El mecenas del mal, Bill Gates, anuncia la muerte.


Este invierno, aunque con los hospitales llenos, incluidos pasillos y urgencias, la gripe no nos había dado demasiados sustos. En el archivo duermen los protocolos de las gripes aviar y porcina, con toda la comparsa de vacunas obligadas para los grupos de riesgo e histéricos “tamiflús” programados, para enriquecimiento de una minoría de ambiciosos sin alma. Esto es literal. Estoy segura de que estos magnates de las farmacéuticas no tienen ese componente espiritual que incluso los asesinos en serie tienen. Ellos sí son una gran pandemia [los magnates], y más peligrosa que los virus.
Pero “¡qué poco dura la alegría en casa del pobre!”, dice el refrán. Esta tranquilidad momentánea, sabiendo que la amenaza pende como espada de Damocles, acaba de interrumpirla el nefasto y amoral multibillonario, Bill Gates, gran protagonista de la Conferencia de seguridad en Múnich. Ante la diplomacia mundial –y no precisamente entre lágrimas— anunció que “la comunidad internacional debe darse cuenta que tiene que prepararse para una pandemia mundial”. Un personaje así solo puede anunciar la muerte. ¡Como si no supiéramos el peligro que corremos en manos de los desalmados que rigen los destinos del mundo!; y no me refiero solo a los políticos, sino al poder económico que mueve los hilos desde la sombra. Estos son sus ayudantes necesarios y obedientes, de la misma calaña, claro está –si no, no habría trato—, que también sacan su tajada. Cuando los dos poderes se juntan, la política se aleja de sus principios y fines, y se convierte en pura mafia.
Haciendo análisis del enfoque de la prensa oficialista sobre el personaje Bill Gates, mecenas del mal y falso filántropo donde los haya, se nos revuelve todo por dentro. Hablar de Gates es hacerlo de Monsanto, de Syngenta, de las semillas Terminator, que están arruinando a los campesinos de todo el mundo, e intoxicándolos y asesinándolos con sus plaguicidas. Sin embargo, leyendo la entrevista, casi nos entran ganas de invitarlo a comer a casa el domingo. No es de extrañar que el ciudadano esté cada vez más errado –estuve por ponerle hache—y perdido en este mundo de mentiras al por mayor, que gira como una noria loca, mientras los maquinistas cavilan cómo estrellar contra el suelo las plácidas cabinas que suben y bajan, ajenas a todo. La sociedad no se imagina lo que ocurre tras bambalinas y cómo se amañan los tinglados.
En una entrevista de un importante medio, se nos presenta a un Bill Gates deseoso de acabar con el hambre en el mundo. Echaría una carcajada, si no fuera que la situación es para llorar. A este tipo lo que le interesa es controlar la población. Es un viejo sueño de la élite desde el siglo XIX. Ya su abuelo, Gates I, pertenecía a la Sociedad Eugenesista Americana. Los diseñadores del mundo no quieren pobres ni enfermos ni tullidos ni viejos. Por eso llevan años implementando políticas sobre la eugenesia y la eutanasia. Eso sí, gracias a la laxitud de nuestros legisladores, a la amoral institucionalizada y al proyecto de ingeniería social, puesto en marcha hace décadas a través de las Conferencias de las Naciones Unidas y sus organismos internacionales, la sociedad está macerada, anestesiada y atontada para recibir y aguantar lo que le echen. La sociedad apoya a estos falsos benefactores, adoptando la injusta eugenesia, el vergonzoso aborto y la abominable eutanasia. Un pack completo en forma de derecho. ¡Nunca en la historia se había dado esta circunstancia tan favorable para los malvados dispuestos a reducir los 7.0000 millones de personas a 500! Para ello han elaborado diferentes estrategias, que ya he expuesto en algunos de mis libros y en varios artículos. Incido ahora en las palabras sobre la pandemia, de este tipo impresentable. Su anuncio fue un adelanto para que nuestros sistemas de salud vayan rellenando los formularios de pedido de millones de dosis de vacunas y antivirales. Ha dicho que ya están preparadas. Llegado el momento, la Organización Mundial de la Salud –financiada en su mayor parte por laboratorios farmacéuticos y particulares, como el propio Gates—sacará las banderas rojas de pandemia y ¡ya está el show completo! Lo peor de todo es que las personas con un sistema inmunológico más endeble, morirán, sí o sí. ¡Justo lo que pretenden!
Ganar dinero y controlar la población, ¡that’s the question! Pero hay algo más. Que Bill Gates nos cite a los epidemiólogos sobre la rápida propagación de un patógeno transmitido por el aire, y la posibilidad de que pueda caer en manos de un terrorista está dentro de lo esperado. Pero cuando alude a la seguridad internacional esto nos lleva a pensar en más intervención por parte de los Estados, donde todo control estaría permitido y lo opcional se trocaría en obligatorio. Por otro lado, cuando menciona los virus de laboratorio, debería explicar quiénes son los dueños de los virus de nuevo cuño y de aquellos que aún no han “soltado”; que nos hable de la marca Rockefeller y su relación con el zica; y de los contactos de su Fundación Bill & Belinda Gates con los laboratorios biológicos del hospital Kenema (Sierra Leona), donde ¡oh, casualidad!, empezó el brote del ébola; o de las actividades de Soros en la financiación de armas biológicas; que nos diga si este le hizo alguna confidencia sobre el avión NH17 derribado en Ucrania, en el que ¡más casualidades!, viajaba el consultor de la OMS en Ginebra, experto en sida y en el virus del ébola. Y puestos a hablar de terrorismo… ¿Quién lo financia?, ¿quién surte a los terroristas de armamento? Pero este es otro tema.
A propósito de las epidemias del ébola y el zica escribí sendos artículos, “Qué se esconde detrás del virus del ébola” y “El zica, una nueva manipulación del sistema”, y por eso no voy a extenderme. Ya al fin, no quiero quedarme con las ganas de decir que toda esta gente: Bill Gates, Rockefeller, Soros, Kissinger, Rothschild, McNamara y demás tropa del mismo jaez, son los seres más despreciables del planeta, los grandes enemigos de la humanidad. Tenemos muchos datos que lo demuestran. ¡Qué tal si nos sacudimos el sopor y aprendemos a ver más allá de lo aparente! Hoy, la información está ahí. Conocerla y aprender a discernir nos hace más libres, menos manipulables. Hay que desenmascarar a esta gentuza que quiere nuestra destrucción, a costa de nuestra más pura esencia.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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