Victoria Lafora – Del amor al pánico.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

En abril de 2009, con esa especie de lenguaje suyo con el que quiere demostrar firmeza pero que en realidad es esquivo y ambiguo, Mariano Rajoy «sentenció»: «Nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes». Fue la última vez que el presidente del Gobierno se refirió al que era su tesorero por su nombre.

El pasado jueves 27 de junio de 2013, el juez Ruz ordena -con la petición del fiscal- la prisión incondicional y comunicada del ya ex tesorero del Partido Popular, para «asegurar su presencia, evitando el riesgo de fuga y asegurando al mismo tiempo la preservación de fuentes de prueba relacionadas con los presuntos delitos objeto de la imputación».

Entre una y otra fecha, el culebrón Bárcenas ha ido modulando posturas en el PP.

Quienes confiaron en la inocencia de un compañero «ejemplo de profesionalidad y buen hacer»; quienes, como Javier Arenas, apostaron por el tesorero como «ejemplo de decencia»; quienes reivindicaban su amistad afirmando, como Alvarez Cascos, «…es una persona honorable y conservo mi confianza en él»; hoy mantienen un silencio sepulcral.

El punto de inflexión entre la fe absoluta y el reproche matizado fue sin duda el hallazgo, el 16 de enero del presente año, de movimientos en un banco de Suiza a nombre de Bárcenas por un valor de 22 millones euros.

A pesar de lo cual -a pesar de esta evidencia- el Partido Popular siguió pagándole la nómina y la seguridad social, mantuvo a su disposición un despacho en la sede de Génova y un automóvil con chofer, justificando todo ello con eufemismos y extraños circunloquios como el de los pagos diferidos, que pasará a los anales de la historia del despropósito.

Con el tiempo, la estrategia del PP sobre el caso ha ido acomodándose a las circunstancias; derivando del amor al desamor y del desamor al rechazo y la negación, pero eso sí, tratando de no hacer demasiada sangre y personándose como acusación particular en la causa contra la trama Gürtel para, como dijo el juez al justificar su expulsión, ejercer más bien como defensa de Barcenas y de su mujer.

Hoy, tras el ingreso en prisión del ex tesorero, en el Partido Popular se abre una brecha manifiesta entre quienes aplauden la decisión del magistrado Ruz y quienes esbozan tímidos comentarios de respeto a las decisiones judiciales.

Los unos porque se enfrentan a una próximas elecciones y son conscientes del daño que este caso les esta infringiendo. Los otros porque viven amedrentados por la posible reacción de un Bárcenas muy malherido. Tienen pánico a que salga a la luz el contenido de las cajas que se llevo de Génova 13.

Y Rajoy… ya tal…

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