Rafael Torres – El abuso de la limosna


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

La morosidad ha aumentado en una proporción mayor de la que los bancos y prestamistas en general reconocen, pero tal vez sea injusto tildar de morosas a las víctimas de los bancos y de los prestamistas precisamente.

Si la limosna hace al mendigo, el préstamo convierte al ciudadano en un rehén de quien le presta, y del mismo modo que en la actual trata de blancas el préstamo imposible de devolver (ya se encargan las mafias del ramo de que no se pueda) actúa como una cadena no por invisible menos inmovilizadora, obligando con ella a la víctima a prostituirse y a dejarse explotar hasta su consunción, en la otra trata, la de ciudadanos, la de trabajadores, el préstamo es un dogal que convierte al beneficiado, esto es, al perjudicado, en una criatura cuya única función, obsesiva función, es la de tratar de devolverlo antes de morirse del todo.

Sin embargo, la cuestión se agrava más, si cabe, si consideramos que la que se ha de devolver no se corresponde con la cantidad que se recibió, sino con el doble, como muy bien saben los muchos que negociaron no hace tanto ir devolviendo mil euros al mes, y que hoy, si quieren conservar la casa que habitan, los muebles que usan y el coche en que se desplazan, tienen que atizar dos mil.

Ya se repara, pues a la fuerza ahorcan, en que se ha dado un ignominioso abuso del crédito, pues no otra cosa hacían los prestamistas cazando a lazo a los clientes y obligando a pagar a plazos cualquier cosa, todo, que incluso se llegó a suprimir el precio al contado en los carteles y en los catálogos de pisos, artefactos, viajes y operaciones de aumento de pecho.

Ya se repara en eso, pero en lo que va costando más reparar es en la alegría, rayana en la estupidez, con que la gente se lió a pedir, súbitamente convertida en mendiga por la limosna bancaria, que no era, como tampoco la que se da a los menesterosos en el pórtico de las iglesias, una dádiva, sino una compra. Por creerse rica, en vez de luchar por serlo de veras exigiendo políticas sociales y salarios suficientes, la gente tomó lo que le daban. Pero no le daban, sólo estaban abusando de ella.

Rafael Torres.

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