que las pendencias del primero relucen primorosas y son suaves al tacto; las del segundo, amarillean y -al tocarlas- parecen papel de estraza.
En todas partes cuecen habas, pero si Chicote entrara por sorpresa en la cocina del PP exclamaría: «¡Esto no es gastronomía, es balística!». El PSOE pasa la bayeta y borra en un plis plas las huellas del delito, mientras que a la derecha le cuesta horrores arrastrar el muerto y despejar el lugar del crimen.
Añade que:
Ha dicho Susana Díaz que Zapatero es una persona de «principios y valores; valiente, solvente, preparada, generosa, de sólida formación y con una rica y amplia experiencia». La hipérbole de la presidenta andaluza provoca carcajadas, pero habrá que convenir que su forma de reivindicar el legado del expresidente del Gobierno no la mejora ni la zorra de la fábula de Samaniego: «Tenga usted buenos días, señor cuervo, mi dueño; vaya que estáis donoso, mono, lindo en extremo…».
Y asegura que el PP parece el auténtico ejército de Pancho Villa:
A dos meses largos de las elecciones, el socialismo se aprieta para salir en la foto; el Partido Popular parece el ejército de Pancho Villa, como si se hubiera conjurado para estrellarse en las urnas. En ausencia del gato -Mariano Rajoy estaba en la ONU-, se divierten los ratones: se conoce que Cristóbal Montoro -que sale poco- tenía ganas de juerga. Ha montado un tablao y ayer le hicieron palmas, para que no decaiga la fiesta.
Respeto, señores; un poquito de consideración a sus votantes. ¿Con qué autoridad moral pueden reclamar confianza si son incapaces de cuidar las formas? Hagan como Susana Díaz: lo suyo tiene guasa; lo de ustedes, ni pizca de gracia.
Luis María Anson, en El Mundo, considera que el Gobierno de Mariano Rajoy ha perdido toda clase de autoridad ante la pasividad mostrada con los separatistas catalanes:
Mariano Rajoy venció en las últimas elecciones generales por amplia mayoría absoluta. Cuatro años después, Madrid y Barcelona soportan un gobierno de extrema izquierda; la propaganda proetarra se enseñorea en el País Vasco; Cataluña ha celebrado elecciones plebiscitarias y se ha hecho ingobernable; en Galicia, Baleares, Canarias y Andalucía se multiplican los conatos secesionistas; en media España y en casi todos los canales de televisión se ha perdido el respeto a la Familia Real; a Juan Carlos I se le desmontó de su pedestal en el Ayuntamiento barcelonés; se pitó a Felipe VI y al himno nacional en el estadio del Barcelona; casi nadie obedece en municipios y autonomías; una dama que micciona en plena calle ante los reporteros gráficos y una bella asaltacapillas en pelota viva ocupan cargos de relevancia; la mayoría de las Universidades sindicalizadas han perdido el rango de excelencia… Y es que el régimen se le desmorona a Mariano Rajoy entre las manos. Menos mal que Europa se mantiene firme y el euro sólido, lo que permite que se atenúe la falta de autoridad en España y se maquille la debilidad de nuestras instituciones.
Precisa que:
En líneas generales, la sociedad siente asco por el sistema. Y de forma abrumadora las nuevas generaciones. «Se sangra a los ciudadanos con unos impuestos casi confiscatorios -escribí hace unos meses- y se imponen austeridades asfixiantes menos para la clase política y la casta sindical, que se enseñorean de España. En la Sevilla de los eres y los cursos de formación, en el Madrid de Gürtel y Púnica, en la Barcelona del Palau y las mordidas reconocidas por el propio Parlamento, en incontables ciudades y pueblos españoles, a todas las escalas y todos los niveles, la corrupción se ha convertido en una serpiente que repta arrogante por la geografía nacional».
