La escena parece sacada de una comedia de enredo: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, se embarca en una gira relámpago por los principales focos de incendio del país.
Para la ocasión, Moncloa moviliza un Falcon desde Lanzarote y dos helicópteros Superpuma del Escuadrón 402 del Ejército del Aire, dedicados exclusivamente al transporte del presidente, el ministro del Interior y su séquito.
Mientras tanto, la campaña de extinción de incendios forestales en España cuenta este año con un único Superpuma operativo para apagar fuegos en todo el territorio nacional.
El contraste no puede ser más elocuente: dos helicópteros para la foto y uno solo para la batalla real contra las llamas.
El verano de 2025 está resultando devastador.
Según datos de vigilancia satelital Copernicus, la superficie quemada ya supera las 350.000 hectáreas, la mayor cifra en tres décadas.
Y agosto ha disparado todas las alarmas, con grandes incendios concentrados en Galicia –solo en Orense se han quemado más de 62.000 hectáreas– y focos activos en Extremadura, Castilla y León y Madrid.
Incendios descontrolados y medios insuficientes: radiografía de un desastre
Los incendios no entienden de agendas políticas ni giras mediáticas. La realidad es que la lucha contra el fuego depende cada vez más de la coordinación entre comunidades autónomas y del refuerzo puntual con medios internacionales: solo este mes, Francia ha enviado aviones cisterna para apoyar a los equipos españoles en Galicia. Los propios datos oficiales ponen el acento en una cuestión clave: la falta de medios apagafuegos, especialmente aeronaves, marca la diferencia entre contener un incendio o dejar que arrase miles de hectáreas.
La situación se agrava por otro factor menos visible pero fundamental: la escasez de pilotos especializados. La mitad de la flota española dedicada a extinción aérea –unos 250 aparatos entre helicópteros y aviones– podría quedarse en tierra en apenas dos días por falta de profesionales disponibles. El sector advierte que hay máquinas listas para volar pero no pilotos suficientes. La fuga hacia otros países europeos, donde las condiciones laborales son mucho mejores (hasta 60.000 euros más al año), las jubilaciones y el trasvase hacia sectores privados han dejado al sistema español al borde del colapso.
Viñetas sobre el caos aéreo:
- Dos Superpuma surcan los cielos para transportar al presidente; solo uno sobrevuela los fuegos.
- En los próximos días, hasta el 50% de la flota apagafuegos quedará inoperativa por falta de pilotos.
- Francia envía aviones cisterna ante el colapso español; mientras tanto, Moncloa prioriza el Falcon presidencial.
El debate político: ecología realista frente a gestos mediáticos
Cada verano se repite el mantra oficial: los incendios son culpa exclusiva del cambio climático. Sin embargo, los datos matizan esa narrativa. Si fuera solo cuestión de calor extremo, Andalucía ardería mucho más que Galicia. Este año, sin embargo, es Orense quien se lleva la peor parte, con casi 500 fuegos en agosto y récord histórico por superficie quemada. Las causas reales van desde negligencias humanas hasta abandono forestal y pirómanos.
La estrategia gubernamental ha sido objeto de crítica desde distintos frentes políticos y sociales. A día de hoy, 20 de agosto de 2025, la decisión de movilizar recursos aéreos para desplazamientos presidenciales mientras faltan medios operativos en tierra genera indignación entre brigadas forestales y vecinos afectados. La imagen mediática choca con las necesidades reales sobre el terreno: cuadrillas exhaustas, pilotos saturados por normativa restrictiva sobre horas de vuelo y comunidades enteras evacuadas por falta de reacción temprana.
El origen del problema: normativa restrictiva y fuga de talento
El Real Decreto 750/2014 sentó las bases para profesionalizar las operaciones aéreas contra incendios, exigiendo dos pilotos por cabina y una formación específica agroforestal. Sin embargo, la experiencia demuestra que la temporalidad laboral y los bajos salarios han convertido al piloto español en un bien escaso; una vez formado aquí, rápidamente es captado por compañías extranjeras que pagan mucho más.
El sector lleva años reclamando reformas profundas:
- Mejora salarial para evitar la fuga masiva hacia Turquía, Grecia e Italia.
- Formación continua y estabilidad laboral.
- Refuerzo urgente durante campañas críticas como la actual.
Mientras no se resuelvan estos problemas estructurales, España seguirá dependiendo del apoyo internacional –como los aviones franceses este mes– y arriesgándose a repetir episodios dramáticos como el actual.
Consecuencias inmediatas: aire irrespirable y líneas cortadas
El impacto medioambiental ya es palpable. Las emisiones acumuladas por los incendios han batido récords desde 2003 según Copernicus; las partículas PM2.5 han superado con creces los límites recomendados por la OMS en amplias regiones del país. El humo ha reducido la calidad del aire incluso lejos de los focos activos.
En paralelo, infraestructuras clave como la autovía A-52 entre Zamora y Orense o la línea AVE Madrid-Galicia han permanecido cortadas durante días por precaución ante las llamas. Los pueblos evacuados suman decenas; las pérdidas económicas son incalculables.
Curiosidades que dejan huella
- El Superpuma utilizado por Sánchez está considerado uno de los modelos más versátiles tanto para transporte VIP como para operaciones semi-pesadas contra incendios… siempre que haya pilotos disponibles.
- España fue pionera europea en incorporar aviones apagafuegos CL-215 ya en 1971; hoy sigue comprando nuevos modelos pero carece del personal suficiente para operarlos eficazmente.
- Este año será recordado como el peor desde hace al menos una década por superficie quemada; si se confirma el ritmo actual, batirá incluso el tristemente célebre 2022.
- Galicia ostenta ya el récord histórico local con el incendio de Larouco (18.000 hectáreas), superando cifras nunca vistas desde que existen registros fiables.
El verano aún no ha terminado… pero ya deja claro que cuando Moncloa moviliza helicópteros para giras presidenciales mientras falta personal para salvar nuestros bosques, algo huele –además de a humo– a política poco realista.
