Desgaste del Ejecutivo entre crisis eléctricas y escándalos

¿La imagen de incompetencia ante el Gran Apagón y el caos ferroviario han sido la puntilla al Gobierno Sánchez?

La gestión del apagón nacional y los problemas en los trenes ahondan la erosión de Pedro Sánchez, ya castigado en los sondeos por la sombra de la corrupción

¿La imagen de incompetencia ante el Gran Apagón y el caos ferroviario han sido la puntilla al Gobierno Sánchez?

Parece evidente que estamos en los estertores del sanchismo. Tras décadas de democracia, España parece atrapada en un bucle perverso: casos de corrupción que brotan sin cesar y una inestabilidad política constante.

Con una gravedad inusitada.

La huida hacia delante de Pedro Sánchez y su entorno amenaza con erosionar el Estado de derecho tal y como lo hemos conocido.

Algunos casos, como el de Ábalos, Koldo y los que aún están por destaparse, nos resultan familiares, al igual que el control descarado de RTVE a conveniencia del Gobierno.

Pero otros episodios, de una novedad inquietante, superan incluso la rica tradición de corruptelas políticas de nuestro país.

En un giro sin precedentes, el hermano del presidente se sienta en el banquillo, acusado de tráfico de influencias y prevaricación.

Su esposa, también bajo la lupa judicial, se suma a una lista que incluye al fiscal general del Estado, acorralado por señalamientos de una gravedad incompatible con el ejemplaridad que debería encarnar su cargo.

Por si fuera poco, un líder regional socialista maniobra desesperadamente hacia el aforamiento para esquivar a una jueza implacable.

Resulta casi lógico que el marido de Begoña y sus estrategas de comunicación insistan en esta carrera hacia el abismo.

Tal vez crean que es su única tabla de salvación. Si aferrarse al poder a cualquier precio les ha funcionado hasta ahora, ¿por qué cambiar?

Lo verdaderamente sorprendente es la complicidad de una galaxia mediática que sigue sus pasos sin atisbo de crítica.

No menos vergonzosa es la actitud de algunos partidos que sostienen al Gobierno.

En lugar de marcar distancias, optan por permanecer en la órbita del poder. Su cálculo es evidente: la debilidad del Ejecutivo les permite arrancar jugosas contrapartidas.

Sánchez no gana para disgustos.

Si la política nacional fuese una tragicomedia, el guion de estas semanas sería digno de un Goya al drama colectivo: un gran apagón eléctrico sin precedentes, trenes parados durante horas en media España y, como telón de fondo, una sucesión de escándalos judiciales y sondeos demoledores para el Ejecutivo.

Para muchos analistas, la sensación de incompetencia que transmite el Gobierno podría estar dando la puntilla definitiva a un gabinete que ya afrontaba un desgaste notable.

Un Gran Apagón para la historia… y para el descrédito

El pasado 28 de abril, millones de españoles vivieron en directo lo que hasta entonces era material para novelas distópicas: un corte masivo en el suministro eléctrico paralizó buena parte del país. No fue una caída cualquiera. En apenas cinco segundos, desaparecieron súbitamente 15 gigavatios de generación —el 60% de la demanda nacional—, según Red Eléctrica. Este fenómeno, absolutamente inédito en España, dejó sin luz a hogares, hospitales y estaciones ferroviarias. La desconexión del sistema español del europeo agravó aún más la situación.

Pedro Sánchez compareció ante el Congreso para asegurar que todas las causas se investigarían “con transparencia absoluta”, pero advirtió que los resultados tardarían en llegar debido a la complejidad técnica del suceso. Mientras tanto, los ciudadanos se preguntaban cómo era posible que un país europeo pudiera verse abocado a semejante caos en pleno siglo XXI.

El caos ferroviario: cuando ni los trenes llegan a tiempo

Apenas repuestos del apagón, los usuarios de trenes sufrieron retrasos generalizados y cancelaciones en todo el país. Las imágenes de pasajeros atrapados durante horas alimentaron la irritación social. La explicación oficial habla de problemas derivados del propio apagón y fallos técnicos en cadena, pero para una ciudadanía acostumbrada a exigir servicios públicos eficientes, las excusas saben a poco.

