Fernando Jáuregui – No siempre se habla desde la tribunal del Parlamento Europeo.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

La verdad es que no todos los días tiene uno la oportunidad de hablar desde el atril de oradores en el Parlamento Europeo. Tuve esa oportunidad, este miércoles, auspiciado por mi buen amigo Antonio López Istúriz, secretario general del Partido Popular Europeo: organizaba una sesión del foro «Emprendedores 2020» en la sede del europarlamento, en Bruselas. Pasaron por allí europarlamentarios conocidos, pertenecientes a varios grupos, altos cargos de la Comisión, algunos periodistas que cubren la UE y varios españoles que intentan emprendimientos en Europa, y viceversa, europeos que se han fijado en España para cumplir sus sueños. Las sonrisas de bienvenida en los reencuentros no podían ocultar el mar de fondo: Europa está, lo hemos visto luego, en las cifras de las últimas horas, angustiada.

Esa madrugada se había conocido la reelección de Obama; esa tarde, pasaba por la capital belga Angela Merkel y se celebraban multitud de reuniones sectoriales en torno a los temas más diversos… Por último -sí, por último- la apretada jornada registraba, para las agendas de los informadores españoles, la presencia en la capital comunitaria del presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, que fue a darse un «baño europeo» y sospecho que volvió, digan lo que digan las crónicas entusiastas, trasquilado.

La sensación era la del bullicio habitual en las instituciones comunitarias; pero en todas las conversaciones, apresuradas pero intensas, que mantuve, me quedó la sensación de que la esperada victoria del presidente norteamericano no servía, ni mucho menos, para despejar incógnitas ni para vencer aprensivos temores. La Comisión, este mismo miércoles, nos pintaba un 2013 casi dramático, y no solamente para España. La recuperación, ya nos lo dijo Mariano Rajoy hace unos días, se aplaza hasta 2014 -¿en el mejor de los casos?-.

Lo que no se ve, ni en Europa ni en España, es ese viento innovador, en lo político y por tanto en lo económico, que tan grato nos parece cuando miramos hacia los Estados Unidos. Al menos aparentemente -la gestión de Obama tiene sus claroscuros-, en el Nuevo Continente se aprecia un impulso que obviamente no se da en la vieja Europa. Soy un asiduo seguidor de los medios más importantes de Francia, Italia y Gran Bretaña, y devoro, porque aún me influencian otras ocupaciones profesionales del pasado, cuanto euroboletín cae en mis manos; la burocracia es patente, la flexibilidad nula, las ideas verdaderamente nuevas, inexistentes. Así andamos todos…

Claro que no era mi papel abusar de la tribuna parlamentaria que tan generosa y excepcionalmente se me ofrecía para decir nada de esto: ¿quién es uno para tales audacias? Pero puedo prometer y prometo que uno toma el avión de regreso a Madrid con una sensación como de vacío. Y eso que, ya digo, por primera y seguramente última vez en mi vida pude hablar desde el atril del orador en el Parlamento Europeo ante más de medio centenar de personas que me escuchaban, medio centenar que ha hecho de la revolución mental que significa ser emprendedor su idea, su santo y seña. Europa ha sido siempre una meta para tantos de nosotros. No sé, la verdad, si lo sigue siendo: qué aburrimiento.

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