Y concluye que:
¿Ha reaccionado el Gobierno ante el desafío, denunciado por Joaquín Manso, de alcaldes catalanes que han anunciado su propósito de no pagar impuestos y de promover la desobediencia generalizada? Pues no. «Lo mejor es cerrar el pico», ha declarado Pedro Arriola. El ciudadano medio tiene la sensación de que el Gobierno ha perdido la autoridad, que todo vale. Que todo vale, desde la impertinencia de alcaldes diminutos hasta la febril actividad en favor de los etarras; desde el órdago secesionista en Cataluña hasta los despropósitos en Madrid y Barcelona; desde el desafío abierto a la Constitución hasta la vejación de los símbolos nacionales y de la Familia Real.
Nos queda Europa. No se reproducirá en España lo que sucedió en los años 30 del siglo pasado porque nuestro país está alineado entre las quince potencias económicas del mundo y porque la vida española discurre a través de los cauces de la supranacionalidad europea. Pero parece claro el desmoronamiento del sistema y la necesidad de construir el edificio de la nueva España conforme a las exigencias de las nuevas generaciones.
Victoria Prego también prevé un panorama negro para el PP de cara a las generales del 20 de diciembre de 2015:
Cuanto más se acerca la fecha de las generales más feas se le ponen las cosas al PP. De las sucedidas ayer, la más grave fue el anuncio de dimisión de la presidenta del PP vasco. Su salida de la primera fila de la acción política deja en primer plano y a la vista de todos la calamitosa situación de un partido que llegó a tener 19 escaños en el Parlamento de Vitoria en el año 2001 -ahora tiene 10- y que se enfrenta a un futuro nada prometedor porque ha perdido su ubicación política en la sociedad vasca. Por eso pierde fuerza elección tras elección y la marcha de Quiroga-que evidencia un desencuentro inexplicable y una falta de coordinación con la dirección realmente escandalosa- hace aún más complicada la remontada en esa comunidad a dos meses raspados de los comicios generales.
Este es un contratiempo serio para la dirección del PP, al que hay que sumar sus paupérrimos resultados en las elecciones catalanas, lo cual lleva a poner sobre el tapete el estado real del partido del Gobierno en determinadas comunidades autónomas. Véase lo que le sucedió en Andalucía, donde en las últimas elecciones perdió nada menos que 17 de los 50 escaños que había obtenido en las anteriores elecciones. Y añádanse a esto las pésimas perspectivas que los sondeos apuntan en la comunidad valenciana.
Subraya que:
El resultado de la visión del paisaje completo puede ser demoledor para todos aquellos que han estado convencidos durante estos últimos cuatro años de que la hazaña de sacar a España de la crisis y convertirla en el país que más crece ahora mismo de la Unión Europea sería más que suficiente para repetir la victoria electoral. Eso es ahora mismo más que dudoso. Y a esas dudas y a la desazón que crean en buena parte de la militancia y de los cuadros medios del partido se deben los choques más o menos ásperos a los que estamos asistiendo últimamente. Aznar abrió el fuego disparando repetidamente a la cabeza y detrás de él un sinfín de voces y de susurros han ido acompañando cada vez con mayor intensidad la denuncia pública del presidente de honor del Partido Popular.
Lo de Montoro no habría tenido tanto eco interno si el ministro no hubiera hurgado en una herida ya abierta hace mucho tiempo, pero lo cierto es que ha escocido mucho en el seno del partido. Esto es un problema viejo. Que el partido se ha sentido, una vez más, maltratado y ninguneado por quienes componen el Gobierno lo saben hasta los leones de las Cortes. Y que el Gobierno, especialmente los ministros del área económica, reprocha al partido que no se haya deslomado explicando y vendiendo el trabajo y el éxito del Gobierno en su lucha contra la crisis lo saben todos los periodistas que trabajan en Madrid. De hecho, hay ministros que se han sentido tratados con auténtica deslealtad incluso por los presidentes autonómicos del PP, muchos de los cuales perdieron el poder en las últimas autonómicas y, con ello, su peso en el partido. Pero esas heridas han dejado también su huella.
Y asegura que en el PP van a acabar muriendo de éxito:
En definitiva, esto es lo que se estaba incubando desde hace demasiado tiempo sin que nadie dentro del partido haya tomado las riendas de un problema que empieza a restallar cuando ya no hay tiempo para atemperarlo. A ver si al final Mariano Rajoy se va a tener que acordar de Felipe González cuando advertía a los suyos que también se puede morir de éxito.
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