Santiago López Castillo

Las talanqueras

Las talanqueras
Santiago López Castillo. PD

Están como las moscas. Acuden al olor de la sangre. Renegrida, viscosa. El populacho corre a las pobres bestias por las calles, pasacalles, con timbales de muerte. Son las fiestas. Las putas fiestas. El toro. El desolladero. Todo ese ritual asesino que el hombre pone en suerte con su incívico ademán maltratador de los animales, especialmente los toros.

Ponen esos ruedos andantes, de pueblo en pueblo, de feria en feria. Antes eran los carros en los que arriba se subían los niños y se meaban y se peían. Abajo, en la arena, los capeas y unos valientes del lugar tronchaban a patadas los cuernos del morlaco y asaeteaban su cuerpo con banderillas a sangre y fuego. Era el toro de la Vega en quíntuple versión. Aquí, dos pasos más arriba de donde vivo, en la sierra norte de Madrid, Moralzarzal, tienen montada una plaza de toros con cubierta y todo. La llaman multiusos. Echan mítines y regüeldos y gozan viendo asaetear a los astados. El coso, construido en 2005, tuvo un costo de seis millones de euros pero para su entonces alcalde fue de «coste cero». Este resultante -bochornoso, a mi juicio- lo enjuagan con la venta de los locales comerciales del coso taurino. Que llevan rótulos de lo alentador: «El albero», «Las banderillas», «El rejón (ahora tenemos un Errejón en la política, mastuerzo de segundo apellido) y «Sangre y arena», entre otros.

Los accesos a los pueblos están acordonados por vallas para el escarnio de los toros, los putos encierros. Ni san Picasso ni Goya bendito me van a conmover sobre lo que es una fiesta cruel. Ya de mañana, los cerriles de la fiesta nacional, y una leche, van al rito feroz del desencajonamiento llenos de orujo para que a las 5 de la tarde mueran sin puntilla ni remisión.

En este sentido, mi viejo amigo y gobernador a la sazón de Guadalajara, Pepe Herrero Arcas, me dijo un día al entrar en su despacho: «Estos viejecitos con los que te has cruzado me han venido a protestar porque no pagaron el toro». Su coche está destrozado y no pueden ir hacia Madrid. Es lo que se llama justicia distributiva. O lo que es igual, la falta de respeto.

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