LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Gabriel Albiac contra la política-espectáculo: «El voto se disputa en las grandes audiencias de la telebasura»

"La rentabilidad del impacto emotivo sobre la clientela ha impuesto eso que vemos en esta campaña exhibirse, por primera vez, sin timideces"

Gabriel Albiac contra la política-espectáculo: "El voto se disputa en las grandes audiencias de la telebasura"
Pablo Iglesias dándole a la guitarra.

La victoria de la oposición al chavismo de Nicolás Maduro el 6 de diciembre de 2015 no viene recogida en las tribunas de opinión de este 7 de diciembre de 2015 por mor de la diferencia horaria entre España y Venezuela.

Obviamente, el tema recurrente vuelve a ser la campaña electoral y las estrategias de los partidos políticos para tratar de captar votos de los indecisos de aquí al 20 de diciembre de 2015:

Sobre este particular opina Gabriel Albiac en ABC. Constata que gran parte de los políticos se han echado en manos de la telebasura para rascar apoyos haciendo todo tipo de cosas, desde el bailoteo a rasgar guitarras:

Bibliografía para las dos semanas electorales. 1967: La sociedad del espectáculo. «Toda la vida de las sociedades en las cuales reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era directamente vivido se ha alejado en una representación».

Guy Debord, que con esa paráfrasis burlesca de un venerable clásico hiciera arrancar su cáustico libro, se suicidó en 1992. Tal vez le fuera difícil soportar que el mundo real se hubiese empecinado en plagiar su pesadilla. La que él decía saber inexorable, pero que confiaba, tal vez, no llegar a presenciar en vida. El mundo de los hombres, mutado en una representación escénica, acabó por cazarle; la aceleración de los tiempos de pudrimiento ha sido vertiginosa.

Señala que:

Hoy, ese mundo en el cual todo es planificado sainete -y, la mayor parte de las veces, circo- se ha apoderado de cada repliegue de vidas privadas y públicas. Y ha hecho de nosotros hombres sin consistencia real: cascajo redundante y huero. Que cruje, inarmónico, sobre la escena de bulevar barata de todos los días. También sobre el gran decorado de cartón piedra de esas mañanas de domingo que finge la gran liturgia: la quincalla wagneriana que da fanfarria a las liturgias electorales. Nada escapa a esa determinación primera que, dice Quevedo, determina el teatro humano: «No olvides que es comedia nuestra vida / y teatro de farsa el mundo todo / que muda el aparato por instantes / y que todos en él somos farsantes».

La rentabilidad del impacto emotivo sobre la clientela ha impuesto eso que vemos en esta campaña exhibirse, por primera vez, sin timideces. La mercancía debe ser vendida al espectador en el lugar y con el lenguaje más cercanos: los de su televisor. El punto vulnerable del espectador -que es todo cuanto queda del extinto ciudadano-, aquel en el cual deja vagar fantasías cuyo infantilismo le avergonzaría confesar en público, se llama telebasura. A ella van las mayores inversiones en publicidad comercial. A ella deben ir las mayores inversiones en publicidad política. La telebasura vende detergentes. Con eficacia. Venderá, pues, diputados. Con eficacia idéntica. Bailar, rasguear guitarras, cloquear insulsas naderías es condición para que el telespectador identifique en el rostro de su representante el suyo propio. Es la gran coartada del hombre moderno: «Hay alguien aún peor que yo. Puede, pues, representarme».

Finaliza que:

Hubo un tiempo en que Shakespeare cifraba el breve curso de la vida humana en un envite exaltante: «Pisotear cabezas de reyes». Hoy, el político se trocó en actor. Y oficia en la sala de estar de cada uno. Desde la fofa ventana de construir emociones que es el televisor. Hasta hace poco, ese actor oficiaba en programas disfrazados de coartada informativa. Eso no es ya necesario. La eficacia publicitaria es directamente proporcional al entretenimiento. Se acabó el disimulo. El noticiario es un teatro menor. El voto se disputa en las grandes audiencias de la telebasura.

Isabel San Sebastián habla sobre el auge de Albert Rivera y como su partido va a romper el modo en el que ha funcionado hasta la fecha el Congreso de los Diputados:

Albert Rivera ha llegado a la política nacional pisando fuerte e interfiere en las trayectorias de todos sus rivales prácticamente por igual, lo que le convierte en blanco de los dardos más feroces. Las estrategias respecto a él van desde el desprecio fingido hasta la insidia, pero coinciden en el ataque. Nadie concita críticas tan variopintas. Nadie molesta tanto a tantos como el «Naranjito», caballo de Troya de la izquierda ultramontana, diletante inexperto o representante disfrazado de la derecha más rancia, dependiendo de quién le retrate.

