I
El brillo de la palabra
Es de un color u otro según quien raja;
En quien es tal que una cabra,
Como el Sánchez, que hoy labra
En secano, y mañana descerraja
Establos, como el filo de la navaja;
En quien pone a salvo casa
Y honra, del robo y de la ofensa,
Y del que hace tabla rasa,
O se lo toma a guasa
Todo, lo diga o lo calle la Prensa,
Radio y Tele, como arma de defensa;
En nuestro trato diario
Con amigos, el del apretón de manos;
Y el de la paz del rosario
Con la familia, glosario
De amor y cariño de padres y hermanos,
Moros y cristianos, tirios y troyanos;
En la Política, en vez
Del color de aurora de las naranjas,
De la vida cuna y prez,
Y de la muerte fosa y hez,
El del hedor de reses muertas, en granjas
Abandonadas, o tiradas en zanjas;
Si a la palabra se le abre pasillo
A sus anchas y se le da cuartelillo
A los Políticos, con el estribillo
De ponerse a caldo y afilarse el colmillo
Para destriparse… ¡no tiene otro brillo!.
II
Con nosotros mismo hablamos poco,
Pues, como se suele decir, no pensamos;
Hacemos las cosas sin más y a lo loco,
Por lo cual, a menudo, nos equivocamos;
Pero esta regla general no se aplica
A los Políticos, que éstos son los amos
De nuestra mente y, poniendo una pica
En Flandes, piensan por todos los demás:
Y los hay más que de todo en botica;
Si de equivocarse se da el quizás,
Pues pensar por todos tiene ese riesgo,
No verás que nadie dé marcha atrás;
Hábiles en darle a su error un sesgo,
Lo de dónde digo, digo Diego,
Les mantiene tiesos con el “yo me arriesgo”;
Lo malo es que ya los de este ego,
-Que abundan más que pulgas en perro flaco-,
De seso, más o menos, el de un lego;
Si pensar poco al sabio hace jaco,
Muy más al necio el pensar demasiado …
Pido perdón si suelto algún taco:
En no decir groserías educado,
A los Políticos … ¡que les den por el saco!