El ministro de Transportes trató de calmar los ánimos asegurando que “todos los recursos del Estado” se movilizaron desde el primer minuto. Sin embargo, la sensación generalizada es que las infraestructuras nacionales no están preparadas para afrontar crisis imprevistas con solvencia. “Trabajamos con profesionalidad y compromiso”, insistía Moncloa; pero las redes sociales ardían con memes y críticas ácidas al Ejecutivo.

Una oposición crecida y un PSOE paralizado

El Partido Popular no ha perdido la oportunidad de cargar contra lo que denomina “degeneración y bunkerización” del Gobierno. Las imágenes de ministros reunidos de urgencia en La Moncloa, mientras media España permanecía a oscuras o atascada en estaciones fantasma, han alimentado la narrativa opositora sobre la supuesta “incapacidad crónica” del Ejecutivo para gestionar crisis.

Desde dentro del propio PSOE comienzan a escucharse voces preocupadas por la parálisis interna y el miedo a nuevos sobresaltos políticos o judiciales. El partido se enfrenta a una doble pinza: por un lado, el desgaste institucional derivado de su acción (o inacción) gubernamental; por otro, el tsunami mediático provocado por los escándalos judiciales.

El aluvión de casos de corrupción y su impacto electoral

A este cóctel explosivo se suma una ristra de casos judiciales que afectan directamente al entorno más cercano de Pedro Sánchez. El llamado ‘caso Koldo’, que involucra al exministro José Luis Ábalos por presuntas adjudicaciones irregulares durante la pandemia; las investigaciones sobre Begoña Gómez —esposa del presidente—; el procesamiento del hermano del presidente; e incluso pesquisas contra el fiscal general del Estado han convertido los telediarios en auténticos seriales judiciales.

No es casualidad que los sondeos reflejen ya un desgaste constante para el jefe del Ejecutivo. Los analistas coinciden en que nunca antes un presidente había tenido tantos frentes abiertos con su círculo íntimo bajo sospecha judicial. El efecto Begoña —como lo bautizan algunos tertulianos— está haciendo mella incluso entre los votantes tradicionales socialistas.

¿Puntilla definitiva o simple bajón coyuntural?

La pregunta inevitable es si todos estos factores han dado la puntilla definitiva al Gobierno Sánchez o si aún queda margen para la remontada. Algunos expertos sostienen que la suma de incompetencia percibida —con apagones inéditos y trenes colapsados— más corrupción rampante puede ser letal en términos electorales. Otros recuerdan la resiliencia demostrada por Sánchez ante crisis previas.

Sin embargo, lo cierto es que el clima interno en Moncloa es tenso como pocas veces antes. La agenda internacional —con iniciativas diplomáticas como su reciente postura sobre Gaza— apenas logra desviar la atención mediática nacional. Y mientras tanto, los estrategas socialistas contienen la respiración ante cada nuevo titular judicial.

Curiosidades y datos inesperados

  • El gran apagón fue tan grave que obligó a activar por primera vez mecanismos europeos de alerta temprana previstos para catástrofes energéticas: España debió notificar oficialmente a Bruselas sobre su incapacidad temporal para garantizar el suministro eléctrico.
  • Técnicos consultados barajan hipótesis tan exóticas como una “vibración atmosférica inducida” —descartada finalmente por Meteorología— o incluso ciberataques extranjeros, aunque por ahora todo apunta a una concatenación azarosa e inédita de fallos técnicos.
  • Nunca antes tantas figuras cercanas al presidente (cónyuge incluido) habían estado simultáneamente bajo investigación judicial con causas abiertas o pendientes.
  • En redes sociales triunfan chascarrillos como “Sánchez apaga España… y sus opciones”, o imágenes paródicas comparando Moncloa con centrales eléctricas soviéticas.
  • El Plan Nacional frente a Crisis Eléctricas nunca contempló un escenario similar al vivido: perder 60% de generación en cinco segundos superó todos los manuales existentes.

En definitiva: Moncloa intenta recuperar pulso mientras crece una percepción pública —y publicada— de incompetencia e impunidad. Si esta es la puntilla definitiva o solo otro capítulo más en el culebrón político español lo dictarán las urnas… y quizá algún imprevisto más.

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