El candidato de Ciudadanos constituye una amenaza evidente para Podemos porque su aparición en escena ha brindado un refugio seguro a los indignados reacios a perpetrar un suicidio democrático; es decir, a echarse en brazos de Pablo Iglesias. Constituye una amenaza evidente al PP porque lo ha escorado a la derecha, desplazándolo del centro político, que es el territorio donde se fraguan las victorias. Constituye una amenaza evidente para el PSOE porque le disputa el segundo puesto, si es que no lo ha conquistado ya. Constituye una amenaza evidente para ambos porque, a diferencia de ellos, está libre de corrupción e incumplimientos y porque ha logrado atraer al voto joven, profesional y urbano, frente al voto mayor de 60 años y el residente en núcleos rurales por el que luchan a brazo partido tanto Rajoy como Sánchez.

Asegura que:

Puede negarse el presidente del Gobierno a debatir con él, aferrándose a costumbres propias de un bipartidismo agonizante. Pueden los mercenarios de uno u otro bando emplearse hasta la ignominia en la tarea de extender rumores infundados sobre financiación ilegítima o achacarle la intención de sellar pactos expresamente negados. Pueden los gurús de Génova y Ferraz confundir sus deseos con la realidad, convenciéndose de estar ante un fenómeno pasajero sin proyección de futuro. La demoscopia es tozuda y adelanta unánimemente lo que más tarde las urnas se encargarán de confirmar. Que ya no son dos, sino tres, los candidatos en liza, con un cuarto rezagado cuya capacidad de asustar mengua en proporción inversa a su expectativa de sentarse en el banco azul.

Si las encuestas no van totalmente desencaminadas (y no erraron significativamente en las europeas, ni en las andaluzas, ni en las municipales y autonómicas, ni tampoco en las catalanas), por vez primera desde el arranque de la democracia en el Congreso surgido de las elecciones generales la suma de los dos primeros partidos no bastará para configurar una mayoría cualificada susceptible, por ejemplo, de reformar la Constitución o elegir a los vocales del Consejo General del Poder Judicial. El paisaje será completamente distinto. Las viejas prácticas habrán de ser revisadas en aras de alcanzar acuerdos basados en el consenso y no en la mera alternancia aderezada con el pago de peajes onerosos a bisagras nacionalistas.

Sentencia que:

Por vez primera desde el arranque de la democracia, cuando el pueblo soberano niegue una mayoría absoluta, como parece ser su intención, la mano que dará o quitará el Gobierno no será la de una fuerza indiferente o incluso hostil a los intereses de España, sino la de un partido de ámbito nacional, con arraigo en todo el territorio y vocación de permanencia. Se acabará la extorsión, y con ella la tendencia imparable hasta ahora de allanar el camino a La Moncloa entregando parcelas de soberanía recibidas en custodia.

Por más que algunos arúspices sigan escondiendo la cabeza en la arena, como hicieron cuando el escrutinio europeo demostró el auge de Podemos y la irrupción de Rivera, nada volverá a ser igual. El tiempo dirá si para bien o para mal.

José María Carrascal hace un diagnóstico de cómo se encuentra la carrera electoral a menos de dos semanas para el 20 de diciembre de 2015. Cree que la cosa no está nada clara y que todo va a estar en manos de la gran bolsa de indecisos:

Todo el mundo rellena su quiniela del 20D, que si gobernará este, el otro o el de más allá, olvidando que buena parte de los españoles no han decidido aún a quién votar, el 41 por ciento según la encuesta del CIS. ¡Qué barbaridad! Ese porcentaje significaría la mayoría absoluta. ¿No se han decidido o no han querido decirlo? Me huelo que es más lo segundo que lo primero e incluso calculo que los indecisos no pasan del 20 por ciento, que siguen siendo una barbaridad. ¿Por qué? Pues porque los españoles ya no se fían de nadie tras las duchas escocesas que vienen recibiendo. Enterarse de que eran bastante más pobres de lo que Zapatero les había dicho y de que sus dos principales partidos habían manejado el dinero público con desfachatez gansteril -tramas Gürtel y los Ere-, junto con la cura de caballo a la que les sometió Rajoy, desencadenó tal indignación que si hubieran podido meterlos a todos en la cárcel o enviarlos a una isla desierta lo habrían hecho.

