
MADRID, 10 (OTR/PRESS)
No conozco a Santiago Cervera, ya ex diputado del PP porque ha presentado su dimisión tras ser detenido, e imagino que acusado, de un presunto chantaje. Toda la historia sería demasiado inverosímil incluso para una película mala: el presidente de Caja Navarra denuncia a la policía haber recibido un correo electrónico anónimo en el que se le conminaba al pago de 25.000 euros -que además debe depositar en una ranura de la muralla cercana al Club Natación- si quiere evitar que se haga pública una información sobre sus actividades profesionales. El diputado Cervera, por su parte, dice que él también recibe otro correo, por supuesto anónimo, diciéndole dónde podría recoger información sensible sobre Caja Navarra que había sido uno de sus caballos de batalla. Y el lugar, claro, era la famosa ranura de esa muralla. Siguiendo los consejos de la Guardia Civil o la policía, el presidente de la Caja deposita el sobre con los 25.000 euros y, mira tú por dónde, el que se acerca a recogerlos es Santiago Cervera que queda, como es natural, detenido y luego puesto en libertad.
Esto no se sostiene. Y al margen de que todos hayan hecho lo que tenían que hacer -avisar el presidente de Caja Navarra a la policía y dimitir inmediatamente el diputado- el resto carece de sentido. ¿O es que alguien puede creer seriamente que un diputado de cierto prestigio y conocido va a organizar toda esta trama tan novelesca y cutre por 25.000 euros? Si uno se pone a chantajear, al menos que te resuelvan un poco la vida. Pero es que, además de esta frivolidad que acabo de señalar, lo de la ranura en la muralla, tiene su punto y el hecho de que sea el propio presunto chantajeador el que vaya tan tranquilo a por el sobre, también; hasta un adolescente imaginaría que a la fuerza habría un despliegue policial vigilando «la ranura». Y justo ese es el fallo garrafal del diputado Cervera: no haber dicho lo el anónimo a nadie y acudir a la muralla sólo como si fuera un detective de novela barata. Pero admitido este disparate, el resto imagino que se puede solucionar en dos días: si hay dos correos electrónicos, no hay más que tirar del hilo y llegar al origen. La policía científica o los expertos de la Guardia Civil saben mucho de informática y de rastreo de correos.
Es verdad que a estas alturas uno ya no pone la mano en el fuego por nada ni por nadie, pero juntando todos los elementos de esta historia, insisto en que la trama no se sostiene a no ser que el ex diputado Cervera tenga una mente básica que no parece ser el caso. El problema ahora es cuánto se van a demorar las investigaciones policiales y la tramitación judicial porque una vez que has sido portada y noticia, tarda tanto en llegar la conformación de la inocencia, si llega, que el honor es ya imposible de restituir. Ocurrió con Demetrio Madrid en Castilla y León y con algún otro que ahora no recuerdo. Sus carreras políticas terminaron y de nada sirvió que mucho después se les declarase inocentes. A todos les parecía muy bien la postura de Cervera que dimitía inmediatamente, pero cuando criticamos cómo se apegan al cargo algunos imputados, tal vez no nos damos cuenta de que la lentitud de los procesos producen un daño casi tan grande como una sentencia condenatoria. Que te declaren inocente cuando ya nadie se acuerda de ti, puede ser muy gratificante para tu entorno, pero social y políticamente es, lamentablemente, casi irrelevante.
a.aberasturi