Añade que:

Quien se aprovechó de ello fue Pablo Iglesias, que, montado en la ira popular, llegó a superarlos en las encuestas y anunció su «asalto al cielo», que para los marxistas-leninistas, como saben, es la sede del Gobierno. Ese gran curandero que es el tiempo, junto con la capacidad de adaptarnos a todo que tenemos los humanos y los primeros indicios de recuperación, ha ido moderando la ira ciudadana, aunque el mayor factor ha sido la aparición de otra oferta de cambio, mucho más amable, la de Albert Rivera, que le ha robado la cartera y los votos a Iglesias antes de que se diera cuenta y hoy es objeto de deseo y odio simultáneo de los demás partidos, pues parece que será quien decida el próximo presidente, si no lo es él.

Subraya que:

Todo va a depender de lo que se imponga en este sprint final de la campaña: la furia contra los dos grades partidos o el miedo a los emergentes. En una democracia asentada la cosa estaría decidida: Rajoy, domeñando la crisis y quitando la espoleta al problema catalán, tendría asegurada la reelección. Pero con su forma distante de gobernar se ganó la enemiga de un amplio sector del electorado, incluidos bastantes del PP. Pedro Sánchez, sin embargo, no ha hecho méritos para ganarse la confianza del gran público. Lo único que ha hecho es atacar a Rajoy.

Sus planes económicos, territoriales y sociales son pura palabrería. No mucho más son los de Iglesias y Rivera, aunque los del primero amenazan el entero sistema que nos rige, lo que produce escalofríos. Rivera, no, Rivera genera simpatías incluso a ambos lados del espectro ideológico. Su problema viene precisamente de ahí: quien le vote no sabe qué y a quién vota, algo inquietante. Y no digamos nada si se unen los tres, Sánchez, Rivera e Iglesias, para desbancar a Rajoy, la última opción que suena. Eso convertiría La Moncloa en la casa de Roque o como te llames. Todo dependerá de cómo se despierten los españoles el 20-D: ¿con ganas de ajustar cuentas con Rajoy o con miedo de que su sucesor, o sucesores, lo hagan añorar? Ustedes tienen la palabra.

Federico Jiménez Losantos se marca una columna en El Mundo que va a levantar algo más que ampollas. Asegura que la suerte de estas elecciones del 20-D ya está echada salvo que suceda un atentado como el del 2004 o se asesine a un militante socialista como en 2008:

Mucho debería cambiar la situación política en estos 13 días que quedan para las elecciones, muchos trenes tendrían que volar como en 2004, a algún militante socialista tendrían que asesinar como en 2008, algún atentado -ahora sí- islamista debería producirse y manipularse astutamente, para cambiar la tendencia que se advierte en las encuestas, y que puede resumirse en que, con unos resultados cortos para todos -nadie por encima de 130 escaños- el partido que quede segundo tendrá en su mano el Poder.

Y como la tendencia es que ese segundo puesto lo va perdiendo el PSOE en favor de Ciudadanos, los próximos 13 días -sólo 12, si la izquierda prisaica y sextaica no convierte la Jornada de Reflexión en un asalto a la democracia como el 13-M de 2004- serán un pim-pam-pum contra Rivera. Como, hasta ahora, la campaña contra Ciudadanos ha tenido exactamente el efecto contrario al que se pretendía y, cuanto más insultan a Rivera, más sube en la valoración como líder, todo apunta a la llegada de Ciudadanos al Poder. Que no es lo mismo que el Gobierno. O sí.

Insiste en que:

Si Rajoy no puede formar Gobierno solo, quedará para vestir de santa a su rajoyita en el Congreso de Enero del PP. Pero si Rajoy, Soray y Arenay perpetran otra mascarada búlgara como la de Valencia, que fue el comienzo del fin del PP, el gran partido del centro-derecha de Aznar sería un cadáver apenas insepulto. O el PP se refunda o acaba como el PSOE, a merced de Ciudadanos.

Si Pdr Snchz no es siquiera segundo, e incluso si lo es por muy poco, horadando el suelo de granito de Rubalcaba, que a su vez perforó el suelo pétreo de Almunia, el PSOE no tiene más remedio que refundarse, previa expulsión de su seno del alien del PSC, que, como recordaba ayer Iñaki Gil, es el lastre que viene impidiéndole ser un partido nacional. El PSOE es el socio de la extrema izquierda y los separatistas en toda España. Eso le impide pactar con el PP y también con Ciudadanos. Adiós, Snchz.

Y apunta a Rivera como la opción de poder cada vez más sólida:

Un Gobierno de Rivera, en solitario y apoyado por el PSOE o con ministros del PSOE, PP y liberales independientes no es ningún disparate. El fin del bipartidismo obliga a PP y PSOE a una refundación. Y mientras, qué mejor que dejar que gobierne Rivera. Si se desgasta, bien. Y si no, también. Débil o fuerte, es el socio inevitable. Podemos, o se democratiza o muere.

Finalmente, Santiago González da por hecho que en el debate de Atresmedia de este 7 de diciembre de 2015 la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, se va a comer con patatas al resto de candidatos:

Contaba El País que su debate fue seguido por más de tres millones, la mitad por la tele y la otra mitad entre la radio y las redes sociales. No está mal, pero mientras los tres aspirantes se disputaban aquel debate de primarias, el verdadero candidato preparaba un debate a su medida con Bertín Osborne: 4,3 millones de espectadores. Mariano Rajoy es el político que más se parece a los televidentes españoles.

El presidente en funciones está haciendo una buena campaña y mejorando sus encuestas, justo al contrario que Pedro Sánchez, que ha empezado por renunciar a su condición de jefe de la oposición, el alter ego del presidente. Quizá haya interiorizado la mala imagen del bipartidismo, haya decidido renunciar a esa ventaja y ofrecer a todos los demás, C’s, Podemos y también los nacionalistas, una Laica Alianza contra el marianismo gobernante. Ésa es la garantía de que va a perder. Aún no sabe que Albert y Pablo quieren echar a Rajoy, pero aspiran a sustituir al PSOE y a que éste les apoye en la tarea.

Dice sobre el líder del PSOE que:

Uno no sabe quien asesora a Pedro, pero no parece muy versado/a en las contiendas políticas. Al recibir la invitación de Atresmedia para participar en «el debate decisivo», debió agradecer el gesto como persona de buena crianza que sin duda es y añadir: «pero miren, casi mejor no voy. Soy el jefe de la oposición y sólo debato donde esté el presidente del Gobierno. Si éste delega en Soraya, yo les propongo a Meritxell Batet, qué gran apellido. Los tres acusarán a Rajoy de cobardía, asunto irrelevante, sin tener en cuenta que la vicepresidenta es más lista y tiene más estudios que los tres juntos. El diario de Sesiones del Congreso guarda memoria de los repasos que como portavoz de la oposición daba a la del Gobierno, aquella Fernández de la Vega, ¿recuerdan?

Sobre el líder de Ciudadanos considera que:

Albert Rivera espera un trasvase importante de votos del PP. También del PSOE, pero menos, en una relación 3 a 1. Debe andar con tiento. Los votantes populares cabreados con Mariano no le van a confiar sus votos para que apoye a este Zapatero sin gracia. Su única opción será el sorpasso para que Pdro le apoye a él. Pero si se da esta circunstancia, y el PSOE excava por debajo del mínimo histórico de Rubalcaba, Pedro será un cadáver político la misma noche del día 20 y en el PSOE no van a estar para fiestas. Colgarán un cartel en Ferraz: la familia no recibe.

Y sacude de lo lindo a Pablo Iglesias:

¿Qué decir de Pablo Iglesias, el cuarto candidato? Él ha dicho bastante de sí mismo con el homenaje que ha rendido a la vicepresidenta: «el PP prepara la Operación Menina para investir a Soraya». Imaginen al propio Iglesias comentando: «en esta campaña voy a armar la gorda» para anunciar sus mítines con Ada Colau. Haría falta ser misógino y desconsiderado. Un León de la Riva de izquierdas. Un miserable, vamos.

Desde hace algún tiempo tengo la sospecha de que Pablo Iglesias lleva la coleta por razón análoga a la que llevó a Alcibiades, un Jemad ateniense del siglo de Pericles, a cortarle la cola a su perro: para que sus paisanos se entretuvieran con aquella crueldad gratuita y no hablaran de lo que les importaba. Él era un tipo que compartía con el secretario general de Podemos algunos rasgos de carácter: habilidad oratoria, una desmesurada ambición, según el historiador Tucídides, y una absoluta falta de principios, que le permitió considerarse ateniense, espartano y persa, según momentos e intereses. El emergente Iglesias exhibe la coleta y el look Alcampo para que la gente no mire al interior, hacia su desastrado atuendo moral.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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